Bomb, baby, bomb. Argentina, México y Rusia / Por Jorge Majfud

El 2 de febrero de 2023, la representante republicana del exilio cubano en Miami, María Elvira Salazar, presentó una propuesta de condena a “los crímenes del socialismo”. La conocida cadena de radio y televisión José Martí de Miami (la que desde 1983 produce propaganda ideológica en favor de la libertad del capitalismo y la empresa privada, pero con fondos del gobierno que superan los 30 millones de dólares anuales) tituló: “Cámara de Representantes de EEUU aprueba resolución que denuncia los horrores del socialismo”. De los horrores del capitalismo, varias veces más trágicos, ni una palabra.

El 28 de febrero, esta misma congresista amenazó a la Argentina “en español, para que quede claro” por ejercer su soberanía con el proyecto de una fábrica de aviones con asistencia de China, “haciendo un pacto con el Diablo, que puede tener consecuencias de proporciones bíblicas”, dijo.

Cuando setenta años atrás el presidente democrático e independentista de Argentina J. D. Perón inició la producción de los exitosos aviones Pulqui I y II, produjo la misma alarma. Los Pulqui fueron usados por los militares (viejo brazo armado de la oligarquía criolla) para derrocarlo en 1955. Luego este proyecto de industrialización nacional fue desmantelado por presiones de Washington, que le prometió a la dictadura siguiente aviones más baratos. Sesenta años después, por las mismas razones, desde su púlpito de la Cámara de Representantes, la congresista Salazar levantó dos dedos y sentenció: “Hay dos mundos, el mundo libre y el de los esclavos”.

La dicotomía mesiánica asume que el mayor destructor de democracias y el mayor promotor de dictaduras amigas del siglo XX, el imperio que se hizo a base de esclavitud, robo de tierras, imposición de su propia voluntad y de guerras alrededor del mundo es, al mismo tiempo, “el Mundo libre”.

Este tipo de arrogancia imperial no es nuevo y ha sido ejercido con fanatismo en este lado del Atlántico desde hace más de dos siglos. Pero ningún fanatismo (sea religioso o político) es posible sin un trabajo persistente de proselitismo y propaganda. Desde el siglo XIX y, sobre todo, a partir de Edward Bernays y del desarrollo de los medios de comunicación masivos en el siglo XX, la creación de opinión pública se convirtió en una industria y en un mercado fríamente calculado.

En el siglo XXI, el siglo de las redes sociales y de la inteligencia artificial, poco o nada ha cambiado. La censura de ese “Mundo libre” se sigue ejerciendo como en el “Mundo esclavo” pero con diferencias metodológicas y con el mismo objetivo de siempre: mantener a una micro minoría en el poder político y económico.

Esta representante de 130 mil vecinos de Miami, en nombre de los 320 millones de estadounidenses, asume que los pueblos olvidan qué gobiernos promovieron y financiaron más dictaduras y más golpes de Estados contra naciones soberanas y contra las democracias en el mundo.

Claro que la señora Salazar no está sola. Más recientemente, el 16 de marzo, el representante republicano por Carolina del Sur, Lindsey Graham, sacudió la idea de una Tercera Guerra Mundial como opción para responder a la ofensa del derribo de un dron militar estadounidense en el Mar Negro. Según Graham, Estados Unidos no se debe limitar a financiar la nueva guerra con cien mil millones de dólares (siempre en nombre del “derecho a la defensa propia”) sino que también debe derribar aviones rusos en represalia por el “atroz ataque” contra nuestro país el que, en realidad, tuvo lugar en el Mar Negro, a miles de kilómetros de distancia y a unos pocos de la frontera rusa, y costó cero vidas estadounidenses.

Por aquello de “nos atacaron primero y debemos defendernos”, usado hasta el hastío contra los indios invadidos, contra los mexicanos despojados, contra el inexistente ataque español al Maine y un largo, largo etcétera.

El mismo Graham poco antes había propuesto intervenir en México o usar drones militares “para solucionar” el problema de los carteles y de las drogas. Por su parte, también el representante de Texas, Dan Crenshaw, pidió una autorización para usar la fuerza militar en México contra los carteles de la droga. Como lo indica la historia desde la Doctrina Monroe de 1823, la autorización no se la piden a México, sino a Washington.

El mismo recurso de la fuerza unilateral, esa herencia de la mentalidad esclavista hasta después de la abolición, se definía a sí misma como “la raza libre”, esa misma que se cree justa, divina y democrática cuando no pide ni acepta opiniones de razas, de culturas y de pueblos inferiores. Raza libre por la fuerza de las armas que mantenían a los esclavos aquí y a los “negros pacíficos” en el Patio trasero y en los trópicos allá, bajo la ley del revólver y del cañonero.

Como siempre, los más valientes y patriotas del mundo son aquellos que saben que nunca irán a ninguna guerra, pero algunos de sus donantes ganarán mucho dinero con el viejo negocio de la muerte.

El fanatismo del Destino manifiesto no descansa. Sus votantes, sus creyentes, tampoco pueden ver que existe una solución más simple, más lógica y efectiva que continuar con el negocio de las armas. Ya escribimos sobre esto hace veinte años, pero vamos a insistir. Basta con considerar la ley capitalista de la oferta y la demanda: eliminen o reduzcan el consumo de drogas en Estados Unidos y el problema del narcotráfico disminuirá hasta su mínimo posible, inevitablemente.

El problema es que (1) es necesario invertir en un plan socialista de prevención, trasfiriendo esos millones de dólares de la fallida Guerra contra las drogas hacia las escuelas y los hospitales; (2) el lucrativo negocio de las armas y de los capitales que se transfieren de Estados Unidos a los carteles mexicanos se vería afectado. Así que mejor continuar combatiendo el fuego con más gasolina.

Parece mejor acosar a México, algo que ha dejado buenos negocios desde su destrucción en otra guerra inventada en 1836 y en 1846 para extender “la bendición de la esclavitud” bajo banderas falsas… Hasta que terminen por obligar a México a llamar los misiles rusos o chinos, como obligaron a Cuba en 1961 luego de la invasión de Bahía Cochinos. ¿Parece impensable? Bueno, se puede inflar un globo por mucho tiempo, pero no por siempre.

Claro que hay opciones menos dramáticas. Es difícil de imaginar que Donald Trump pueda tomar las mismas posiciones de política internacional que los malos hemos sostenido por décadas, pero el 17 de marzo de este año se produjo un modesto milagro cuando declaró que “debe haber un compromiso total para desmantelar todo el establishment neoconservador globalista que nos está arrastrando perpetuamente a guerras interminables, pretendiendo luchar por la libertad y la democracia en el extranjero, mientras nos convierten en una dictadura y en un país del tercer mundo”.

¿Por qué lo hace? ¿Efecto reacción-a-Ron DeSantis? Puede ser. Pero ese es otro tema que no anula lo que entendemos es una simple y trágica verdad.

JM marzo 2023.

 

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