“En otros tiempos la canción era simplemente, y nada menos que eso: una canción. Jamás se la hubiera clasificado entre las comerciales o las no comerciales. Por ejemplo, la Zamba de Vargas no fue ni será nunca una zamba ‘comercial’. Pero hace más de cien años que ha ganado el corazón de la Patria, sin otra promoción que su verdad, su sencillo y bellísimo decir, su destino de luna que alumbra sin quemar todo el ayer y el mañana de un largo camino bendito, que se conoce con el nombre de ‘canto de la tierra'». A. Yupanqui
Un material formidable e invalorable que vio la luz por primera y única vez entre 1961 y 1967 en la desaparecida revista Folklore, en pleno apogeo artístico e intelectual de Atahualpa Yupanqui, y que nunca fueron reunidos en libro, permaneciendo desconocidos para la mayoría.
El pensamiento yupanquiano dentro de los campos de la emoción artística, transmite verdades profundas que son como un faro en la huella nochera, una luz en la oscuridad de los tiempos, fundamento y guía para artistas que tengan el desvelo de transmitirle al mundo sus verdades grandes o pequeñas. Porque la filosofía de este patriarca de la música criolla, sugiere cuál debe ser el camino y la posición del artista frente al público, a su profesión o frente a la vida como ser sensible y trascendente marcado por un destino mayor.
“Los orientales arriman su corazón estremecido, y algunos de ellos son parejos. Este año que pasó (1963) nos ha dado, en temas populares, ricos modelos paisanos en la poesía cabal de Rodríguez Castillos. Los cantares de este uruguayo son un espejito en el que debieran mirarse muchos changos nuevos que quieren componer asuntos criollos. Rodríguez Castillos aborda sus coplas sin evadirse hacia los otros cielos de la literatura, que conoce y expresa con seriedad y altitud. Sus imágenes, se las dicta el pedazo de tierra o el ánimo del personaje que presenta. Todo está “ahí nomás”. No precisa alejarse de su asunto para buscarle galas que adornen las cacharpas. Lao Tsé decía: ‘Desde niño no hice otro camino que desde la choza al pequeño río donde mi madre lava nuestras ropas en silencio. El día que ese breve camino me entregue, en su hierba, en su aire, en su amarillento lodo, las palabras que mi madre no pronuncia, habré alcanzado la sabiduría’.
Tal es la diligencia que habrán de abordar los jóvenes que, amando la patria, los rincones entrañables de su comarcanidad y la compañía de una guitarra, aspiran a sumarse a los poetas populares trascendentes, a los copleros, a los hombres del desvelo y del paisaje. Primero: conocimiento; segundo: capacidad, aptitud para el estudio y el trabajo; tercero: humildad de corazón, para que no los arreen los vientos de la vanidad y la soberbia. Y siempre, del principio al final de la empresa: conciencia”. (Atahualpa Yupanqui, página 41)
– Publicado por Del Cerno Ediciones
Schubert Flores Vassella, es de Tacuarembó y hace varias décadas que reside en Buenos Aires (Argentina)
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