De Washington Benavides

Pienso en los compatriotas, desde el más humilde rincón de nuestra tierra a los capitalinos, que no encontraron la mano amiga para asesorarlos en sus ideales, artísticos o científicos.
En su rincón, sentían que una vocación pugnaba por hacerse a la luz. Escribían y desechaban páginas que solamente el autor leía y analizaba.

¿A quién recurrir? Sentía un ímpetu formidable leyendo manuales sobre mineralogía; se pasaba de noche en noche leyendo sobre física, sobre las combinaciones químicas, sobre el vuelo, ¿a quién preguntar sobre enigmas que le cerraban el paso de sus lecturas?

Laburaba de portero en un cine, o era un caferata más en el bar de Guillama. Hasta que los pájaros de sus deseos se fueron con las golondrinas. Y entró a formar de esa legión callada de compatriotas que no lograron plasmar sus sueños.

Por eso, muchacho, muchacha te digo, arrímate a aquel medio o persona que te parece puede asesorarte. ¡No abandones tus sueños, no traiciones tu destino por dejadez o desidia: mete para adelante!

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