La sociedad uruguaya en su conjunto debe asumir de una buena vez la gravedad de lo que acontece en el sistema educativo. Porque por allí se escurrirá el sistema democrático: educar no es solo transmitir contenidos curriculares, es la forja de ciudadanía y eso solo puede hacerlo un cuerpo docente capacitado, al que la sociedad le dé el lugar que se merece. Profesores con ascendiente técnico y ético sobre su alumnado, que reciban sueldos dignos por su labor y capacitación sostenida y permanente. Somos una sociedad muy hipócrita, porque culpamos a unos y otros, pero permitimos que se frustre incluso el acuerdo que había alcanzado el sistema político en torno al tema, mientras la decadencia avanza a pasos agigantados.
El sistema público de educación, que fue tan buen nivelador social en nuestra historia, está dando lugar a la exclusión y el fracaso de las próximas generaciones. Porque los sectores sociales con mejores recursos apelan a ofertas privadas que les den a sus hijos posibilidades reales de futuro laboral y profesional. Pero ¿y los que no pueden pagar esa solución? Mentimos resultados, distraemos fondos que deberían estar volcándose generosamente para construir escuelas y liceos, condicionamos a intereses políticos un tema que debería tener consenso absoluto y un pacto social unánime detrás.
Sumamos diagnósticos y voces de alarma (supongo que yo misma estoy haciendo eso ahora), pero no hacemos nada. Nada efectivo, realmente efectivo. Esa inacción es criminal y todos somos responsables de ella. Me aterra lo que está pasando, porque es algo más que la pérdida de nivel cultural o técnico: detrás de la inseguridad también está el problema educativo; detrás de la suciedad de Montevideo también está el problema educativo.
De Que Pasa Nº686
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