Cuando la terrible inundación del 59, residíamos en Paso de los Toros, vivimos y sobrevivimos a aquel «traslado perentorio» de toda una ciudad a punta de fusiles y sin derecho a protestar. Bajo el mando de un coronel que después, afortunadamente, colaboró en la salvación del país (Seregni). Cuando se intento (después de la catástrofe) ayudar a los que sufrieron pérdidas materiales fundamentales (casa, mobiliario, ropas, comestibles, etc.) desde el gobierno, se presentaron con reclamaciones (mezclados con obreros y gente de la clase media) ¡empresarios y estancieros!
Cuando la inútil guerra de Las Malvinas, desde distintas tiendas (en Argentina) se movilizó para hacerles llegar a los soldaditos argentinos, comestibles, ropas de abrigo, etc. Y ahí también aparecieron los rapaces, los aprovechadores que se llenaron de guita con la desgracia de aquellos muchachitos condenados a muerte, prisiones y otros males, empujados por un general dictador que aprovechó el trasfondo reivindicatorio para tapar los horrores que la dictadura provocaba a su pueblo. Ojalá que no ocurra lo mismo con la catástrofe del temporal y sus inundaciones en Buenos Aires y la ciudad de La Plata. Los cuervos siempre están vigilando la oportunidad de hacer de las suyas.
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