Las manos de un tacuaremboense fueron las que modelaron la mayoría de monumentos, bustos y relieves que se observan en nuestra ciudad. José Bulmini fue el artista, un hombre con una bohemia particular casi ermitaña para estos tiempos. Su entorno es el taller, absorbido con su mundo amplio que lo caracteriza como “una persona más contemplativa que activa”, él vive en sus creaciones, inventos (telescopio, horno) y algunos proyectos quedados por el camino. Casi un desconocido para sus coterráneos, excepto a través de sus obras. Bulmini ha vivido prácticamente toda su vida en la misma zona. Nacido un 3 de enero de 1925 en “el cruce de las avenidas Oribe y Oliver”, hijo de padre libanés y madre uruguaya. Hoy tiene 65 años, tres hijos y un nieto.
Seguramente la niñez en la primera mitad del siglo difería notoriamente con la actual.
– En lo que a mí respecta no tengo malos recuerdos, fue normal y siempre en este barrio. Mi padre tenía comercio con mercaderías de almacén y tienda, por lo tanto no teníamos privaciones. A mí, de niño, me gustaba estar solo, mis juegos eran construir cosas en maderas como puentes, hacer caminos y cosas por el estilo. Fui siempre a la Escuela Nº7, de donde recuerdo a algunas maestras como Adela Granja de Beloqui, Lucía Palombo de Techera y Lelia Quintana; recuerdo también a algunos compañeros, un muchacho Olivera, Bornia –su padre-, también a Regino Núñez… Luego fui al liceo, solo un año porque murió mi madre e interrumpí los estudios, pero seguí como autodidacta, leyendo y dibujando. Inicié un curso de dibujo por correspondencia, comencé a modelar algunas cosas empezando a ensayar algunos bloques de arenisca, también en greda.
¿En cuánto a su juventud?
– Generalmente, fui un tipo solitario aunque tenía amigos, con los cuales hacíamos caminatas y pasábamos ratos juntos; entre éstos estaban Venancio Pereira y sus hermanos. En esa época ya dibujaba, también hacía algunas acuarelitas pero la inclinación más fuerte que sentí fue hacia la escultura. Me atrajo más la forma que el color y me sentía con más solvencia para definir formas que para el color.
¿Existían escultores en aquel entonces en nuestra ciudad?
– No recuerdo escultores, es posible que sí. Lo que pasa es que muchos artistas tacuaremboenses se iban de acá, porque el que quería progresar tenía, necesariamente, que irse. Ahora lo que me atrajo siempre eran algunas cosas que había en la ciudad, por el ejemplo el Rodó hecho por Ferrari que está en el Parque, también muchas esculturas del cementerio –que para mí es un museo-, así como cosas ocasionales que descubría en Tacuarembó. Yo desde niño fui siempre observador, más bien era una persona más contemplativa que activa.
En determinado momento se traslada a Montevideo para profundizar en su arte…
– Fue en 1954, ingresé en la Escuela de Bellas Artes cuyo director era Adolfo Pastor, los profesores era Juan Martín, Posse, Yeppe, Ricardo Aguerre y Belloni, que a veces concurría –él iba más bien a la Escuela Industrial-, y tuve de compañero a Octavio Podestá. Ahí encontré la parte medular de todo concretando varias aspiraciones. Todos los que concurrían eran empujados por inquietudes, era gente muy idealista y fermental. En Bellas Artes estuve hasta 1955.
¿Luego volvió a Tacuarembó?
– Sí, me vine a Tacuarembó y tuve oportunidad de hacer unos trabajos modestos –indudablemente- en la administración de Goyenola, como la fuente del Parque Rodó, una cabezas de indios en la entrada de la Plaza de Deportes, también algún otro motivo escultórico emplazado en algunos lugares, algunos de ellos fueron destrozados, lamentablemente hay manos arteras que rompen lo que se ha hecho. Unos se dedican a hacer y otros a estragar. Más adelante estuve en Rivera dando clases en el Liceo Piloto y además tuve oportunidad de hacer el busto del poeta riverense Olinto María Simóes, también el de Paul Harris y en Santa Ana el de Prefeito Borba y algún otro trabajo. Yo a Rivera iba y regresaba luego a Tacuarembó, y en forma efectiva tuve dos o tres años más o menos.
Por ser una ciudad fronteriza, Rivera tiene características diferentes a Tacuarembó.
– Es más cosmopolita. A mí me sirvió conocer otra realidad, porque al artista ver otras realidades le sirve porque le amplía el horizonte. Conocer enriquece el espíritu de la persona, ojalá yo pudiera conocer más realidades, ir a Europa por ejemplo, pero la situación económica influye.
¿Ha hecho trabajos para otros lugares aparte de los citados?
– Sí. Generalmente han sido bustos de Artigas, pero obras de entidad grande no, porque son muy costosas y si no hay un respaldo económico no se pueden hacer.
La creatividad no tiene dimensión física.
