Héctor Numa Moraes Rosas ha sido a la vez protagonista y testigo privilegiado de uno de los procesos más ricos e interesantes de la cultura uruguaya. Nuestro canto popular de raíces rurales, relegado a sus enclaves locales y casi oculto durante la primera mitad del siglo XX, hizo eclosión con fuerza propia a mediados de los ’60 y a partir de entonces se desarrolló con singular vitalidad, acompasándose con las turbulencias sociales y políticas de la época.
Numa fue partícipe, intérprete y transmisor al mismo tiempo de ese acontecimiento, y su trayectoria vital enriquecida por un obligado exilio que lo llevó a recorrer el mundo cantando y aprendiendo.
El convulsionado Montevideo de los ’70, una Holanda apacible y acogedora o la Habana efervescente y solidaria lo vieron con el mismo espíritu de juglar humilde y comprometido que en su Curtina natal o en cualquier otro pueblito perdido del campo uruguayo. Desde su regreso al país ha seguido profundizando en las raíces más auténticas de nuestro canto y desarrollándose como uno de los artistas más queridos de nuestro pueblo. Su vida artística, contada aquí por él mismo, es también un reconocimiento a los innumerables creadores e intérpretes que, como él, han ayudado a forjar la identidad de un cancionero popular y representativo de todos los uruguayos. En el texto colabora el periodista Alfredo Escande.
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