Los niños concurren cada vez más horas a las escuelas, y en edades más tempranas. Los padres son responsables del cuidado de la alimentación de sus hijos. Ello implica atender las características de la vida moderna, recordando el siguiente concepto: la alimentación es saludable cuando se realiza todos los días a lo largo del día. Para un crecimiento y desarrollo adecuados, que optimicen todo el potencial genético y una vida saludable, debemos cuidar la alimentación de los niños atendiendo los tiempos de las comidas. Lo más frecuente es que los pequeños desayunen y cenen en su casa, por lo cual, al planificar la alimentación de la familia, es importante que tanto el desayuno como la cena cumplan su función específica, que son diferentes según la edad.
Por la mañana – El desayuno es considerado por los nutricionistas el tiempo de comida más importante. Un buen desayuno repone lo gastado durante el tiempo del sueño, que en los niños nunca deben ser menos de ocho horas de descanso. La reposición es imprescindible, ya que mientras duermen siguen gastando energía y nutrientes esenciales para las funciones vitales, incluyendo el crecimiento. Por ello, además de su función de reposición, el desayuno debe ser suficiente para almacenar energía de manera que estén en las mejores condiciones intelectuales y físicas durante el correr del día, para desplegar sus actividades con el mejor rendimiento.
Algunos chicos no aceptan el desayuno, no les sienta bien, sienten náuseas o lo rechazan sin mucha explicación. Precisamente, el respeto por el tiempo dedicado a esta comida es un comportamiento que debemos incorporar: sentarse tranquilamente, elegir variedad de alimentos y preparaciones, y evitar salir corriendo al finalizar. Está comprobado que la tolerancia al desayuno es una cuestión de hábito. Si éste no está incorporado, debemos promoverlo paulatinamente.
Comenzar con alimentos líquidos, dependiendo de si son fríos o tibios, será la tolerancia individual, para luego ir incorporando pequeñas porciones de panes, galletitas o tortas caseras que provean hidratos de carbono de absorción lenta y otros que nos aporten hidratos de carbono de acción rápida, como la fructosa, que es el azúcar natural de las frutas. Los lácteos tienen una excelente oportunidad de ser consumidos, pues poseen buena digestibilidad y son alimentos muy completos, ya sea leche, yogures o quesos. Las opciones son infinitas, si apelamos a nuestra imaginación y junto con nuestros hijos lo planificamos de acuerdo a preferencias, posibilidades y accesibilidad.
La mejor oportunidad de despedirse con una sonrisa, antes de encaminarse cada uno a sus actividades fuera de casa, es luego de un desayuno compartido. Recordemos que cuantos más alimentos caseros se consuman, los resultados serán más saludables.
Las viandas – Si bien muchas instituciones educativas tienen sus servicios de comedor o cantinas donde expenden comidas, también muchos niños pueden llevar su vianda. Tanto en un caso como en otro, debemos velar por que las comidas a las que acceden sean saludables, tanto en calidad nutritiva como en inocuidad, incluyendo
las formas de preparación, promoviendo las elaboraciones al horno por cocción húmeda, evitando frituras. Lo correcto es que haya orientación de nutricionistas, pues el equilibrio o balance que surge de la combinación de los diferentes grupos de alimentos, las formas de preparación, la variabilidad de recetas, la presentación de las comidas, son todos aspectos que – considerados – redundan en el mejor resultado: un almuerzo saludable.
(*) Licenciada en Nutrición (Extraído de naturallife.com.uy)
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