AQUELLOS TIEMPOS: Casa García Pallares, foto estudiantil 1970 y W. Benavides

CASA GARCIA PALLARES

Esteban Marcos García Pallares fue un “self made man”. Nació en Goñi, departamento de Florida, y al poco tiempo su familia se trasladó a Canelones, cerca de Las Piedras, donde falleció la madre, quien a la sazón tenía 45 años y era madre de 17 hijos. Esteban Marcos contaba entonces 7 años y se vio enfrentado a tener que recurrir a sus propias fuerzas para salir adelante. Una familia amiga de Durazno lo protegió, llevándolo a trabajar en la tienda que allí tenían, y donde Esteban Marcos empezó a vender subido a un cajoncito para alcanzar al mostrador, y ofrecer las telas de moda a las clientas que le habían tomado cariño y le compraban. Al mismo tiempo, iba a la escuela donde empezó su educación formal.

Más tarde se trasladó a Montevideo, adonde tenía un hermano mayor que trabajaba en la construcción del Palacio Legislativo y Esteban Marcos fue seleccionado para trabajar en las esculturas del Palacio, uno de los trabajos más delicados de la construcción. Mientras tanto, no descuidaba sus estudios y siguió cursos de contabilidad en el Liceo Ariel, Ya con 15 años se empleó en una empresa aseguradora inglesa, trabajo que le requería visitar el interior. Fue así que conoció Tacuarembó, y sabiendo algo de contabilidad, consiguió trabajo en lo de “Olivera y Chiesa”, donde se desempeñó por poco tiempo, pero echó raices en esta ciudad. Siendo muy joven aún, se casó con Herminia Díaz Romero. Por el año 1934, contando él unos 30 años compró un local sobre 18 de Julio, frente a la Plaza 19 de Abril, y abrió un negocio de almacén por mayor y menor, ayudado por su esposa, mujer de gran intuición, quien a través de los años fue su principal colaboradora. Más tarde, anexó una barraca de cereales y promocionó la plantación de maní y girasol. Esta actividad es la que lo destacó por sobre toda otra cosa, pues fue el primero en vislumbrar la importación que tendría la agricultura en la zona.

Además de su actividad comercial, García Pallares se ocupó de la política y fue edil desde muy joven, hasta su muerte acaecida en 1969, a los 65 años. A pesar de su larga militancia política, nunca aceptó ningún cargo parlamentario, pues vivía el concepto de que la política no debiera ser ejercida por un sueldo sino por los ideales. En política, como en su vida comercial y en a privada, fue gran conciliador, enérgico, austero, y muy humanista, practicando las enseñanzas de Cristo y siendo devoto de la fe católica. Por esas mismas razones, nunca sancionó y nunca denunció a quien encontrara en falta, pues consideraba queso un hombre robaba, lo hacía por necesidad o por tentación y en ambos casos sabía perdonar y aconsejar. Por esas características de hombre de bien, sus empleados le querían y le cumplían. Algunos de ellos fueron: Margarito Sosa, Hugo da Silva, Alba Labarnois, Aurora Cabaglisto, Valentino Pruense y las tres hermanas Silveira.

A Esteban Marcos García Pallares se le recuerda como a un hombre cuidadoso de su apariencia, siempre bien vestido, con polainas, sombrero gacho y por supuesto, saco y corbata; un hombre exigente consigo y con los demás, que tenía el don de saber mandar y hacerse respetar por ser él mismo muy respetuoso y gran trabajador, pues estaba en su puesto directivo incansablemente hasta en jornadas de 18 horas. (De “Tacuarembó, ciudad de oportunidades” – Celia Testa)

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Coro del Liceo Departamental – Año 1970

 

 

 

 

 

 

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BALANCE PRIMARIO DE OLORES Y SABORES
El olor de la cebolla frita
el olor de la papa humeante
el olor del café recién colado
el de las tortas fritas
llegando como un duende
desde la cocina
mientras arrecia el aguacero
el olor de la alhucema
al descubrir la cómoda
o de las manzanitas de olor
o del vetiver de la Tía Helena
el olor de las uvas
bajando del parral en el verano
el olor del pasto recién cortado
el olor del pan casero
escapando como el espíritu del horno
el ajo «maldiciente»
pero tan buen vecino
el olor del kerosene
el primus o la lámpara
deidades de los campos y el suburbio
el ácido olor de la tormenta próxima
el olor a naftalina
custodia de recuerdos
el olor a perro de la alfombra
el natural olor a sexo
de la orquídea leonada
el olor a centaura
de la montura del caballo
el éter del lanzaperfumes
de los años 50
y el éter truculento del hospital
el olor jeroglífico
de las bibliotecas
el olor a agua del río
de la sandía abierta
y el olor africano
de la tangerina
el olor a linimento mixturado
con el de las axilas
de los vestuarios deportivos
y el lejano olor a zorrillo
y yerbabuena
de las noches de verano norteñas
el olor recio de la caña
y el dulzón de la leche
y el sabor astringente
de los rubíes de la granada
el olor de la angustia
de un cuarto de pensión
el olor misterioso
del cuarto clausurado
el olor a ratón del baúl
decimonónico
el bello olor de la ropa
recién lavada
sonante como un velamen
de las azoteas
el olor cautivo de la cárcel
el mismo olor a cautiverio
del zoológico
olor a mar del cuerpo
de Saint John Perse
de Homero de Walcott
de Neruda
el olor del bebé
del becerrito
el olor del vino de tonel
el certamen de olores
del almacén de ramos generales
el olor del osario
que inventa al fuego fatuo
el olor de la albahaca
y el olor del tomillo
del orégano
y la rosa de cerco
el estragón
y el jazmín del país
el olor a velorio en la camelia
y el olor a novia suburbana
de la violeta
el trapo quemado del basural
y el patético zapato viudo
de las quemas
el olor a tabaco del tugurio
y el estiércol eglógico
del establo
el sabor de la vaina
de vainilla
pescada de la fuente
con el dulce de leche
el olor a pintura y aguarrás
que hería a Dostoyevski
que sabe a cambio
(en el ideograma chino
«crisis» está compuesto
por los ideogramas
de «peligro» y «cambio»)
¿a qué olerá La Muerte?
-me digo-
no lo muerto.

(Se aceptan adhesiones
al balance.)
WASHINGTON BENAVIDES

(«sensual y triste como un niño ciego» trata de abarcar lo inabarcable)

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