De Agamenón Castrillón… “W. Benavides”

Cuando reeditamos Tata Vizcacha, dije que Washington Benavides a los 25 años era un joven tan maduro como es hoy un maduro joven. Ahora, a los 85 años, nos sorprende con otra renovación de sí y de sus otros. Sin desconocer su sombra, ni echar mano a su cuchillo, el trovador del norte se reencarna en otra armadura. El mirlo acina-cinado presta sus alas al profesor en la clase de literatura medieval y se alma en el romancero castellano y sefardí como un “montajista” para editar y reditar cantigas y canciones y sigue cantando a la vez como una calandria (isabelina).

Se va hasta el Romancero Viejo a buscar a Durandarte o Durandal, la espada del personaje de La Canción de Roldán. Y se reencuentra en el medioevo con la etimología del apellido Benavides que se forma de dos vocablos árabes: Ben (hijo) y Avid (guerrero valiente), o Ben-David (los hijos y descendientes del Rey David).

Y aparece otro Bocha poeta. Poeta de muchas letras y de otras tetras.
Junto a él aparece El León de Curtina (Numa) y cuando lee estas cantigas empieza a musicar y junto a Bocha graban un disco compacto que recoge melodías hasta del maestro Luys de Milán.
Con la excelencia de Maca, dibujo de tapa de Pablo, la calidad de Fernando Ximénez se edita un libro y un disco compacto que va a dar que hablar.

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