Hoy te reencuentro, plaza bulliciosa,
en tus viejas palmeras, en tus bancos
para el amor y los cabellos blancos,
… en los ecos que dejan tus baldosas.
Plaza que un día fuiste a la memoria
sólo un corro infantil, una algazara,
un corazón oscuro, sin historia.
Una paz, una flor, la fuente clara.
Y me gustas así y así te quiero,
bajo esta luz de otoño pueblerina,
con tus perros, tus niños y el lucero.
Confidencial amiga del que canta,
el viejo atardecer que te acarmina
hoy me pone tu elogio en la garganta.
De Walter Ortiz y Ayala
(*) Publicado en “El Trotacalles” (1964)
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