COMPLEJA OPERACIÓN AL CEREBRO EN EL HOSPITAL DE TACUAREMBÓ

La operación duró un poco más de una hora, incluyendo el tiempo que demoró hacerle la tomografía. Era un joven alegre y buen estudiante. Había ingresado a la licenciatura en Economía y comenzaba a formar una familia. Hace 12 años empezó a pedir ayuda porque, cada vez con más frecuencia, empezaron a aparecer ideas ilógicas en su cabeza. “Y ahí recurrimos al médico”, contó Alba, la madre de José.

Un año después, su psiquiatra le diagnosticó Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC), una patología de ansiedad caracterizada por pensamientos que se repiten constantemente y se traducen en rituales. “De ahí en adelante empezaron todos los tratamientos y un ida y vuelta con la medicación”, dijo Alba a El Observador.

Para medir los síntomas del TOC existe una escala cuantitativa que va del cero al 40. Entre el 32 y el 40 la enfermedad se considera muy grave. José se ubica en el 37, según explicó el doctor Mario Orrego, su psiquiatra. 
El TOC no parecía mejorar y llegó un nuevo diagnóstico: la refractariedad a los tratamientos, que implica un rechazo tanto a la medicación como a la psicoterapia. “Él tiene muchas ideas mágicas. Cada día tenía que hacer más rituales para borrar esas ideas y últimamente estaba al servicio de su cabeza. Fue una lucha tremenda y una desesperación. Ya no salía de la casa, no se levantaba de la cama”, dijo su madre. La alternativa, y último recurso, era la neurocirugía, que en Uruguay se había practicado solo a dos pacientes con TOC.

La cirugía se denomina estereotaxia y puede realizarse para TOC o pacientes con agresividad. “Se refiere a la utilización de un equipamiento que permite la localización en el cerebro de todo tipo de estructuras de acuerdo al tratamiento que se requiera, sin necesidad de abrir el cráneo para hacer la operación. Simplemente a través de uno o dos orificios el equipo de estereotaxia nos permite guiar la aguja con un electrodo en el extremo a la zona del cerebro que consideremos necesaria”, explicó el neurocirujano Pablo Hernández.

El equipo se fija al cráneo del paciente (ver infografía) y con ese aparato se realiza una tomografía que se carga en un programa especial de computadora que calcula las coordenadas del sector en el que se quiere trabajar para introducir la aguja. “En estos casos (los de TOC) se hace una ablación, es decir, una lesión por temperatura que secciona fibras nerviosas que son los que están actuando en parte en la  disfunción que provoca la enfermedad ”, agregó el doctor.

Los resultados no son inmediatos, porque el cerebro puede demorar semanas en “acomodarse”. Tampoco se busca curar la enfermedad sino aliviar los síntomas. 
Para que un paciente pueda someterse a una estereotaxia debe comprobarse un mínimo de cinco años de refractariedad a la enfermedad. Eso le sucedió a José (nombre ficticio porque no quiere exponerse) que, finalmente, el lunes pasado fue operado por el doctor Hernández en el Hospital Regional de Tacuarembó, el único centro de salud que practica actualmente este procedimiento. El Hospital Maciel solía realizarlos con un equipo alquilado que su dueño terminó vendiendo.

Lograr concretar la operación implicó tener que pasarse de un servicio de salud privada al sector público. Como la mutualista de la que José era usuario no cubría los gastos de la intervención decidieron que lo mejor era que se afiliara a la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE).  
La operación duró un poco más de una hora,  incluyendo el tiempo que demoró hacerle la tomografía. Sus padres esperaban expectantes en los pasillos del hospital y su esposa hacía lo mismo desde Montevideo porque tenía que cuidar a su hijo de 5 años.

Aunque está casi recibido, la enfermedad nunca lo dejó trabajar. “Cuando estudiaba no estaba tan mal como ahora. Le costó un año y medio hacer la última materia. Cada vez fue peor”, siguió relatando su madre.

La alternativa que encontraron en la familia para que José pudiera trabajar fue que ayudara en la empresa familiar haciendo repartos en una camioneta una vez por semana. A eso le sumaron que fuera al banco a cobrar cheques. Sin embargo, al poco tiempo no quiso ir más porque la seguridad del banco sospechaba de sus rituales, que lo obligaban a entrar y salir del local varias veces seguidas.

