Cinco griegos, una tacuaremboense en la ciudad y la maldición de Malinche… … / Por Rosario da Cunha (*)

De chica solía decirme mi madre «estudiá Rosita, estudiá, la vida en la campaña es muy dura…» Ella creía que el estudio era la vía segura para tener un mejor futuro, y que me permitiría conocer el mundo más allá de los límites geográficos de la ciudad. En cambio, mi padre quería que aprendiésemos a trabajar la tierra. Mi familia se dedicaba a la ganadería y a la explotación lechera; cada día se levantaban al alba a ordeñar las vacas, y la jornada laboral terminaba al anochecer, era una vida casi espartana, no había vacaciones porque las vaquitas no se ordeñaban solas y no consideraban los feriados.

Al terminar el bachillerato, como tantos jóvenes, tuve que decidir si me quedaba en la ciudad o me trasladaba a la capital. Con una maleta llena de sueños y los bolsillos vacíos desembarqué en Montevideo. Medicina fue la carrera que elegí, y pasado el primer semestre la realidad me golpeó sin piedad, comprendí que sin beca y sin el apoyo económico de mi padre, no podría terminar esa carrera. Subsistir fue mi prioridad y el estudio esperaría épocas mejores. Después de pasar por varios empleos tan disímiles, como profesora de Matemáticas, azafata de fiestas, promotora de productos tan variados como café, edulcorantes, refrescos, fideos, detergentes, cremas de belleza, repuestos de autos, etcétera; se presentó la oportunidad en una empresa multinacional, era un trabajo fijo y pagaban bien, eso me permitió tomarme mis primeras vacaciones en Río de Janeiro.

Fue allí donde conocí a un griego y allí surgió el amor, y esta historia sí tiene algo de particular porque no teníamos lingua franca, yo no hablaba inglés entonces y mucho menos griego, y él no hablaba español ni portugués. Cada vez que queríamos decir algo había que recurrir a un diccionario. Seis meses después aterrizaba en la Hélade. Además de la historia de amor, yo estaba entusiasmada porque iba a aprender griego, y creía que podría leer La Odisea y La Ilíada en su lengua original. Hasta que descubrí, muy a mi pesar, que esas obras están escritas en griego antiguo y que los griegos hablan en griego moderno. Es un trabajo de titanes aprender griego moderno, el griego antiguo podríamos decir que casi está reservado a los dioses del Olimpo porque lo hablan y lo escriben bien solamente algunos filólogos, profesores en la Universidad y arqueólogos.

Desde hace más de dos décadas Grecia es mi segunda patria. Pude finalmente estudiar sin pensar en cómo iba a subsistir. El Estado griego, antes de la crisis nos proporcionaba totalmente gratis los libros, la casa, la comida; y en los pasajes de autobús, barco o avión pagábamos solo la mitad del precio. Soy traductora e intérprete por la Universidad Jónica y mi estrecha relación con el diccionario se ha mantenido desde Río. Mi madre no vivió para ver que muchos años después obtuve un título, eso que tanto ella quería para mí. Tampoco pude decirle que llegué a la conclusión de que es mucho más difícil ordeñar ideas que tengan un cierto valor que ordeñar vacas.

Luego de cinco años de ausencia y con mis recuerdos serrados por la nostalgia, una zarza que no se consume, volví a mi ciudad, a mi aldea por poco tiempo, apenas dos semanas. Como uruguaya debía mostrarles a cinco amigos griegos lo mejor que tenemos. Era un desafío, ¿qué cosas valorarían? Teniendo en cuenta que Grecia lo tiene todo, montañas, pequeñas cataratas, una gran cantidad de islas de inigualable belleza, las más conocidas: Míkonos, Santoríni, Creta, Corfú, Léucade, campos en la zona de Lárissa.

