“Este es el crecimiento de Tacuarembó, cambió el paisaje de la ciudad”, así se refieren algunos empresarios, académicos y representantes de la Universidad de la República (UDELAR) al recorrer las instalaciones que en pocos meses funcionarán como el “Campus de investigación, aprendizaje e innovación”, un proyecto conjunto con el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA). Ubicado “frene al pueblo” que se visualiza del otro lado de la ruta 5, en el nuevo edificio están prontas para estrenar aulas, espacios de biblioteca y administración, y se acerca el final de obra en los laboratorios, áreas de servicios y caminería.
Allí se dictarán las carreras del Centro Universitario de Tacuarembó que hoy se imparten a unos 800 estudiantes en varios edificios repartidos por la ciudad: ingeniería forestal, tecnólogo cárnico, en administración y contabilidad, en promoción de bienes culturales, técnico operador de alimentos, tecnicatura en desarrollo regional sustentable y en interpretación de lenguas de señas. Según dijo a Búsqueda su director Daniel Cal, en pocos años la población con educación de nivel terciario alcanzará a unos 1.500.
El ex director del INIA Gustavo Ferreira destaca la filosofía de “trabajo en conjunto” entre ambas instituciones y con el entusiasmo asocia el Campus que está en ciernes con el concepto de “agrópolis” que en algunos países desarrollados nuclea a la comunidad agropecuaria. El predio de ese instituto en Tacuarembó tiene 110 hás. Cuenta con varios laboratorios para realizar investigaciones fundamentalmente en el área cárnica y forestal. El actual encargado de la dirección regional del INIA, Gustavo Brito, consideró que el “desafío” a futuro pasa por estudiar “nuevos modelos de integración” de la ganadería y la forestación.
Entre el INIA y la UDELAR sumarán en poco tiempo 80 profesionales radicados en la zona dedicados a las temáticas de la región. La sinergia también funciona para la compra de equipos, el uso de los laboratorios, la investigación y el “trabajo en grupo”, señalan sus autoridades. Durante la recorrida por las instalaciones del INIA, el olor a carne invade el laboratorio de análisis químico donde se estudia la calidad del entrecot servido en una bandera de acero, su color, acidez (pH), contenido de grasa y la terneza, entre otras evaluaciones. Dos técnicos, detrás del vidrio y pinza en mano, separan de una madeja de alfalfa las hojas (leguminosas) de los pastos (gramíneas) para así determinar el peso puro del forraje, entre otras tareas.
En el recinto de cultivo forestal in vitro predominan las cámaras de crecimiento de las plantas (que se reproducen en condiciones controladas de temperatura, humedad y luz) para luego pasar por los invernaderos, los viveros y finalmente llegar al campo.
De Búsqueda Nº1775.
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