“A él le dan vergüenza los rituales. Es muy consciente y sufre tremendamente. No está loco, sabe que lo que le pasa es ilógico pero no lo puede remediar”, lamentó Alba. 
Cuando surgió la posibilidad de operarlo, ni José ni su familia se negaron. Por el contrario, desde hacía varios años que venían averiguando sobre esa alternativa. 
“Lo único que el paciente planteó era si podía aliviar su sufrimiento y recuperar sus capacidades”, dijo el doctor Orrego, a lo que su madre agregó: “Era la oportunidad para que nuestro hijo pudiera vivir. Estábamos desesperados. También teníamos muy buenas referencias del Hospital de Tacuarembó”.

Cirugía de bajo riesgo – La neurocirugía para trastornos psiquiátricos comenzó a practicarse en Uruguay en 1947 de la mano del doctor Román Arana. 
La primera cirugía de estereotaxia en el país  se realizó en 2005 en el Hospital de Tacuarembó. Tres años después se comenzaron a practicar también en el Maciel. 
Al día de hoy se han realizado más de 20 procedimientos, básicamente en pacientes con agresividad, la mayoría en ese hospital.
La estereotaxia reemplaza a las famosas lobotomías, que se comenzaron a practicar en Estados Unidos a principios del siglo XX.

“Este tipo de cirugías no son las lobotomías originales. Con la estereotaxia uno va directamente a una pequeña zona del cerebro que se sabe que es disfuncional y que provoca determinados síntomas, sin tocar ninguna estructura cerebral”, explicó el neurocirujano Hernández. 
Los pacientes que se operan no quedan con secuelas del lenguaje, de la inteligencia, de las emociones ni de los movimientos. “Es una cirugía con abordaje muy pequeño que tiene una cantidad de herramientas que nos permiten darle gran seguridad al paciente. No hay riesgo y si hay, es muy bajo”,  dijo Hernández.

De todos modos, la operación se realiza siempre como último recurso y es necesario cumplir con una serie de requisitos. La enfermedad tiene que llevar más de cinco años de refractariedad, tiene que afectar todas las capacidades del paciente, sus roles sociales, laborales, académicos y familiares. “La invalidez es la conceptualización global de todo esto”, señaló el médico Orrego. 
Además, los psiquiatras que evalúan si la operación es pertinente o no deben recabar toda la información sobre los síntomas y rituales que tiene el paciente. “Son consideraciones instrumentales para evaluaciones objetivas para que en la evaluación se pueda hacer un estudio comparado”,  agregó Orrego.

Luego de realizada la operación, los pacientes quedan internados durante unos días para que baje la inflamación del cerebro. El tiempo de recuperación promedio va de tres a seis meses, en los que se realizan evaluaciones.  
José fue dado de alta cuatro días después de que lo operaron. Según contó su madre, en ningún momento tuvo confusiones –algo que puede suceder en estos casos–  y está sobrellevando correctamente el postoperatorio.

En los mejores casos, con la estereotaxia el TOC puede mejorar entre 50% y 70%. Para su familia la mínima señal de mejora ya es suficiente. “Es suficiente porque eso va a potenciar su tratamiento psicológico”, argumentó su madre. 
Cada tanto el hijo de José le pregunta: “Papá, ¿cuándo estés mejor me podés llevar a jugar?”. Tanto él, como su esposa y sus padres esperan que, de una vez por todas, la respuesta sea “sí”.

Un hospital que lidera en neurocirugía

La primera cirugía por estereotaxia en Uruguay se realizó en el Hospital Regional de Tacuarembó en 2005. La neurocirugía en general, por su parte, empezó a practicarse en ese hospital hace más de 10 años “en lo que era un gran sueño”, manifestó su director, el doctor Ciro Ferreira, a El Observador. “Lo fundamental era salvar vidas en el norte del país tratando que los pacientes que sufrían un traumatismo o que tenían un coágulo dentro de la cabeza pudieran recibir asistencia dentro las primera horas. Y el objetivo está ampliamente cumplido”, dijo Ferreira.
A principios de agosto se practicó en ese hospital la primera cirugía en el interior en la que mientras el paciente está siendo operado, lo despierta para que hable. En ese caso, quitaron un tumor cerebral a un hombre de 22 años.  Según publicó El País, a las 12 horas de la intervención el paciente ya hablaba, no tenía déficit motor y el tumor fue extraído en su totalidad. 
El hospital cuenta con el Centro Regional de Neurocirugía de Tacuarembó (Cerenet), que fue declarado de “interés nacional” por el Parlamento en 2008.

De elobservador.com

Sé el primero en comentar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo no será publicada.


*