UN MERECIDO HOMENAJE AL CLUB CERRITO

“Por alentar la resistencia antes y durante la última dictadura” reza la placa colocada en la sede del Club Cerrito el lunes 18 de abril. El reconocimiento procedió de la Comisión Departamental de Derechos Humanos de Tacuarembó y responde a la actitud que tuvo la institución de Barrio La Palma en tiempos de la última dictadura cívico militar que se instaló en nuestro país. El clima lluvioso reinante no fue impedimento para que numeroso público colmara las instalaciones del gimnasio del Club para participar de la ceremonia.

En cuanto a la justificación del homenaje por parte de la Comisión, el integrante de la misma, Cley Espinosa, especificó “es así, que es muy fácil justificar este reconocimiento, porque aquí no estamos inventando nada, aquí las cosas pasaron” agregando “tanto que alguno se preguntará: ‘¿Resistencia de qué?’, obviamente nos referimos, no a una resistencia militar o armada, sino a la resistencia ciudadana, pacífica, clara, firme y decidora.

En los momentos más difíciles, este fue un lugar donde encontrar un oído cómplice, alguien con quien hablar, con quien compartir el miedo, las ideas y por sobretodo tener un cobijo afectivo, porque si bien la mayoría tenía sus familias, todos sabemos que hay cuestiones que muchas veces por el propio afecto y cuidado a los familiares no se los hace partícipes, como sí se le puede compartir con amigos. Especialmente reconocemos en esta placa aquel período que comenzó años antes de la dictadura cívico militar, y que se extendió a lo largo de esta. Pero ello no implica desconocer lo mejor de esta historia, y es que este ha seguido siendo hasta el día de hoy un lugar de resistencia”.

Por parte del Club Cerrito habló la vecina Julia Esquivo Samusenko, quien dijo “muchos de los que están aquí no necesitan escuchar nada para saber qué significó Cerrito en el tramo histórico de las décadas del 60, 70 y 80 en Tacuarembó, porque ellos lo vivieron y lo sostuvieron, con su carga de riesgos, de pesares, pero también con la energía del que no se doblega, del que no se rinde. Cuando todos los vientos poderosos soplaban en contra, una brisa viva, a ras del pueblo acariciaba nuestras heridas y nos daba oxígeno para seguir adelante.

Así fue la resistencia, veredas de solidaridad que se llenaron con los pasos de los compañeros, de vecinos, de gente de nuestro pueblo que ha pesar de las amenazas se arrimaban para dar una mano o sumarse a la vida de la Sede; las camisetas verdes y blancas tendidas en los alambres de las casas del barrio, cada semana listas para afirmar la vida a través del deporte, con los que estaban, y por los que no estaban, así se disputaba el balón, aquellos días en que tenía una dimensión concreta, material, la palabra esperanza. Aquellos versos del Candombe al Pelé, lo decían claramente, ‘con lo que nadie te quitará la globa / en el campito vos liberás tu arte’ Era la experiencia de todos, más allá del fútbol. Había algo que nunca nos iban a quitar, y ese era el camino para la liberación.

La resistencia fue una práctica colectiva, de muchos, en todos los lugares, y de formas variadas. Nosotros fuimos parte de esa práctica, que mantuvo vivas las razones por las que estaban presos nuestros compañeros, por las que habían ofrendado sus vidas el Gringo y el Chamamé, y por las cuales la arriesgaban cada día los que sostenían las organizaciones populares aún bajo dictadura. Y está claro que no solo se trataba de acciones políticas convencionales: ayudar a la familia de un preso, rodear con vecindad la ‘soledad desamparada’, podía ser peligroso. Aquel humilde ‘rancho’ de aquellos días fue manta para pelearle al reaccionario invierno lanzado sobre nuestro pueblo”.

La ceremonia realizada en el Gimnasio “Heber Esquivo” culminó con espectáculo artístico con la presencia de Jonathan Rocumpaj, murga La Sencillita y Hugo “Cheche” Esquivo.

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El Cerrito…

“Prácticamente fui fundador de Cerrito, allá por la década del `50; como toda cosa fue un proceso. Fueron unos diarieros y lustradores que pateaban en la canchita de TIOSAC, y en un predio que servía de caballeriza a Caorsi –entre el Sandú y Pablo Ríos- y el nombre de Cerrito viene de ahí, porque los caballos al pisotear dejaban unos montículos y formaban unos cerritos, el nombre no tiene otro contenido que ese. Había un zapatero, Toribio, que más o menos los juntaba, pero era un grupo desorganizado, pateaban algunos descalzos y otros de alpargatas. Una noche me dieron una serenata y me comprometieron. Al otro día podríamos decir que comenzó la vida institucional de Cerrito. Yo esa noche me emocioné y vi la posibilidad de futuro, además no existía ningún cuadro en el barrio y noté la pureza de aquella gurisada, elemento que se mantiene hasta hoy.

En cuanto a la camiseta, ellos usaban un color verde que fue la que se mantuvo. Cerrito fue fundado como medio para mejorar a la gente, con aquellos gurises, donde estaban el Ariel y el Luis Sum, el “Gordo” Silva, el “Pocholo” Chagas y habían otros más; el “alma mater” fue el “Polaco” Sum, muy emprendedor, posteriormente fue Presidente del equipo. Después se integraron el “Ave Negra” y el “Mingo” Bentancurt que fue con quien alquilamos de nuestro bolsillo la primera sede que fue el galpón que está en los fondos de la sede. Luego al lotearse toda esta zona, se hizo una campaña financiera para adquirir este predio.”

El predio…

“Cuando se iba a rematar toda esta manzana, por lotes, por medio de la firma “Durdos y Latierro”, hicimos una campaña financiera para adquirir este lugar. Al momento del remate todo esto estaba lleno de gente y nadie iba a “picar” porque todo el pueblo sabía que esto lo íbamos a comprar nosotros, ya que estuvimos un año juntando la plata para la seña. Pero resulta que apareció uno en un “colachata” y empezó a “picar”. Claro, el hombre veía que era una esquina bárbara para poner un negocio. Y bueno, ¡se nos fue la plata de la seña!

La gurisada empezó a llorar… era todo un esfuerzo perdido. Entonces me la jugué, fui a donde estaba rematando don Federico (Durdós) y le dije: ‘¿No me fiaría?’, el me contestó ‘¡Sigan picando!’, y seguimos ‘de gratis’. El ‘Negro’ Escildo Gómez, era el que había estado haciendo los piques; yo le decía que siguiera y él me miraba y no podía entender, pero siguió picando. Mientras la gente ‘presionaba’ al otro picador hasta que dejó de ofertar y se fue. Un día lo encontré y me dijo, ‘yo picaba porque me convenía, no sabía del aspecto social de la cosa’.

Cuando nos lo adjudicaron hubo una gran fiesta, la gente saltaba y bailaba. Al otro día conseguí un vale en el Comercial, a sola firma, porque la seña se había ido a más de lo juntado por nosotros. El gerente del Banco también se portó de lujo. Cuando tuve la plata la gente me decía ‘vos estás loco, ¿dónde conseguiste esto?’, creían que yo había robado. Por eso digo que hasta la firma ‘Durdós y Latierro’ está implicada en esto que es hoy la sede, cosa que muy pocos saben. Algún día tendremos que hacerle un homenaje a don Federico por ese gesto, porque dejó todo el aspecto comercial para solidarizarse con la cosa. Fue un hecho inapreciable que marca la historia de Cerrito, sino no podríamos tener esto.”

Extraído de Semanario Batoví (3/5/1991) – Reportaje de Gustavo Bornia a Heber Esquivo.

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