Pienso que a nadie, (aunque siempre hay despistados) se le ocurrirá preguntarse a quien me refiero con el título de esta columna. Pero de todas maneras informo a esos sospechosos de despiste que el que “canta cada vez mejor” es Carlos Gardel. Es el único que después de casi 80 años de muerto en un accidente de aviación en el aeropuerto de Medellín, es capaz de lograr que esa frase acuñada vaya a saber cuando y por quien, continúe teniendo vigencia. El Mundial de Fútbol, se llevó por delante el 24 de junio, fecha de un nuevo aniversario de su fallecimiento, y si fue recordado (cosa que no dudo) el hecho pasó prácticamente inadvertido. Lo que ocurre es que el fútbol, especialmente si se trata de un mundial donde participa Uruguay, no tiene rivales: arrasa con el cine, con el teatro, con los espectáculos infantiles, con los parques para los más pequeños, con las horas laborables, con los almuerzos, las cenas, los temas de conversación (solo se habla de fútbol) y hasta con… ¡El inicio de las campañas propagandísticas, nada menos que para las elecciones nacionales! Bien; no voy a permitir que este cuestionado mundial también me arrase y me dedico a recordar al tacuaremboense, Don Carlos Gardel.
En la mitad de la década de 1990 comenzó en Tacuarembó el gran movimiento iniciado por Erasmo Silva Cabrera (Avlis) muchos años atrás con sus afirmaciones sobre la nacionalidad de Gardel. Al periodista-investigador gardeliano le siguieron muchos colegas. De todos ellos rescato a quienes conocí: el abogado Paysée González y el arquitecto Nelson Bayardo. Con ellos y la gente de la comisión creada para trabajar sobre la orientalidad de El Mago pasamos varios días en el departamento del norte del país. Escuchamos y grabamos testimonios, conferencias, encuentros formales e informales. Así fuimos entrando en la vida del coronel Carlos Escayola y su familia.
Estuvimos en el teatro que Escayola hizo construir (en ese momento una imprenta) pero conservado, casi por milagro, el escenario y los palcos. En el cementerio nos encontramos con el mármol que recuerda a las hermanas que fueron esposas del coronel Escayola. Disfrutamos de la belleza del Valle Edén donde comenzaban las obras para instalar allí el museo gardeliano. Les cuento que en una de las esquinas de esa construcción fue colocado un cilindro metálico manteniendo un pergamino con las firmas de cada uno de los participantes del acontecimiento del que estábamos participando y distintos elementos que recordarán el año y el siglo. Será descubierto cuando hayan transcurrido cien años. (Bueno, el que pueda, por favor que nos envíe noticias con sus opiniones). Después de todo, cien años son nada. ¿O no?
Lo más emocionante vivido en aquellos días, fue el tiempo transcurrido en la estancia Santa Blanca donde nació Carlos Gardel. Era exactamente el 24 de junio con frío intenso. A pesar de la distancia que la separa de la ciudad, de la soledad, del viento silbando fuerte en nuestros oídos y con el fondo de la Cuchilla de Haedo, estábamos en un entorno hermoso cargado de historia y ¿por qué no?, de misterio. En una conferencia el arquitecto-historiador Nelson Bayardo había afirmado que Gardel cantaba con “una lágrima en la garganta”. Y en la estancia donde María Lelia trajo al mundo al cantor de siempre, el abogado-historiador Paysée González, en un silencio, quebrado solo por el fuerte silbar del viento preguntó: “¿No escuchan el llanto de Gardel?”
Por momentos mágicos como este es que nos referíamos al misterio emanado de la estancia Santa Blanca.
Si no estás convencido y no aceptas a Carlos Gardel uruguayo, lo lamento mucho y otro día te contaré detalles de aquella entrevista del año 1976 a Irineo Leguisamo donde a pesar de su obstinada negativa, cuando menos esta mujer lo esperaba, el histórico jinete pisó, no el palito, sino el “palote” que lo estaba esperando hacia rato.
Cristina Morán (Voces Nº436)
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