JORGE MAJFUD: Paranoia y miedo en EEUU: «Todo lo que pasa en el centro del mundo, pasa de verdad

Jorge Majfud, escritor uruguayo radicado en EEUU. Considerado uno de los «intelectuales más influyentes de Iberoamérica» por Foreign Policy. Docente en la Jacksonville University. Hay miedo en Estados Unidos: el asunto es si hay o no hay «ola». Si la paranoia vuelve a apoderarse de los estadounidenses cada vez que un nuevo atentado es registrado como tal o, al menos, sospechado. En los últimos días, un senador y el propio presidente Barack Obama recibieron cartas con el venenoso ricino en su interior. Una serie de bombas estallaron en el maratón de Boston y una serie de otros hechos violentos inmediatamente pasaron a integrar la categoría de «sospechosos» de tratarse de atentados, como el estallido de una fábrica de fertilizantes en Texas o las amenazas que hacen desalojar aeropuertos.

El entrevistado es escritor prolífico y reconocido internacionalmente por sus opiniones, que son parte de diarios de todo el mundo. Son ojos rioplatenses en el país que nuevamente está en un escenario de violencia y, como en otras oportunidades, se prestó al diálogo desde el Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad de Jacksonville, Florida.

¿Cómo observa esta ola de miedo que se vive una vez más en EEUU por los atentados en Boston?

– No hay ninguna ola de miedo. Hay preocupación, indignación en mucha gente. Podría haber una nueva ola de paranoia, pero eso depende de qué hagan los políticos y, sobre todo, los grandes medios de comunicación. Al fin y al cabo, el miedo siempre ha sido un gran negocio, pero no siempre es fácil inocularlo en la población. Hay muchas razones para un mismo fenómeno. Para empezar hay que considerar que cualquier potencia hegemónica a lo largo de la historia ha sido centro de ataques y el centro desde donde irradia el poder económico, político, militar y cultural. Algunos le llaman a eso liderar y otros simplemente imperialismo, dos ideoléxicos con signos de valor opuestos. Eso hace a este país fuerte y vulnerable al mismo tiempo. Consecuentemente, debemos considerar que todo lo que pasa en ese centro es noticia. Un filipino o un mozambiqueño saben innumerables detalles de los espacios y de la vida de Estados Unidos, pero si le preguntamos a un mozambiqueño algo específico sobre Filipinas o sobre Kazajistán difícilmente pueda mencionar algo más que sus capitales. Todos conocen Estados Unidos aunque nunca hayan estado aquí y hasta las trivialidades que ocurren en este país pueden ser noticia en el último rincón del mundo. No sólo noticia: con frecuencia se copia lo que se desprecia.

¿En qué afecta a los inmigrantes esta situación?

– Este es un factor a considerar cuando juzgamos la dimensión de un hecho, trágico o trivial. Minutos después del atentado de Boston, muchos familiares de inmigrantes llamaron preocupados desde diversos países, sin importar que sus hijos o sus hermanos vivan en ciudades de Estados Unidos que se encuentran a mil o a tres mil kilómetros de Boston. En algunos casos, esos llamados llenos de sincera preocupación procedían de países donde la gente muere en las calles por el crimen común en una proporción mucho mayor que en Boston o en Nueva York. A veces esa proporción es de uno a diez o de uno a veinte. Verificar estos números no toma más que unos minutos. Pero todo lo que pasa en el centro del mundo pasa de verdad y si en algún país periférico y subdesarrollado matan a cincuenta personas en un solo atentado terrorista, eso apenas se menciona en la gran prensa y, consecuentemente, apenas se repiten en los blogs y en las redes sociales, lo cual de paso muestra que estos últimos medios no son tan independientes como presumen.

En medio de tanto crimen diario, ¿por qué impacta tan fuerte socialmente la posibilidad de que se trate de atentados terroristas?

– Es comprensible que la valoración de un acto terrorista sea mayor o más preocupante que la delincuencia común, aunque los números de sus víctimas sean muy inferiores al crimen ordinario que cualquier país sufre cada día. Por varias razones, también. Primero, porque contra la delincuencia común uno tiene más posibilidades de obtener algo así como justicia y protección del Estado. Contra el terrorismo, sea religioso, político, o económico, las posibilidades son menores. Otra diferencia, aun más importante, radica en que los terroristas siempre proceden de forma espectacular e indirecta, atacando a inocentes para lograr un objetivo que no tiene relación con las víctimas. No es una confrontación directa y frontal sino indirecta, y su principal instrumento es el miedo, es decir, el terror generalizado. En este sentido los terroristas suelen ser, lamentablemente, muy eficaces. Ellos saben dónde están las cámaras y la atención del mundo y hacia allí apuntan.