No solo la geografía, el clima, el cálido ambiente del mar Mediterráneo, la gastronomía, los restos de la arquitectura de la antigua Grecia, la cultura, su historia, aquí estés dónde estés o vayas dónde vayas se respira historia. La maldición de Malinche, de la que todos tenemos un poco, de idolatrar todo lo extranjero. Debo confesar mis sentimientos antagónicos, por un lado, como expresa un personaje en la comedia Las mujeres sabias de Molière «son harapos, si quieres, pero quiero mis harapos», tenía una actitud defensiva, pronta a sacar la panoplia y la espada en defensa de lo «nuestro»; o por otro lado, con la mirada puesta en Europa, como si todo lo europeo fuese per se mejor que todo lo uruguayo. No se justifica un concepto maniqueísta, porque cada uno tiene sus fortalezas y sus debilidades. Díscolo mantener un reflejo objetivo de lo real cuando se vuelve a la querencia y todo está matizado por los recuerdos, por esa tendencia que tenemos los seres humanos de embellecer el pasado. Volver a las raíces, donde todo empezó y encontrar la casa paterna cerrada a piedra y lodo, tapera de remembranzas.

Tacuarembó, desde la mirada griega, se presenta como una ciudad próspera. Les gustó más que Rivera, Rocha, Colonia, Maldonado y Durazno, que visitamos. Merece la pena destacar El Balneario Iporá y la Laguna de las Lavanderas a tan poca distancia del centro, algo difícil de encontrar en otras ciudades; la arquitectura con sus casas bajas, aquí se construyen varios pisos en donde vive toda la familia; las calles amplias que no es muy común en las ciudades griegas, que se caracterizan por calles angostas, a excepción de las avenidas principales. La gente reunida en las plazas tomando mate, el ritual de llevarlo a todos lados como un tercer brazo incorporado les impresionó. La amabilidad de nuestros paisanos.

El hospedaje en dos hoteles de la ciudad, uno céntrico que por su nombre cualquiera pensaría que está en una tienda de ropa o en un convento; y el otro, en la ruta que nos retrotrae a los tangos. La atención y la limpieza excelentes. Un aspecto negativo es la ausencia de personas que hablen inglés. En un mundo globalizado hablar inglés es una necesidad imperiosa, en la actualidad es lengua vehicular, como antes era el francés.

Las llanuras inmensas donde se ve la línea del horizonte lejana, es la misma sensación que se tiene al estar en mar abierto. Aquí al estar rodeado de montañas sin ver el horizonte se tiene la sensación de estar atrapado. Tenemos el mismo tipo de economía capitalista en los dos países y basada fundamentalmente en la producción agropecuaria y el turismo. Las extensiones de tierra dedicadas a la ganadería y la agricultura varían en superficie, en Grecia son predios pequeños.

La instalación del Centro Universitario de Tacuarembó permite más opciones educativas, principalmente para las personas de menos recursos.

La implementación del parque de energía eólica, que está a la altura de los países europeos los cuales cuentan con una larga trayectoria en estas fuentes de energía renovable y limpia. Los griegos en tono de broma me preguntaban para qué usan los molinos, si eran monumentos a Eolo, el dios de los vientos en la mitología griega, porque en los tres días que estuvimos en la ciudad no hubo viento. A lo que yo les respondí que más bien eran monumentos en honor al Quijote de Cervantes.

Y como colofón conocimos a Circe Maia. Esta historia para mí tiene un valor especial, porque se repitió casi en los mismos términos hace diez años atrás. Me encontraba en una casa de cambio hablando griego por teléfono, al finalizar alguien me aborda y me pregunta en qué idioma estaba hablando, cuando se lo digo me plantea que sería una gran idea conocer a Circe que era su amiga personal y que ha aprendido la lengua griega y su cultura. Quedamos en encontrarnos al día siguiente en la casa de la escritora pero yo no acudí a la cita y esa oportunidad se perdió en las nieblas del tiempo.

