D𝗲 𝗴𝗮𝗿𝗱𝗲𝗹𝗲𝘀 y 𝗻𝗮𝗯𝗼𝘀… / Por Juan Manuel Luque

Estaba en la interminable cola de la intendencia (Tbó); como buen uruguayo había esperado hasta el último día para pagar varias cosas juntas. Tenía para una hora o más; el obligado y acalorado tema de las elecciones ya se estaba enfriando, me puse a mirar a la gente. Éramos todos de esa edad indefinida en que ya somos veteranos pero, acaso no viejos aún, como peleando el descenso, (la edad ‘oficial’ de ser viejos parece como una pelota de rugby que se patea solo para adelante).

De 40 a 70 años, en el interior todos somos de entre 40 y 70 años, y es prácticamente imposible definir no ya la edad, sino ni siquiera la década de nadie, a menos que sean ex compañeros de escuela o liceo.

Todos canosos y cadenciosos, grises, excepto una flaca moderna con una campera north face original y pelo a lo garçon que la delataba como no de aquí.

Todos somos panzones y de ropas mediocres que usamos varios días seguidos, excepto la flaca new age.

Ropas que sobre-usamos pues a las “lindas” las guardamos para alguna cosa especial -aunque a algunas hace años que no las tocamos, pues en el interior nunca pasa nada ‘especial’.

Es como un ‘martini’ pero de Tacuarembó”; me dijo con inocultable entusiasmo una doña de entre esos 40 y 70 años que estaba sentada a mi lado en la entrega de los Gardel en el club Tacuarembó.

Al rato caí que ese “martini” se refería a los Martin Fierro argentinos y no a la bebida…

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Hace un tiempo en una inesperada reunión en la casa de mi primo en Montevideo, uno de los insignes visitantes menciona que una amiga suya por razones de trabajo debe mudarse a Tacuarembó, alguien comenta con sorna, y sutil énfasis -que es una sabia forma de dar más énfasis a algo-:

-¿¡A Tacuarembó?! ¡Pobre!!!…”

Todos festejan la ocurrencia.

Y ahí, en ese instante uno, que es de, y actualmente vive en Tacuarembó, queda automática y oficialmente como el nabo de la reunión…

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Lo irónico, e incongruente a la vez, es que, muchos de los que de cien maneras obvias, abiertas o más intelectuales y sutiles, denostan, botijean y sobran a los nabos del interior, a la vez cuando se les pregunta o curriculean, siempre mencionan que son de Durazno, Minas… o Tacuarembó. Cosa que ha de dar cierta “chapa” o perfil en la capi.

Queridos: si vivieron 10-15 años en Tacuarembó, Minas o Durazno: y 40 o 50 en la capi o en el exterior; realmente, ¿de dónde son?

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Aldea, eso es lo que somos, aldeanos, y nabos.

Porque no pudimos salir acaso, o volvimos fracasados, o nos gusta lo chiquito, lo cotidiano, lo inculto. Con medioscines que dan tarde o nunca las pelis que los maracanaces tienen al toque en la capi.

Sin teatros, o con teatritos que glorificamos y despolitizamos; (no lo tomes a mal, Inés, pero acá nos importa realmente un carajo si lo hizo la intendencia blanca o la OPP del Frente, el hecho es que tenemos nuestro teatrito para el aguante y toques de entrecasa).

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He visto y rozado los chikes de la capi e incluso del exterior. He vivido sus vidas competitivas, insulsas, superficiales y pretenciosas, y aisladas, horriblemente aisladas.

Cuesta irse, pero después cuesta volver.

Y los que lo hacen andan como de visita y desesperados por irse.

Y son un clavo porque uno tiene que rendirles como una suerte de pleitesía, pasar tiempo con ellos y recibirles como visitantes ilustres -siendo que son los mismos pelundrines de antes, eso sí, con otros aires- y preguntarles de sus vidas, ya que las nuestras supuestamente son idénticas como hace 30 o 50 años atrás.

Y debemos impresionarnos de las fantásticas historias que nos hacen.

Pero por dentro sabemos que o son parte de la maldición de Malinche, o son exactamente los que inspiraron la excelente letra de “los olímpicos” de Jaime Roos.

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La flaca new age de la north face original y pelo a lo garçon, que nadie conoce, llega a la caja, paga y se va al diablo con cierto fastidio e indisimulado desdén.

Acaso vuelva dentro de 5 años a pagar otras cuentas, votar para decidir quién debe gobernarnos a los que nos quedamos, y pelarse enseguida antes de que la agarre el gris.

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Y uno se queda con los “Gardel-martinis” -y alguna grappamiel- a ver si el mediocine trae una peli que nos contaron, esperando si al final pasa algo especial para usar esa camisa buenaza que tenemos reservada para algo especial que es renuente en pasar en la vida de los nabos del interior…; rodeado de la confianza de esta gente sin edad ni tiempo, de otros apuros y colores,

y sonrío mirando atrás y festejo la audacia, la valentía y la magia de los que sueñan desde el interior…

“el que se fue no es tan vivo, el que se quedó no es tan gil…

¿Vos dormías?

  • Jml – Tbó, enero del 25 (Extraído de Facebook)

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