La paranoia puede ser real o exagerada, pero la verdad es que condiciona la normal vida de las personas. Si analiza cada país del mundo el miedo y/o la paranoia está presente en la agenda mediático de cualquier país. ¿Cómo se desarrolla la humanidad con ese condicionante que aparece en esta época como central?

– Una paranoia es siempre algo real y una exageración por definición. Sí, claro, condiciona la vida de una persona hasta el extremo de despojarla de toda plenitud, hasta reducir a una persona en un zombi y a un pueblo en un enjambre. Ahora, como en una paranoia no hay nada positivo, como no lo hay en un cáncer, sin importar su origen y su naturaleza, cualquier desarrollo humano debe prescindir de ella o resistirla. Una paranoia puede ser un instrumento de gran utilidad para ciertos propósitos pero nunca para la vida plena.

Lo menciono porque Michael Clancy, director adjunto de la División de antiterrorismo del FBI pronunció una frase justificatoria: «Un poco de paranoia mantiene a EEUU alerta…

– Una idea absurda. Se trata de la misma trágica paradoja que sufrimos los latinoamericanos en décadas pasadas cuando cada vez que los ejércitos y los políticos en el poder decidían tomar acciones en defensa de la democracia, las libertades y los derechos individuales procedían instaurando un golpe de Estado. Así, donde esos elementos de la dignidad humana eran precarios, desaparecían completamente y luego el pueblo celebraba la nueva paz, que era la paz de los cementerios y el olvido. Por supuesto que todos necesitamos cierto grado de alerta, y muchas veces cierto grado de estrés nos ayudan a estar atentos, como, por ejemplo, cuando conducimos por una autopista que nos resulta monótona y aburrida. El exceso de confianza es peligroso. Pero de ahí a suponer que cierto grado de paranoia puede ser saludable es un absurdo. El señor que dijo eso debería volver al colegio. O no es absurdo sino un cínico reconocimiento de un modus operandi.

¿Se ha planteado la posibilidad de que el último atentado sea un hecho calculado con cinismo desde el poder para disciplinar a la población?

– Perdé cuidado que a alguien ya se la habrá ocurrido. Son de las primeras especulaciones que circulan. La verdad es que se pueden hacer miles de especulaciones. El problema es cuando no tenemos pruebas claras ni fuertes indicios. Entonces no estamos aportando nada a la verdad sino restándole posibilidades y credibilidad. Recuerdo que en mi primera novela un personaje decía: “no existe mejor estrategia contra un rumor verdadero que inventar otro falso que pretenda confirmarlo”. Estoy de acuerdo. Con frecuencia las teorías etiquetadas como conspiratorias pueden ser verdades (y de hecho muchas han sido probadas por la historia, sobre todo cuando ya no les importa a las victimas ni a los criminales), pero parecería que hay una máquina de inventar otros disparates, con la aparente intención de confirmarlos pero con el resultado opuesto. Es como un proceso inflacionario o devaluatorio de la verdad. La máxima nazi de “miente, miente que algo quedará” se convierte en algo así como “repite una verdad de forma absurda y pronto desaparecerá”. En cuanto a tu pregunta yo tengo mis sospechas a favor y en contra, como todo el mundo, pero si tomo posición sin algún tipo de prueba, entonces estoy agregando más palabrerío inútil para cubrir una posible verdad.

Es que este tipo de situaciones despiertan mil especulaciones novelescas, pero muchas veces la realidad es más espectacular que la ficción. Por ejemplo, preguntarse ¿cómo los órganos de seguridad estadounidenses pueden quedar tan fácilmente ridiculizados con cartas venenosas, bombas y amenazas en aeropuertos?