Y tuvieron que pasar diez años, el primer día en la ciudad fuimos a cenar al balneario, mientras intentaba traducirles el menú, la pesadilla de todo traductor ¿cómo se dice milanesa en griego?, la palabra no aparecía, opté por describirla, y de una mesa al lado alguien dice: «snítsel», que es un préstamo lingüístico en griego. Era César «Cuco» Zapata, que había estudiado hacía algunos años en Grecia. Fue una sorpresa increíble, allí a la orilla del lago. Al día siguiente nos llevó a conocer a Circe. Dos escritores coterráneos que admiro profundamente, Circe y Jorge Majfud, que dejan huella, y tengo para mí que son más valorados en el exterior que en su propio país, ¿maldición de Malinche?

Tacuarembó es una hermosa ciudad, me pregunto si esa prosperidad que se percibe es para todos los tacuaremboenses. ¿El parque eólico, la explotación forestal y otros grandes emprendimientos traen beneficios para el ciudadano de a pie o las ganancias son para las grandes empresas que en su mayoría son extranjeras? ¿Maldición de Malinche que le damos nuestra riqueza al extranjero y le seguimos cambiando oro por cuentas de vidrio?

Para reflexionar acerca de esto, la propuesta de Henri Lefebvre en su libro El derecho a la ciudad que tuvo resonancia mundial, y que plantea la idea de que otra ciudad es posible, aunque implique cambios estructurales profundos en la forma de producción, consumo y en las formas de apropiación de los recursos naturales y del suelo. El derecho a la ciudad, se refiere a la «búsqueda de soluciones contra los efectos negativos de la globalización, la privatización, la escasez de los recursos naturales, el aumento de la pobreza mundial, la fragilidad ambiental y sus consecuencias para la supervivencia de la humanidad y del planeta». Es una propuesta para la construcción de ciudades diferentes en la que todos puedan tener un lugar en el que vivir dignamente. Una ciudad donde las personas sean las protagonistas, y quizá, la solución esté al alcance de la mano.

Como escribiera Marx: «la humanidad solo se plantea problemas que puede resolver. Algunos creen hoy que los hombres solo se plantean problemas insolubles. Desmienten a la razón. Sin embargo, quizás haya problemas de fácil solución con la solución a mano, muy cerca, y que las gentes no se plantean».

(*) Rosario da Cunha reside en Grecia desde 1996, oriunda de Cerro de La Aldea, 6ª sección judicial de Tacuarembó. Estuvo en Tacuarembó en noviembre de 2016. Es traductora e intérprete de la Universidad Jónica de Corfú (Grecia) y cursa el Máster en Traducción para el Mundo Editorial en la Universidad de Málaga (España). Actualmente traduce textos de la poetiza uruguaya Idea Vilariño al idioma griego. Correo electrónico: mariadacunha@outlook.com.gr

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– Corfú (en griego moderno Κέρκυρα, Kérkyra, AFI: ˈkerkira o ˈcercira; en griego antiguo Κόρκυρα, Kórkyra, transcrito «Córcira»; en latín Corcyra) es una isla griega del mar Jónico, situada frente a la costa noroeste del Epiro griego y la sur del Epiro albanés. Es la segunda mayor de las Islas Jónicas. La isla forma parte de la unidad periférica de Corfú y constituye un único municipio, que incluye la propia isla de Corfú y el pequeño archipiélago de Diapontia. La capital y principal ciudad de la isla se denomina también Corfú. En Corfú se ubica la Universidad Jónica.

– La Universidad Jónica (en griego Ιόνιο Πανεπιστήμιο) está ubicada en Corfú, Grecia. Se fundó en 1984, bajo el gobierno del primer ministro Andreas Papandreu, pero es descendiente directa de la Academia Jónica, que se creó en 1824, cuarenta años antes de la cesión de las Islas Jónicas a Grecia, y tan sólo tres después de Guerra de independencia de Grecia, que empezó en 1821. De esta manera, Andreas Papandreu cumplió una promesa electoral para con los habitantes de Corfú, satisfaciendo la larga demanda de éstos para la creación de una sucesora de la Academia Jónica.

 

 

 

Foto 1: Rosario da Cunha, Circe Maia y Ariel Ferreira

Foto 2: Calle de Corfu

Foto 3: Calle de Corfu

Foto 4: Universidad Jónica

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