En los distintos géneros de la música popular uruguaya las mujeres han tenido desde siempre su presencia sostenida. Sin embargo, es en las últimas décadas que dicha presencia se ha hecho mayoritaria y con elocuente destaque por parte de ellas. La característica no ha sido la perseverancia sólo, ni el contexto social y militante que ha ubicado a la mujer en un plano de equidad e igualdad en cuestiones de género. Sino, además, el profesionalismo que buena parte del contingente tiene y practica. Aspectos como la capacitación, la formación, la vocación y la integralidad buscada son visibles en las nuevas generaciones de mujeres cantantes. Pero además, se imprimen elementos sensibles, como línea inherente, que de lo interpretativo en sí se extrapolan a escuchas, espectadores o interesados en el tema.
Seguramente el lector, al ir atendiendo a estas líneas, evoque nombres de cantantes diversas. De aquellas que, estando en puntos altos de sus carreras, han tenido repercusión pública, como Rossana Taddei, Ana Prada, Mónica Navarro, Érika Büsch, Maia Castro; entre otras que, más allá de algunas diferencias etáreas, más o menos pertenecen a una misma generación: a la que le dio estabilidad y legitimación a un fenómeno emergente que marca la evolución estética de la música popular uruguaya.
No obstante, hay una potente generación más “chica”, de muchachas veinteañeras que van logrando su lugar en el mundo musical con decisión, calidad y llegada en el público. Muchas ligadas al canto popular de proyección folklórica, en general del interior del país, y al tango.
En esas tiendas está María Eugenia Rodao (1991), joven nacida en Casupá (Dpto. de Florida); sitio que se destaca por distintos hitos musicales. Nos parece importante reseñarla. Por su trayecto, el que no es corto amén de su juventud; por los logros obtenidos, que no son pocos; y porque tendrá prontamente actividades que la comunidad debe, a nuestro criterio, atender debidamente.
Rodao, a los 11 años ya comenzaba a presentarse en público. Tuvo un tránsito formativo en guitarra y canto con la cantante Lilia Barboza, después con la profesora Nilda Borges y posteriormente con Roberto Diringuer, solista de trayectoria y viejo integrante del grupo Cantares 4. En la actualidad su formación –de la que se ocupa sistemáticamente– se realiza en la Escuela de Artes de Valeria Lima y en la Escuela de Tango Destaoriya de la Fundación Cienarte.
A su vez, el año pasado, egresó de la carrera de Magisterio del Instituto de Formación Docente de Florida, algo que también le asignará un plus a su desarrollo y proyecciones artísticas, como veremos líneas abajo.
En 2006, con 14 años obtuvo el segundo premio como solista en el concurso “Buscando Nuevos Valores” del Festival del Gaucho de Tala. Tres años después el primer premio en el Festival “Casupá le canta al Prócer”. A partir de entonces la cadena de logros será incesante: en 2010 con una mención especial en el Festival “Al Orillas del Olimar” de Treinta y Tres, en 2011 una mención en el concurso de SUDEI, en 2012 otra mención especial en “Todo el Uruguay canta en Durazno” y representación de su departamento en “Al Orillas del Olimar”, y en 2014 el segundo premio como solista en el certamen “Guitarra Negra” y la obtención de un Fondo Concursable del MEC por su proyecto “El interior emergente”.
Otros hitos en su carrera, entre 2013 y 2014, fueron: como artista invitada en actuaciones de Érika Büsch; siendo parte de la musicalización de “El león ciego” de Ernesto Herrera (Centro MEC – Florida) y en la recreación de la Batalla de Sarandí; y la actuación en el Solís acompañada por la Orquesta Destaoriya.
Todo lo mencionado tan sólo contando 23 años de edad, lo que aventura un presente y futuro prolífico.
Ahora bien. Cuál es la estilística, la temática, el repertorio que Rodao interpreta. En suma, qué hace. Primeramente decir que es una intérprete, de pura cepa, no se embarcó en el cantautorismo tan presente en el Uruguay y tan ansiado a veces por los músicos, el que a veces hace trastabillar vocaciones y trayectorias. Y hay que decirlo: no es lo que abundan intérpretes, la mayoría de los cantantes quiere hacer lo suyo y que se le reconozca lo propio. Por tanto, lo de ella, es para nosotros una apuesta.
Claro, algún escucha muy distraído o algún espectador un tanto desorientado quizá puedan encontrar en Rodao una cantante de “covers”, una nueva versionadora de temas clásicos y ya. Pero no. En la sencillez hace suyas las versiones, no hay desconexión entre los distintos temas que interpreta aunque pertenezcan a autores, ritmos y estéticas distintas. En tal sentido es llamativa la cohesión lograda, que seguramente está en su matiz vocal y en un acompañamiento normal en la guitarra, además de que no “imita” a nadie, no tiene pegadas anteriores versiones, de las que sí, evidentemente se ha nutrido.
Además, y muy importante en una cantante femenina –dados los registros vocales usules–, no hay estridencia, ni en la elección de su repertorio –el que quizá deba ir reviendo en el tiempo– ni en un afán efectista o de fácil provecho. Por el contrario, se denota, que canta lo que le gusta, por el gusto de cantarlo y trasmitirlo.
Desfilan en su álbum sonoro poetas y musicantes como Juan Cunha, Ignacio Suárez, Yamandú Palacios, Idea Vilariño, Carlos E. de Mello, Rodríguez Castillos, entre otros, configurando un collage interesante de la canción uruguaya.
Se agrega a lo dicho su incursión en el tango a partir de la Escuela Destaoriya.
En cuanto a la actualidad de la casupeña, mencionamos que su proyecto “El interior emergente” fue seleccionado por los Fondos Concursables, para ejecutarse en lo que resta del año. El mismo apunta a exponer una cantante joven del interior que recorrerá centros de Educación Secundaria de la región centro del país, comprendiendo los departamentos de Florida, Flores, Durazno y Tacuarembó. El leit motiv es mostrar a generaciones de jóvenes un canto uruguayo que la mayoría de los medios de comunicación dejaron de lado por música más redituable y/o directamente financiada de antemano.
Es notable, se denota del proyecto y se connota en la ética de la artista, que esta, con ello, no se coloca en el podio del éxito ni del reconocimeinto adulón y personalista, sino que con “humildad” hace de su vocación un servicio. Es decir, no apuntó al espectáculo público que la proyectase o consagrase. Por el contrario, va a trabajar en las bases, y de las más complejas en cuanto a recepción, frente a jóvenes y en la educación, intentando forjar y recuperar con su canto la identidad musical nuestra. Esto tiene, seguro, relación con su tarea docente, pero en cuanto a lo artístico en sí, retoma aquellas cruzadas que realizaban hace más de cincuenta años por las escuelas un Sampayo, un Víctor Lima o un Alán Gómez, que tanto influenciaran posteriores vocaciones de niños y jóvenes que hoy son referentes de nuestro canto. Saludable es el proyecto de esta floridense, cristalino el planteo, sin una búsqueda de beneficios inmediatos o secundarios más que la contribución al campo social.
Indudablemente es una artista que piensa y entiende al canto como una herramienta social real, sin enbanderamientos ni aspavientos de tipo ideológico, simplemente como elemento de valor transgeneracional, y como tal sociocultural.
No diremos deontológicamente, moralmente, que es un ejemplo a seguir, no caigamos en ello, no aporta, pero sí argumentamos convencidos que su “modo de ser artístico” se hace imperioso en el hoy.
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