ABEL CARLEVARO: Una nueva guitarra para el mundo / Por Hamid Nazabay

El niño Abel había nacido en 1916 en el marco de una familia típica del ‘900 montevideano, donde se le daba a la cultura una singular importancia. Pero no sólo una importancia pasiva, espectadora, sino activa y actora. Era común, entonces, que los niños de la casa concurriesen a formarse artística y culturalmente en los ámbitos que existían, aparte de la sólida formación curricular que se impartía desde los centros tradicionales de enseñanza. Agreguemos que en esos hogares, además, había libros, instrumentos musicales, fonógrafo y discos, cuadros, ornamentos, etcétera. En definitiva, objetos culturales que los iban formando intelectualmente. Se concurría también al teatro, a conciertos y reuniones. Toda una atmósfera proclive a la recepción intelectual, artística y científica por parte de los niños.

Así fue que Abel Carlevaro fue adentrándose en el mundo artístico, y particularmente, en la guitarra, presente en la familia y estudiada después concienzudamente y con ahínco. Su formación transcurrió desde ese ambiente familiar (padre y tío guitarristas y luthieres aficionados, madre que tocaba el piano, hermanos también músicos –de los que trascendió Agustín–), pasando por –además de lo popular– los profesores Pedro Vittone y Andrés Segovia, y en otras disciplinas musicales Guido Santórsola y Pablo Kómlos.

Poco a poco el ya relevante concertista internacional comenzó a pensar la guitarra en función de la mayor calidad sonora, así como la mayor calidad somática del ejecutante, cuestionando “sanamente” la técnica tradicional. Esto desde la manera de ejercer los recursos técnicos para la emisión de los sonidos, hasta la forma de posicionamiento corporal para, no sólo obtener un mayor rendimiento de esos recursos, sino para la optimización y economía de las funciones motrices, evitando inconvenientes y conductas nocivas con la espalda, hombros, brazos y manos.

Carlevaro rompe con los moldes tradicionales y logra la sistematización de su teoría. Gesta técnicamente una nueva guitarra. Todo esto dio a luz su libro “Escuela de la guitarra” (1979), obra de referencia que se ha traducido al inglés, francés, chino, alemán, coreano y japonés. Se agrega a esta escuela y su enseñanza, y a su calidad como intérprete y compositor, el hecho de ser el creador, también, de una nueva guitarra en su construcción. Con mayor amplitud sonora, volumen y duración de las notas. La forma de esta llama a la atención en su primera percepción, como se apreciará en la segunda fotografía, puesto que carece de boca, y es asimétrica, no tiene la curvatura clásica del aro en uno de sus flancos, su objetivo era ganar capacidad en la caja.

Esta idea de Carlevaro, que para llevarla a cabo consultó a un ingeniero, fue encargada en su construcción al luthier español Manuel Contreras y posteriormente al alemán Eberhard Kreul. La guitarra al no tener boca mantiene entera la tapa, que es la membrana acústica, y entonces proyecta mejor los sonidos, los que se exteriorizan desde su caja (fondo y aros) a través de la abertura que tiene alrededor del perímetro de dicha tapa. Esa abertura, en definitiva, es igual o mayor en área que la tradicional de las guitarras, y al ser perimetral está mejor distribuida, otro elemento para la amplitud sonora. La tapa se encuentra apoyada en la caja a través de unos tabiques.

Carlevaro falleció en 2001, pero su legado es extraordinario y muchos guitarristas se continúan formando en base a su enseñanza. Incluso, quienes no se formaron en su técnica, a la hora de enseñar se basan en ella. Sin duda le ha ofrecido al mundo una nueva guitarra, una nueva forma de entenderla y ejecutarla. Profundizar en la vida, la obra y la trayectoria de este insigne uruguayo apreciado universalmente, resulta un recorrido apasionante: para ello instamos a leer el brillante y enjundioso –del que parafraseamos su título para este artículo– “Abel Carlevaro: un nuevo mundo en la guitarra”, del guitarrista y docente Alfredo Escande, discípulo, asistente y amigo del biografiado. El libro fue premiado por el Ministerio de Cultura uruguayo (2007) y se editó en el 2005 por Aguilar-Santillana.

Este año 2016 se celebra el centenario de este ilustre artista. En Uruguay están previstos a lo largo del año homenajes diversos. Nuevos momentos, nuevos encuentros, generarán que –en la globalización confusional del arte– la labor carlevariana emerja otra vez y nos dé el ejemplo, nos demuestre una vez más la fuerza de una vocación y nos redescubra en la belleza de la música.

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