LAS VENAS ABIERTAS DE EDUARDO GALEANO / Por Jorge Majfud (*)

En un reciente artículo del Washington Post titulado “Los latinoamericanos se abrazan a la globalización y a sus antiguos colonizadores”, de una profesora de ciencias políticas de la Universidad de Colorado, la autora inicia con la siguiente frase: “El escritor uruguayo Eduardo Galeano desautorizó su clásico de 1971, Las venas abiertas de América Latina, uno de los pocos libros que alcanzaron el panteón de la izquierda latinoamericana”. Unos días antes, The New York Times se había despachado con un artículo titulado “Eduardo Galeano repudia su libro Las venas abiertas”, etc.

Ejemplos similares abundan en varios idiomas, sobre todo en la prensa en español. Por días y semanas los artículos y comentarios de tono fúnebre se multiplicaron. Parecía que estábamos asistiendo, con la correspondiente euforia de los conservadores, al suicidio de la crítica radical latinoamericana. Las sobreinterpretaciones estaban claramente flechadas.

Cuando leí los primeros artículos referidos a las recientes declaraciones en Brasil, se lo reproché al propio Galeano. Nunca fui fanático de ese libro y hasta escribí un estudio bastante crítico sobre el mismo, pero para mí fue uno de los libros más valientes de su época. Si no el más. Creo que es un crimen descontextualizarlo y nunca creí que su propio autor fuese capaz de hacerlo como se desprende de cada uno de los artículos oportunistas que le siguieron.

Nunca fui comunista ni usé una gorra del Che ni creo que los disidentes cubanos sean gusanos por el solo hecho de disentir y no poder hacerlo en su propio país. No todos son Posada Carriles. Sin embargo, cada vez que alguien viene a decirme que el Che Guevara era un guerrillero cruel (las ejecuciones sumarias en el primer año de la Revolución Cubana no se justifican con nada), lo tomo como un hecho histórico entre muchos otros.

Luego, cuando se lo califica de asesino se lo hace omitiendo sistemáticamente su contexto: no sólo se soslaya el hecho de que el Che siempre iba delante de sus aventuras revolucionarias y contra los poderes imperiales del momento, no detrás como los poderosos de siempre, sino que además se omite, cuando no se ignora, que el joven Guevara estaba en Guatemala cuando la CIA bombardeó la capital en 1954 para destruir un raro indicio de democracia en América Central, la que luego la gran prensa llamó dictadura. Y continuó haciéndolo de diversas formas, como lo ha probado el profesor de Boston University Stephen Kinzer en su último libro The Brothers (por los paranoicos hermanos Dulles) y lo prueban miles de documentos desclasificados que se pueden leer en la George Washington University.

Entonces, voy a dejar de lado algunas escépticas teorías literarias que se complacen afirmando que sólo el texto importa, no el autor. Aunque el autor ya no es la autoridad de su propio texto, en este caso las conclusiones ideológicas y los clásicos “te lo dije” no son el texto, el libro, sino la propia interpretación de su autor. Así que esta vez tiene algún sentido ir al autor como fuente de interpretación de lo que dijo. Transcribo unos fragmentos de diferentes intercambios epistolares, unos de los últimos que he tenido con Galeano y, obviamente, lo hago con su autorización:

Jorge: Hace unos cuantos años me dijiste que te costaba mucho leer Las venas abiertas de América Latina, que era un libro con defectos, que la realidad de principios de siglo difería sustancialmente con la realidad del siglo XX, etc. Nunca comenté estas opiniones porque me parecieron razonables, casi sin interés, sobre un libro publicado treinta y tantos años atrás, y, sobre todo, porque me las dijiste en una conversación privada entre dos amigos. Más o menos lo mismo has dicho en Brasil hace unas semanas y desde entonces los grandes medios de todo el mundo no se han cansado de publicitar que uno de los máximos referentes del pensamiento de izquierda ha sufrido un proceso de conversión, tipo Vargas Llosa pero tardío, que los intelectuales comprometidos del siglo pasado han reconocido sus errores, que más que errores parecería como si la Iglesia pidiese disculpas por la inquisición, como si China permitiese hablar de Tiananmen y Estados Unidos reconociera las tragedias de Viet Nam y de Irak. Alguna vez también te dije que para mí Las venas… era un libro con defectos y con una mirada parcial de la realidad (¿pero qué libro contiene una mirada total, aparte del Aleph de Borges?), pero era y sigue siendo un libro valiente y removedor.

Eduardo: Ladran, Sancho. Es la prueba de que escribir sirve, al menos para despertar celebraciones y protestas, aplausos y también indignaciones. El libro, escrito hace siglos, sigue vivo y coleando. Simplemente tengo la honestidad de reconocer que a esta altura me resulta un estilo pesado en el que me cuesta reconocerme ahora que quiero ser cada vez más breve y volandero. Con Vargas Llosa nada que ver.

Jorge: ¿No crees que tu autocrítica, valiosa por demás, está siendo explotada con intereses ideológicos? ¿O acaso hemos llegado al Fin de la historia y ya no vemos injusticias y explotaciones por ninguna parte?

Eduardo: Como alguna vez supo decir Figueres, que era presidente de Costa Rica, “Aquí lo que anda mal es todo”. Podés transcribir lo que quieras. Creo plenamente en tu talento y en tu honestidad. Las demás voces que se han lanzado contra mí y contra Las venas abiertas están gravemente enfermas de mala fe.

– Publicado el 6 de junio de 2014 en www.lemondediplomatique.cl

(*) Jorge Majfud Albernaz, nació en Tacuarembó (Uruguay) el 10 de setiembre de 1969. Se graduó en Arquitectura en la Universidad de la República de Uruguay en Montevideo, y se doctoró en Literatura Hispánica en la Universidad de Georgia en Estados Unidos. Ha sido profesor en la Universidad Hispanoamericana de Costa Rica, de Literatura Latinoamericana en la Universidad de Georgia y en la Universidad Lincoln de Pennsylvania. Sus libros han sido traducidos a varios idiomas. Colabora en numerosos periódicos y emisoras de radio a ambos lados del Atlántico. Reside en Estados Unidos. – majfud@gmail.com

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