Pobreza y esclavitud, mala combinación para la infancia africana /Por Jeffrey Moyo

HARARE, 27 /8/ 2015 (IPS) – “La pobreza se convirtió en parte de mí”, sentenció Aminata Kabangele, originaria de República Democrática del Congo. “Aprendí a vivir con la realidad de que nadie se preocupa por mí”, añadió la adolescente de 13 años que reside en un campamento de refugiados en Zimbabwe. Aminata, quien huyó de su país luego de que toda su familia fuera asesinada por rebeldes armados y vive en el campamento de Tongogara, en Chipinge, en la frontera oriental de Zimbabwe, contó a IPS que no tiene más opción que resignarse a su destino de pobreza.

El primero de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, a los que se comprometieron los gobiernos del mundo en el año 2000, era el de erradicar la pobreza extrema y el hambre para este año, pero la realidad es que millones de africanos sobreviven en la miseria y que sus niñas y niños son sus principales víctimas. “La pobreza se convirtió en parte de mí. Aprendí a vivir con la realidad de que nadie se preocupa por mí”: Aminata Kabangele, refugiada de 13 años.

“En cualquier país que mire en África, los niños son los que sufren la pobreza y muchos quedan huérfanos”, observó Melody Nhemachena, trabajadora social independiente en Zimbabwe, en diálogo con IPS. Basándose en un informe del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) de 2003, el Banco Mundial estimó que unos 400 millones de niñas y niños menores de 17 años viven en condiciones de extrema pobreza en el mundo, la mayoría de ellos en África y Asia. Defensores de derechos humanos señalan que la creciente pobreza que sufren las familias africanas también es responsable de que unos 200.000 menores, según estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), terminen esclavizados cada año.

“Muchas familias viven en una pobreza abyecta en África, y se ven obligadas a entregar a sus hijos a cambio de comida a personas que supuestamente los emplearán o se ocuparán de ellos, pero no suele ser así y terminan realizando trabajos forzados y ganando casi nada”, explicó Amukusana Kalenga, defensora de los derechos de la infancia en Zambia, al ser consultada por IPS. África occidental es una de las regiones de este continente donde el trabajo esclavo moderno afecta también a los menores de edad.

Para muchas familias de Benin, uno de los países más pobres del mundo, “si alguien se ofrece a llevarse a los niños, es casi un alivio”, según Mike Sheil, quien viajó por la organización humanitaria británica Anti-Slavery International a África occidental para fotografiar a menores esclavos o en matrimonios forzados.

La red mundial de sindicatos, maestros y organizaciones de la sociedad civil Global March Against Child Labour (Marcha global contra el trabajo infantil), señaló que un estudio de 2010 concluyó que “el escalofriante número de 1,8 millones de niños de cinco a 17 años trabajan en haciendas de cacao en Costa de Marfil y Ghana con secuelas para su bienestar físico, emocional, cognitivo y moral”.

“La trata de menores es real”, aseguró Mélanie Mbadinga Matsanga, directora general de Asuntos Sociales en Gabón, en una conferencia sobre prevención de la trata infantil realizada en la sureña ciudad congoleña de Pointe Noire, en 2012.

“Gabón, por ejemplo, se considera El dorado y concentra a muchos inmigrantes de África occidental que trafican menores”, apuntó. Ese país es un importante lugar de destino y tránsito de mujeres y menores sometidos a trabajo forzado y tráfico sexual, según el informe sobre trata de personas de 2011 del Departamento de Estado de Estados Unidos.

En Nigeria, el país más poblado de África, un estudio sobre pobreza infantil concluyó que más de 70% de las niñas y los niños no fueron registrados al nacer, mientras más de 30 por ciento sufre una grave carencia educativa. Según Unicef Nigeria, unos 4,7 millones de niñas y niños en edad escolar no van a la escuela.

“Algunos de esos niños y niñas, entre los que hay de tan solo 13 años, sirven en filas de grupos terroristas como Boko Haram y a menudo participan en operaciones suicidas y hacen de espías”, indicó la nigeriana Hillary Akingbade, especialista independiente en gestión de conflictos, en conversación con IPS. “Las niñas suelen terminar como esclavas sexuales, mientras que a otros niños africanos los secuestran o reclutan a la fuerza, y otros más se unen por desesperación, creyendo que los grupos armados son su mejor opción para sobrevivir”, añadió. Akingbade coincide en la realidad de pobreza que viven los menores en República Centroafricana, donde se estima que entre 6.000 y 10.000 niños y niñas se integraron a grupos armados tras el estallido de la cruenta guerra civil en diciembre de 2012, según la organización Save the Children. La violencia se diseminó en República Centroafricana cuando el rebelde grupo musulmán Séléka se hizo con el control de la capital, Bangui, en marzo de 2013, lo que generó una reacción violenta de las milicias cristianas. Un informe de Save The Children de 2013 señala que en República Centroafricana, los grupos armados reclutan menores de tan solo ocho años, algunos obligados a integrarse a sus filas y otros empujados por la pobreza imperante.

El año pasado, la ONU denunció que el reclutamiento de menores en el marco de la guerra civil en Sudán del Sur era “rampante” y estimó que había 11.000 niñas y niños tanto en filas rebeldes como gubernamentales, algunos de los cuales se unieron de forma voluntaria, mientras que otros fueron obligados por sus padres a unirse al ejército con la esperanza de mejorar su situación económica. Mientras, en el campamento de refugiados de Tongogara, en Zimbabwe, Aminata ya está resignada.

“Caí en la peor pobreza desde que llegué aquí con otros congoleños que huían y, para muchos niños del campamento como yo, la pobreza está a la orden del día”, se lamentó.

Editado por Phil Harris / Traducido por Verónica Firme

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