Aquellos tiempos…

El Prebístero MARIO RODRIGUEZ (*) – “Hablar del Padre Mario, es hablar de un hombre lo que fue en tal forma, que al referirse sobre él Dardo Ramos en su libro “Tacuarembó” dice: `Es una persona inteligente, muy amable y cordial. Quien cambia dos palabras con él queda inmediatamente cautivado por su natural simpatía y la fineza de su trato; por la fluidez y naturalidad de su expresión y por sobre todas las cosas y más que nada, por la claridad de sus ideas y la profundidad de su pensamiento”

Nació el 25 de setiembre de 1908, en Capilla del Carmen, departamento de Durazno. Era hijo de Epifanio Rodríguez y Dolores Rearde. Ingresó al Seminario de Santa Lucía el 14 de marzo de 1919. Luego pasa al Seminario en Montevideo, donde terminó Filosofía.

Sus excepcionales condiciones, le permitieron que fuera elegido para seguir estudiando en la Universidad Gregoriana de Roma, siendo uno de los más brillantes alumnos, que prestigiara el Colegio Pío Latinoamericano. Allí cursó Derecho, Sagrada Escritura y Teología, graduándose de Doctor en ésta última. El 30 de noviembre de 1930, se ordena Sacerdote en la Basílica de San Juan de Letrán. Ofició su primera misa en la Basílica de San Pedro, en Roma. Regresó a su patria en 1931, tocándole a Melo el honor de tenerlo entre los suyos.

En 1932, es nombrado Teniente de Tacuarembó a la diestra del Padre Jaime Ross. En 1936 fue Párroco en Isla Mala, Florida. En 1942 regresa a Tacuarembó como Vicario, y en el mismo año, a la muerte del Padre Jaime Ross, fue nombrado Párroco el día 30 de agosto. En 1945, vio realizado unos de sus sueños: funda el Colegio Jesús Sacramentado, y en 1954 funda el Instituto San Javier. El 8 de diciembre de 1943, el Padre Mario tuvo la oportunidad de recibir, recién terminado, el Templo de la Parroquia de la Santa Cruz.

El Padre Mario Socorro Rodríguez, falleció el 11 de diciembre de 1980, tras cumplir 27 años de labor al frente de la Parroquia San Fructuoso.

(*) Palabras expresadas por el edil Dr. Ivo Ferreira Buadas en la Sesión Extraordinaria celebrada en la Junta Departamental de Tacuarembó el 14 de junio de 1993 en homenaje al Padre Mario Rodríguez.

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“ESCOBAR, EL VENCEDOR DE MASOLLER” – Casi cualquier persona sabe que la batalla de Masoller, librada el 1º de setiembre de 1904 entre revolucionarios del Partido Nacional y fuerzas del gobierno de José Batlle y Ordóñez, significó el fin del caudillo blanco Aparicio Saravia y de una guerra civil. Pero muy pocos saben quien fue el jefe de las tropas gubernistas en esa ocasión. A veces ocurre que el vencido tiene más aura que el vencedor, porque la leyenda es más poderosa que la realidad. Escobar, el vencedor de Masoller reivindica la figura de José Nemesio Escobar, un caudillo olvidado. Su autor es ERNESTO CASTELLANO CHRISTY, licenciado en Ciencia Política y en Administración de Empresas, oriundo de Tacuarembó. Recoge abundante documentación sobre Escobar (1849 – 1919), un hombre del norte del país que participó en muchas acciones armadas entre 1870 y 1904, un cuarto de siglo sangriento. Ocupó cargos de importancia, como las jefaturas políticas de Rivera y Tacuarembó, siempre en el bando del Partido Colorado.

Al estallar la guerra civil de 1904, José Escobar, entonces un coronel de 55 años, lideró la División Tacuarembó. El 1º de setiembre el azar lo colocó junto a sus tropas en los cercos de Masoller, un paraje desolado fronterizo con Brasil. Ya de noche, después de una breve y cruenta batalla, algunos de sus soldados dispararon y tumbaron a un jinete de sombrero y poncho blanco que recorría la vanguardia revolucionaria.   Fue el fin de una guerra y el principio de una leyenda y de muchos olvidos.

(Extraído de El Observador 12.12.09)

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Anécdota del Dr. Luis Castagnetto – “Pasando el Hospital de Beneficencia a ser dependencia de Asistencia Pública Nacional los progresos en cirugía se hicieron sentir, pero muy lentamente pues el Hospital que trasladado a una casa que reunía las condiciones a que se la destinaba. Para tener una idea de la práctica de la cirugía en campaña es conveniente considerarla: 1º) En plena campaña, a grandes distancias. 2º) En la ciudad.

En plena campaña la cirugía queda limitada a las urgencias (obstetricia, heridas). En estos casos la cirugía está llena de dificultades, incertidumbres y peligros para el médico. En primer lugar, la falta de cultura general de la mayor parte de la población que no tiene el menor conocimiento de la lucha moral que sufre el médico al intervenir en un caso urgentísimo que no puede ser trasladado, y cuyo resultado depende de la pronta intervención, con carencia absoluta de auxiliares, en un medio completamente inapropiado, y si desgraciadamente llega a ocurrir un fracaso, sólo al médico atribuyen esa responsabilidad.

A mi llegada a esta ciudad me contaron mis colegas que llamados con premura a campaña para un caso de parto se encontraron con una señora con gran anemia (hemorragia por placenta previa) y decidieron intervenir de inmediato, pero la enferma falleció en el acto operatorio, por lo que tuvieron que encerrarse – los dos colegas – en una pieza para evitar que se cumplieran las amenazas de muerte proferidas por el esposo de la fallecida (pudieron escapar gracias a la serenidad de uno de ellos)”.

Extraído de “Tacuarembó, historia de su gente” de Sylvia Puentes de Oyenard

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