– Claro, sin duda que la realidad puede ser más espectacular que la ficción (otra prueba de que la ficción espectacular es mediocre de por sí o sólo sirve como eso, como espectáculo y no como forma de indagar la realidad). Como dijimos antes, cualquiera puede darse cuenta que el miedo es un aliado del poder de cualquier tipo. Incluso, desde el Antiguo Testamento se nos enseña a temer como virtud. Sin miedo, sin temor no hay salvación. Jesús intentó cambiar esa idea, pero su prédica del amor democrático a unos y a otros por igual no fue tomada nunca en serio por sus propios seguidores que en lugar de ofrecer la otra mejilla respondieron con todas las municiones al alcance. Ahora, por un lado yo no diría que los órganos de seguridad hayan hecho el ridículo con las cartas envenenadas. De hecho lograron interceptarlas a tiempo. Por otro lado, creo que inconscientemente se asume que los servicios secretos o de seguridad o de inteligencia de la nación más poderosa del mundo son especies de dioses que lo ven y lo pueden todo. No es así. Es posible que mucho de los que trabajan en esas oficinas se complazcan con esta idea; o de alguna manera la idea les resulte útil. Big Brother o el Panopticum no son efectivos porque de hecho puedan verlo todo sino porque nadie sabe si están mirando o no. El factor incertidumbre es importante, como cuando uno entra a un supermercado y ve esferas negras en los techos. Nadie sabe si detrás hay cámaras de vigilancia o si el guardia encargado está comiendo una hamburguesa o se fue al baño. Pero la incertidumbre mueve montañas y detiene los ríos. Este elemento puede ser usado de forma positiva, si se trata de prevenir crímenes, o de forma negativa, si se trata de crear un estado de paranoia.

¿Quiénes fueron los autores del atentado de Boston?

– Es casi imposible responder esa pregunta en este momento. Probablemente ni el FBI lo sepa aún. Sin embargo, hay indicios. Por un lado, el uso de una olla a presión puede recordar las técnicas de grupos islamistas. Por el otro, según el patrón del modus operandi de los últimos años, parecería que estos no son muy propensos a acciones “previsibles” y poco “espectaculares”. Como si eso los desprestigiara. Poner una bomba en una maratón en un país occidental parecería no ser el estilo. Además, me llama mucho la atención que, si hubiese sido algún grupo extremista islámico, como afirman tantos foros de anónimos, nadie haya reivindicado la autoría de los hechos, lo cual tampoco es el modus operandi ni la estrategia de aquellos grupos. Es decir que se puede especular con grupos extremistas internos, sobre todo si consideramos lo que venimos afirmando desde hace casi diez años: la década de los diez en Estados Unidos iba a marcar el final de los ochenta, instaurados por el eje Reagan-Thatcher; una vuelta hacia los sesenta. Todo parecía indicar que ese camino se ha ido confirmando con una lentitud que impide apreciar el cambio pero sí nos ha permitido hacer varias predicciones concretas, hasta ahora todas confirmadas. Si a esto le sumamos circunstancias más específicas, como el creciente rechazo de la población a viejas vacas sagradas como lo son la tenencia de armas (los políticos continúan bajo la influencia de conocidos lobbies, pero ya no tanto el pueblo), el rechazo a la legalización de los inmigrantes, los sucesivos e inevitables triunfos de los defensores del matrimonio igualitario, las reformas “socialistas” de un presidente negro, etc., creo que tenemos un caldo de cultivo muy explosivo. No estoy afirmando que los responsables del atentado hayan sido “terroristas domésticos”, pero los indicios lo sugieren.

¿Todo esto está conectado con la carta envenenada que recibió un senador republicano de Mississippi?

– No necesariamente. Recordemos que cada vez que existe una conmoción nacional o internacional por un hecho específico, algunos reaccionan tratando de sumarse o de emular la histeria dando rienda suelta a sus propios odios contenidos. Sin embargo, aunque esto es casi un patrón universal y previsible, no quiere decir que no existan grupos que hayan coordinado juntos acciones criminales. Seguramente iremos enterándonos de algún otro hecho similar en los próximos días.

Entrevista realizada por Gabriel Conte @ConteGabriel el 19 de Abril de 2013 y publicada en MDZ online (http://www.mdzol.com)

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Jorge Majfud Albernaz, nació en Tacuarembó, el 14 de setiembre de 1969, se graduó en arquitectura en la Universidad de la República de Uruguay y se doctoró en Literatura Hispánica en la Universidad de Georgia (EE.UU). Ha sido profesor en la Universidad Hispanoamericana de Costa Rica, de Literatura Latinoamericana en la Universidad de Georgia y en la Universidad Lincoln de Pennsylvania. Reside desde 2003 en Estados Unidos donde se desempeña como escritor y profesor de Literatura y Asuntos Hispánicos en Jackonville University (Florida). En el 2012 publicó la novela Crisis, el libro de ensayos Cyborg, un texto de investigación académica El eterno retorno de Quetzalcoalt y participó en el prólogo, traducción y notas en el libro Ilusionistas de Noam Chomsky. Sus artículos son publicados por Milenio de México, La Republica de Uruguay, Huffington Post de EE.UU-España, Pagina/12 de Argentina, RTVE de España, entre otros. Tanto sus libros como sus artículos han sido traducidos a varios idiomas y ha dictado conferencias en distintas partes del mundo.

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