Es legítimo que un autor sea autocrítico de su propia obra, más aún cuando la mira desde la distancia. El año pasado Eduardo Galeano, durante la Feria del Libro de Brasilia, expresó sobre su libro Las venas abiertas de América Latina: “Yo no tenía la información necesaria. No estoy arrepentido de haberlo escrito, pero fue una etapa que, para mí, está superada. El libro fue escrito sin conocer debidamente de economía y política”.
Ahora buena parte de los obituarios circulados por las agencias de prensa que ejercen la hegemonía mediática y de las notas luctuosas publicadas por periódicos y televisoras de la misma cofradía, pretenden convencernos que Las venas… es un libro fallido, una mancha en el expediente del escritor uruguayo del cual hasta él mismo abjuró. Nadie cita la declaración completa de Galeano, sobre todo cuando asegura, como citamos arriba, no estar arrepentido de haberlo escrito.
Pretenden convencernos que Las venas… es un libro fallido, una mancha en el expediente del escritor uruguayo del cual hasta él mismo abjuró
Lo que se esgrime parte de una mala apreciación del legado literario de Galeano y de una peor lectura de la realidad latinoamericana y caribeña de nuestros días. Nada nuevo, si se tiene en cuenta cómo el texto recibió el temprano ataque de Carlos Rangel en Del buen salvaje al buen revolucionario y la diatriba neoliberal y proimperial de Carlos Alberto Montaner, Plinio Apuleyo Mendoza y Álvaro Vargas Llosa en sus especulaciones sobre “el perfecto idiota latinoamericano”.
Las venas… fue solo un punto de partida. Imperfecto, con pasajes hiperbólicos y cierta tendencia al maniqueísmo, cualidades sobreseídas hasta cierto punto gracias a la impronta del lenguaje.
Pero sin ese texto no podía haberse empinado hasta Memoria del fuego, trilogía conformada por Los nacimientos, Las caras y las máscaras y El siglo del viento, publicada entre 1982 y 1986. Era ya un Galeano maduro, mucho más poético pero a la vez más incisivo. Esta obra fue elogiada por su perspectiva americanista y descolonizadora, al ofrecer un muy completo entendimiento de “las venas abiertas” por parte de un escritor crítico, formado y posicionado siempre en el lado de los desfavorecidos.
Luego vino Espejos (2009). El arquitecto y escritor uruguayo Jorge Majfud, al reseñarlo para el diario argentino Página 12: “Como en sus libros anteriores, el paradigma del escritor comprometido latinoamericano, y sobre todo el paradigma de Eduardo Galeano, parece reconstruirse una vez más: la historia puede progresar, pero ese progreso ético-estético tiene por destino utópico el origen mítico y por instrumentos de lucha la memoria y la conciencia de la opresión. El progreso consiste en una regeneración, en la recreación de la humanidad tal como lo hiciera el más sabio, justo y vulnerable de los dioses amerindios, el hombre-dios Quetzalcóatl”.
Era ya un Galeano maduro, mucho más poético pero a la vez más incisivo. Esta obra fue elogiada por su perspectiva americanista y descolonizadora, al ofrecer un muy completo entendimiento de “las venas abiertas” por parte de un escritor crítico, formado y posicionado siempre en el lado de los desfavorecidos.
Por cierto, Majfud es quien arroja luz sobre el real calado y la justa vigencia de Las venas… a raíz de la repercusión de la autocrítica de Galeano.
“Cuando leí los primeros artículos referidos a las recientes declaraciones en Brasil —comentó Majfud—, se lo reproché al propio Galeano. Nunca fui fanático de ese libro y hasta escribí un estudio bastante crítico sobre el mismo, pero para mí fue uno de los libros más valientes de su época. Si no el más. Creo que es un crimen descontextualizarlo y nunca creí que su propio autor fuese capaz de hacerlo como se desprende de cada uno de los artículos oportunistas que le siguieron”.
Interpelado epistolarmente por Majfud, el escritor uruguayo respondió; Ladran, Sancho. Es la prueba de que escribir sirve, al menos para despertar celebraciones y protestas, aplausos y también indignaciones. El libro, escrito hace siglos, sigue vivo y coleando. Simplemente tengo la honestidad de reconocer que a esta altura me resulta un estilo pesado en el que me cuesta reconocerme ahora que quiero ser cada vez más breve y volandero. Con Vargas Llosa nada que ver. (…) Las voces que se han lanzado contra mí y contra Las venas abiertas… están gravemente enfermas de mala fe”.
Pedro de la Hoz • La Habana, Cuba
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