EL CAPITALISMO Y SUS ESTRATEGIAS (II) / Por Prof. Sheila Tarde

“El significado real de nuestras vidas deberá estar expresado en términos de consumo. Deberá crecer la presión sobre los individuos por conseguir seguridad y aceptación según los estándares sociales, lo que hará que tienda a expresar sus aspiraciones y su individualidad en términos de lo que viste, lo que maneja, lo que come, su casa, su auto, su patrón de alimentación, sus hobbies”. Víctor Lebow, 1955.

En nuestro anterior encuentro comentamos algunas características del capitalismo inicial del siglo XIX. Hoy trataremos de identificar al capitalismo actual, este sistema en el que desarrollamos nuestra vida cotidiana. En el siglo XXI hemos logrado un gran desarrollo tecnológico, visitamos el espacio y día a día se crean nuevas invenciones, a pesar de ello la humanidad ha retrocedido, ha involucionado, algunas cifras pueden ser bastante ilustrativas:

-la producción mundial bastaría para alimentar a 12.000 millones de seres humanos (casi el doble de población actual). A pesar de esta abundancia:

-1 niño, menor de 10 años, muere de hambre cada 5 segundos.

-100.000 personas mueren de hambre todos los días.

-218 a 400 millones de niños son obligados a trabajar en el mundo.

Es evidente que la injusticia se genera en la distribución de los recursos, como ejemplo otro dato: 500 multinacionales controlan el 52 % del producto mundial. Existe una terrible concentración de la riqueza, el poder está en manos de unos pocos mientras la gran mayoría de la población no tiene acceso a bienes básicos como el agua, el alimento y el abrigo. Los mayores perjudicados son los niños, existe un proceso de infantilización de la pobreza.

Estos datos nos muestran que el capitalismo ha triunfado y sigue mutando y desarrollando nuevas estrategias para crecer e implantarse en todo el mundo. Ante esta realidad uno se pregunta: ¿cómo hemos llegado a construir un mundo tan injusto?, ¿cómo podemos ser indiferentes ante tanto dolor?, ¿para qué tanto desarrollo sino somos capaces de proteger a los más débiles? Y las respuestas conducen a un mismo tema: vivimos en un mundo determinado por el “killer capitalismo”, el sistema económico más injusto y violento creado en toda la historia de la humanidad. Nunca hemos estado tan deshumanizados como en este tiempo en que vivimos.

¿Cómo llegamos a esto? En el encuentro anterior mencionábamos a la producción industrial como clave para el capitalismo incipiente, actualmente hemos pasado de ser una sociedad de productores a una sociedad de consumidores. Nuestra identidad está signada por lo que somos capaces de consumir, ya no importa como somos sino que, la afirmación es: “somos si podemos comprar”, existimos si tenemos capacidad de compra. Lo importante es “tener” y ya no “ser”.

Una investigación realizada por la Dra. Annie Leonard (la historia de las cosas), analiza cómo funciona nuestro mundo en la actualidad. En ese trabajo la Dra. evidencia cómo nos han convertido en consumidores, y quienes son los que diseñaron este mundo en que vivimos. Inocentemente tendemos a creer que vivimos de acuerdo a nuestras decisiones, en realidad vivimos en un mundo ideado y planificado por los poderosos. Revisando un poco de historia vemos que ya en la crisis de 1929 en EE. UU., varios empresarios trataban de encontrar soluciones que reactivaran la economía, entre ellos un comerciante llamado Bernard London en 1932 escribe un libro titulado «Acabar con la depresión a través de la Obsolescencia Programada». En este libro propone una fórmula para generar un crecimiento de la economía que fuera continuo y estable. London asegura que sólo mediante la obsolescencia programada (mal funcionamiento proyectado) de los bienes y servicios que produzcan, “podemos garantizar que la maquinaria fabril siga en funcionamiento y, con ella, la sociedad de consumo”. London culpabiliza de la depresión económica mundial a los consumidores que desobedecen “la ley de caducidad” usando “sus coches viejos, radios viejas y ropa vieja mucho más de lo que los estadistas habían esperado”. Este planteo lo volvemos a encontrar luego de la segunda guerra mundial en EE. UU., por Víctor Lebow (1955) “Nuestra economía altamente productiva, requiere que hagamos del consumo nuestro modo de vida; que convirtamos en un ritual la compra y uso de las mercancías, que busquemos nuestra satisfacción espiritual y la satisfacción de nuestro ego en el consumo. Necesitamos que las cosas se consuman, quemen, reemplacen, desechen a un ritmo cada vez mayor”.

