UTE: ELECTRICIDAD PARA “PASO CEFERINO” Y “PUEBLO 33”

En Paso Ceferino UTE ejecutó 9.500 metros de tendido red de media tensión y 500 de línea de baja tensión, además de construir 10 subestaciones para llevar la luz a 16 familias de la zona, a la Escuela Rural N°35, una policlínica y una capilla. El costo total de la obra alcanzó a unos U$S 120.000. MEVIR realizó las instalaciones interiores en los 19 locales. El caserío de “Paso Ceferino” se ubica en las costas del gajo sur del arroyo Tres Cruces, en el llamado Paso Ceferino, cruce de camino que une Paso de Sosa con el arroyo Tres Cruces, con el camino de la Cuchilla de la Casa de Piedra. La Escuela Rural Nº35 cuenta con 5 alumnos.

En Pueblo 33 de Cañas, UTE tendió 12.300 metros de línea de media tensión y 500 de línea de baja tensión, además de construir 22 subestaciones para abastecer a 33 vecinos y la Escuela Rural N°17. Las instalaciones interiores también estuvieron a cargo de MEVIR. El costo fue de U$S 105.000, el 50% de los cuales está subsidiado por OPP. UTE desembolsó unos U$S 30.000 en materiales básicos y complementarios para la escuela, en el marco del convenio con ANEP. Caserío de 33 o Cañas, se ubica al oeste del gajo norte del arroyo Tres Cruces y al Este el arroyo Cañas. Sobre camino de la Cuchilla del Rincón. El nombre de Treinta y Tres, se debe a que el caserío estaba formado por 33 viviendas y el de Cañas, a la proximidad del arroyo de este nombre. La Escuela Rural Nº17 tiene 7 alumnos.

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MAESTRA MARIANA DUTRA: “Este día quedará marcado para siempre en el corazón de todos nosotros”

Palabras de la maestra directora de la Escuela Rural Nº17 de “Pueblo 33” en la zona de Cañas, Mariana Dutra da Silveira, el 9 de agosto pasado, día de la inauguración de la electricidad en la zona.

“Hoy las circunstancias me llevan a tener el privilegio de vivir un momento histórico para la comunidad y la Escuela de Pueblo 33. Privilegio que me llena de orgullo y que viene acompañado de la compleja responsabilidad de representar con mis palabras el sentir de un sinfín de personas que aún sin poder creer como una de sus aspiraciones más remotas se hizo realidad, una realidad que se forjó a partir del trabajo mancomunado y constante de todos los que soñaron con una realidad diferente y no esperaron sentados a que los cambios vinieran hacia ellos, sino que los construyeron e hicieron surgir con fuerza las raíces artiguistas que no debemos perder ni en los tiempos más difíciles, y que demuestran como siempre es que, como dijo José Gervasio Artigas: “Nada debemos esperar sino de nosotros mismos”.

Es importante recordad que todo lo que queramos hacer en el futuro para superarnos o mejorar, estará condenado al fracaso si no tenemos en cuenta el preso de la tradición que está detrás nuestro. No para ceñirnos a ella, sino para comprenderla y partir de ella para nuevos pasos. Es en ese sentido, que quedará marcado para siempre este día en el corazón de todos nosotros, desde hoy dejaremos de lado los faroles, las corujas, las lámparas, ya no cruzaremos los dedos para que los paneles logren cargar energía en esos días de invierno en los que las nubes dominan el paisaje semanas enteras.

En palabras del maestro Soler Roca: “La cultura de los pueblos y su historia no solo se encuentra en los libros, también está en la memoria de la gente”.

Memoria que está presente en cada abuelo, padre, madre, miembro de la comunidad en general, y por sobre todo, en los niños. Cada niño es una semilla que deberá dar vida a la identidad local, defender sus raíces, y hacer crecer el árbol de la memoria colectiva. La escuela, en ese sentido, cumple un papel fundamental, fue esta una de las primeras escuelas del departamento y del país, por aquí pasaron las misiones socios pedagógicas de la década del 40 impulsadas por el maestro Julio Castro, fue de las primeras escuelas en implementar los comedores escolares, y por sobre todas las cosas, se mantuvo vigente, a pesar de todo, por ya más de 126 años de labor ininterrumpida. Y mucho de esto se lo debemos a las familias, a los que apostaron por seguir viviendo en el campo a pesar de que las circunstancias no siempre eran las mejores, a todos los que se acercaron a preguntar si se necesitaba algo y dieron su apoyo incondicional, a los que dieron una mano, o dos, en pintar, arreglar y dejar linda la Escuela para que la fiesta sea completa.

A todos ellos, a los que estuvieron y a los que estarán, muchas gracias, recuerden siempre “que un solo rayo de luz es suficiente para despejar muchas sombras”.

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