– Por supuesto, la creatividad no tiene que ver con lo voluminoso, lo grande o lo chico, sino que se limita a estudios y cosas como las que se ven en el taller. Muchas no son por encargo de nadie, las hago y las voy archivando.
¿Pasa muchas horas en su taller?
– La mayor parte de mi vida la paso en él. Además de las obligaciones que tengo de dictar clases, el resto estoy en el taller, no encuentro otro lugar apropiado.
¿Conversando con sus cuadros o sus esculturas de alguna manera?
– Si, finalmente termina por ser un soliloquio, aunque también me gusta el diálogo sano, bien intencionado, no el capcioso y mal intencionado. Digo soliloquio porque uno está en comunicación consigo mismo, no quiero decir que me hable en voz alta.
“Quien habla solo espera hablar a Dios un día”, decía Antonio Machado.
– Bueno para el creyente. La religión tiene esa expansión que le permite comunicarse en algún sentido con la divinidad, en el aspecto que si uno dirige el pensamiento a la parte metafísica de la persona se encuentra con cosas que están vinculadas al arte y el arte a su vez se canaliza en eso.
¿Hay alguna obra, en especial, que recuerde haya volcado mayor carga efectiva?
– Realmente no estaría en condiciones de responder esa pregunta, porque en realidad me agrada todo. El hecho de estar relacionado con el arte, ya sea escultura o pintura ya me es suficiente.
Normalmente a un artista le gusta mostrar su creación, tal vez por todo ese empeño puesto en la gestación de la misma, sin embargo no se ha caracterizado por aparecer en exposiciones.
– Bueno, ahí está. Exposiciones no he hecho, posiblemente eso sea lo característico mío. Pocas veces he querido exponer, no sé si he tenido ánimo de hacerlo. No he sido exhibicionista, incluso en concursos he participado muy poco.
Eso no descarta la continuidad de su labor escultórica, la cual debe entrañar dificultades.
– Dificultades hay, porque todo conspira contra esto. Lo cotidiano, el medio, todo empuja hacia otra cosas, de manera que hay que tener mucha personalidad para permanecer en eso, hay que gustarle mucho, porque tiene sus momentos felices y sus momentos amargos. No siempre se está con buen ánimo, sino que existen estados de depresión, angustia, pero todo está relacionado con esto. En definitiva, todo forma parte de esta actividad, en un medio donde todo es envolvente y tiende a empujar hacia otro tipo de cosas. Para mantenerse se debe tener responsabilidad.
Y concretamente, ¿en lo referente a costos?
– Indudablemente que sí, este es un arte caro. Hacer un trabajo de fundición es horrible lo que cuesta, por eso uno se limita a materiales más baratos, que algunas veces no es muy barato. Si el trabajo es para uno mismo, materialmente no le reporta nada.
¿Actualmente que material utiliza?
– Hoy trabajo más en modelado de arcilla y yeso, ocasionalmente tallo algo en madera. Antes lo hacía en arenisca, pero físicamente es algo costoso porque eso exige tener que le arranque los bloques, además de ir a una cantera a buscarlos y conseguir gente que ayude a cargarlos para luego transportarlos. También he hecho obras en bronce como el monumento a Oribe, el busto al Dr. Ivo Ferreira que está colocado en Plaza Bernabé Rivera y otros tantos.
Aparte de las dificultades mencionadas, agreguemos la escasa promoción de lo escultórico aquí en Tacuarembó.
– Realmente no está muy promovido, más bien se hace en forma discreta.
¿A pesar de los escollos ha encontrado gente joven con vocación hacia ese tipo de arte?
– Yo creo que existen, hay muchos muchachos con capacidad, lo que pasa que habría que encauzar esa vocación. Porque la vocación es lo más importante, es lo que dinamiza a la persona y pese a las dificultades que tenga trata de superarse y siempre hay que alimentarla.
La vocación es una base importante para el artista. ¿Qué es un artista para usted?
– Es el que tiene una tendencia fuerte a expresar lo que es bello, todo lo relacionado con el espíritu y fundamentalmente con la vida. Porque la fuente del arte es la vida misma y el artista es el que exprese eso.
¿Y la escultura, qué es?
– La escultura, esencialmente es forma. Es la expresión de la forma en el espacio. O sea, definir el espacio mediante la forma.
¿Qué tiempo le lleva realizar un trabajo?
– Depende del tamaño. Una grande puede llevar varios meses y una chica menos, todo depende de la entidad del trabajo.
Pero al finalizar, supongo, habrá cierto estado satisfactorio en usted, ¿no?
– A veces hay satisfacción y a veces uno queda desconforme. La disconformidad es porque no ha podido expresar totalmente lo que uno deseaba.
Ha de depender de la idea a proyectar o sobre el modelo previsto de antemano…
– Claro, por ejemplo hay modelos vivos o circunstanciales y modelos puestos expresamente para estudiar.