Estos planteos han creado el mundo en que vivimos, el cual está orientado al consumo, para lograr que nos convirtiéramos en consumistas y desecháramos productos perfectamente útiles idearon un mundo regido por dos principios básicos, ellos son:

obsolescencia programada: este término significa que un producto es diseñado para reducir su vida útil lo antes posible, garantizando así que el consumidor deba comprar otro. O sea que son productos “diseñados para la basura”. Es evidente que en el mundo en que vivimos los productos tienen una vida útil menor a las generaciones anteriores. Es que han sido diseñados así, un ejemplo claro lo tenemos con las lamparitas eléctricas que fue creada en 1879 por Edison, era el deseo de los ingenieros que las lamparitas duraran el mayor tiempo posible, en 1881 se creó una que duraba 1.500 horas, en 1924 otra de 2.500 horas. Pero en 1928 una revista empresarial advierte que, si existía un artículo que no se rompía era “una tragedia para los negocios”, entonces el cartel (unión de empresarios) Phoebus presionó para que las lamparitas tuvieran un menor tiempo de uso, garantizando la compra constante. Existe aún una lamparita de esa época que ya ha cumplido 100 años ininterrumpidos de uso y que se encuentra en una estación de bomberos en EE.UU.
Este principio es también evidente en artículos como las impresoras, las cuales tienen un contador de hojas impresas que cuando llega a un determinado número de copias se tranca y nos obliga a comprar otra. Esta continua y excesiva cantidad de productos adquiridos y desechados genera gran cantidad de basura que los países poderosos envían a los más pobres, especialmente a África.

“Diversos informes estiman que la generación mundial de residuos electrónicos alcanza los 50 millones de toneladas cada año,… aunque se calcula que para el 2020 se generen cerca de 100 millones. El 75% de esa basura electrónica generada en los países desarrollados va destinada a los países menos desarrollados. En el caso de Europa, la mayoría de los residuos electrónicos termina en vertederos de Nigeria o Ghana, aunque Egipto, Pakistán, China e India, también forman parte de la ruta de la llamada “e-basura” europea. Ghana, por ejemplo, recibe el equivalente a 400.000 monitores de ordenador cada mes.”

Para que estos envíos sean “bien vistos”, los países europeos envían su basura con la etiqueta de “mercancía de segunda mano”, con el objetivo de reducir la brecha digital, una “ayuda” de los países poderosos hacia los más pobres.

obsolescencia percibida: La obsolescencia percibida se define como  “el deseo del consumidor de poseer una cosa un poco más nueva, un poco mejor y un poco antes de que sea necesario”.  Es entonces cuando entra a jugar la publicidad. El objetivo es seducir al consumidor para que sienta la “necesidad” de poseer el último modelo, aunque sus nuevas características no impliquen ninguna mejora. Esto es muy evidente en la moda, que temporada a temporada cambia para obligarnos a comprar las últimas tendencias y así mostrar al resto de la sociedad que somos dignos de ser aceptados. Usar un modelo anterior pone en evidencia que el  consumidor no adquirió el producto nuevo, y por tanto, de acuerdo a los valores imperantes en una sociedad consumista, puede ser un indicador de que no tiene recursos suficientes, lo cual lo coloca en una escala inferior.

Ante esta realidad en que vivimos nos preguntamos: ¿qué hacer? ¿Continuar alimentando la gran máquina del consumo?, ¿seguir generando dolor e injusticia con nuestra indiferencia?. Creemos que no, la opción es no resignarse, es luchar para combatir la indiferencia, es resistir. Elegimos las palabras de un grande, Ernesto Sábato, para responder: “En esta tarea lo primordial es negarse. Defender, como lo han hecho heroicamente los pueblos ocupados, la tradición que nos dice cuánto de sagrado tiene el hombre. No permitir que se nos desperdicie la gracia de los pequeños momentos de libertad que podemos gozar: una mesa compartida con gente que queremos, una caminata entre los árboles, la gratitud de un abrazo… La salvación del hombre, está en el amor: «el ser humano […] sólo se salvará si pone su vida en riesgo por el otro hombre, por su prójimo, o su vecino, o el chico abandonado en el frío de la calle…, nos salvaremos por los afectos

Referencias: http://laredinformacion.es/content/dise%C3%B1ados-para-ser-desechados

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