Relacionado a las diferentes escuelas escultóricas existentes a través del tiempo, ¿José Bulmini se ha definido por alguna concretamente?
– Existen diversas tendencias, a mí siempre me gustó el naturalismo, pero no el clásico sino más bien el expresivo. Es decir, expresar la naturaleza no copiarla, creo que quien se limita a copiarla se pone en el mismo plano que la cámara fotográfica. Hay que recibir lo que la naturaleza enseña esencialmente, pero no copiarla.
Y referente a los grandes maestros…
– Miguel Ángel, siempre tuve preferencia por él, me gusta su obra “La Piedad”. Y de los modernos, Rodín. En cuanto a lo escultórico nacional, como representación de nuestra tradición me parece que el monumento a “La Carreta”, es una cosa muy bonina y muy simbólica.
Tanto de artistas universales, como quizás contemporáneos se ha sostenido que son bohemios, ¿se ajusta realmente ese término a todos?
– Se puede ser bohemio en varios sentidos, de boliche por ejemplo; bohemio puede ser una persona que vive despreocupadamente. Yo creo que el artista tiene – en cierto modo – que ser bohemio, porque si uno vive demasiado atado a la preocupación económica, eso lo limita mucho. El artista, si realmente ama su arte, debe ser desprendido no centrándose demasiado en lo material, debiera ser así, o yo que sé, me parece que la vida artística predispone a ser de esa manera. También influye mucho lo temperamental y no todos somos iguales al respecto, hay algunos que son más contemplativos que otros, hay personas más dinámicas gustándoles más el ruido que otras.
Usted ya ha manifestado su inclinación hacia lo contemplativo y sus largas horas dentro del taller y no solo esculpiendo sino además pintando…
– Me gusta pintar, cosa que marcha parejo con mi despertar por la escultura. Mi pintura es de tipo creacionista, no me gusta mucho la pintura imitativa. Me agrada la composición artística sobre distintos temas.
¿Se siente alentado aquí en Tacuarembó? O mejor dicho, ¿nuestra sociedad apoya al artista local?
– En ese sentido no tengo opinión bien definida. A veces es solidaria y a veces despectiva. Tacuarembó siempre fue así, posiblemente le ocurrirá a cada persona en su medio, no se…
Quizás hoy, el ritmo de vida moderno arrastra a la gente a asumir posiciones no proclives al arte. En sus clases de dibujo en el Liceo Nº2, ¿encuentra jóvenes afectos al arte?
– No hay una apreciación muy definida, tal vez por desconocimiento o porque no existe verdadera vocación, aunque notamos algunos que les gusta. Bueno, el arte tiene eso, no es una cosa masiva sino que está relacionado con el gusto que no es uniforme, es algo personal.
Reflejándose en cada obra, por supuesto, actualmente, ¿mantiene el mismo ritmo de trabajo?
– En lo escultórico actualmente no estoy haciendo trabajos, sino que estoy haciendo dibujos, estudios de animales, algunas maquetitas y tengo preparados unos lienzos para hacer unas composiciones que tengo pensadas de tipo folclórico, religioso y algún retrato. Tengo hecho en barro cocido un “Vía Crucis” encargado por el padre Sosa Díaz para la Capilla de Vichadero.
Su vida ha sido consagrada a elaborar todo un trabajo encauzado a lo creativo en más de una disciplina, ¿apunta a continuar en esa dirección?
– Cuanto mayor tiempo disponible tenga lo invertiré en la creatividad donde para mí la vida tiene más sentido y satisfacción, porque fuera de eso me sería estéril. Esto es en lo que más me siento a gusto, fuera de esto no me ubico. En esta actividad me siento acorde conmigo mismo, creo que el hombre debe tratar en lo posible de vivir acorde consigo mismo, porque vivir contrariado haciendo cosas que no le gustan no sirve. Para mí es un privilegio hacer lo que a mí me gusta.
¿Persisten deseos incumplidos dentro suyo?
– Eso, creo que todo el mundo los tiene. Todo lo que uno tiene más o menos concretado en la vida es un porcentaje muy reducido, porque todo lo que se nos ha escapado es enorme, pero hay que conformarse.
En reiteradas ocasiones ese escaso porcentaje de concreción permite al hombre traspasar su entorno…
– De cualquier manera, aunque no lo quiera igual se está trascendiendo, aunque lo diga lo que se hace para sí, tarde o temprano aquello se refleja en los demás. Por más sólo que esté o reducido a su soledad, de alguna manera trascenderá.
También es importante un ambiente donde la persona pueda expresarse con mayor potencialidad…
Sí, un ambiente que favorezca la libertad del individuo y la concreción de sus aspiraciones. Fundamentalmente que hayan más oportunidades para todos, para expresarse y ser como le corresponde, a cada uno…
*****************************
- Reportaje de Gustavo Bornia con fotografías de Edison Moas de Lara – Publicado en Semanario Batoví el 7 de junio de 1991 en la sección La Gente.
Sé el primero en comentar