En la larga relación del hombre con el planeta, han ido quedando muestras de la genialidad humana y su talento creador, aunque también de su capacidad devastadora y destructiva. Las distintas épocas generaron tantas corrientes culturales como frondosa fuera la imaginación y extenso el ámbito de libertad. Cada época conlleva sus preferencias, valores, sueños, estética, que le caracterizan e identifican. En nuestra época, inmersos vertiginosamente en medio de cambios persistentes que aniquilan tiempo y espacio – por obra y gracia de la revolución informática – la tecnología se interna en la biología (principal campo de transformaciones que anuncia el siglo XXI).
esulta inevitable en una época que crea, remueve y desafía de manera incontenible, que también se produzcan tremendos cimbronazos en el ámbito cultural. ¿Cuánto incidirá culturalmente la clonación, la expansión de los transgénicos, la robotización, la anunciada inteligencia artificial?
Mientras por el mundo circula cada vez más información, algunas cuestiones parecen inalterables… el individuo continúa necesitando adquirir adecuada formación personal. El sistema global testea el rendimiento a través de evaluaciones en la educación, que ha permitido observar como países que estaban en las últimas ubicaciones han pasado a las primeras posiciones.
¿Y por casa como estamos? Nuestros centros de enseñanza parecen notoriamente relegados en todas las mediciones, ya han dejado de ser referentes internacionales. ¿No hemos sabido alertar críticamente? ¿Ha quedado obsoleto nuestro modelo? Parece notorio que hemos tenido crítica y cuestionamientos hasta el hartazgo, rechazos persistentes al modelo preexistente, pero no hemos tenido la capacidad de sustituirlo por otro que se adaptara a las nuevas necesidades. ¿El modelo francés perdió vigencia hace varias décadas? sí. ¿Por cuál sustituirlo? ¿Por el inglés, escandinavo, finlandés, japonés, chino, coreano, por múltiples combinaciones o el que surja de nuestra exclusiva creación? Han pasado varias décadas y no hemos sabido decidirnos por ninguno, apenas si hemos logrado cerrarle el camino a todo intento innovador (comportamiento que lamentablemente no nos impulsa ni un milímetro). Hemos hablado tanto, tanto, tanto, de la problemática, que nos hemos agotado y enredado en ella, sin intentar avanzar hacia la solucionática.
Que nuestro tiempo ha modificado el modo de concebir, disfrutar y generar cultura ya lo sabemos. Que los prejuicios y las vendas ideológicas nos han maniatado, paralizado y retrasado, también. ¿Que si estamos de acuerdo con las conferencias on line, los e-books, el aprovechamiento de las redes e internet? ¿Qué no creemos en el surgimiento de un idioma global?… puede debatirse.
¿Qué si el sistema regional de educación impulsado por Sarmiento o Varela en el siglo XIX fue el adecuado? también puede debatirse, pero antes ¿no debería debatirse y definirse el sistema educativo que necesita nuestro tiempo? ¿Evitar que nuestros estudiantes aprendan cada vez menos? ¿Detener -al menos- la caída del nivel académico? ¿Salvar de la extinción a la otrora reconocida cultura uruguaya?
Sin buena educación difícilmente tendremos generaciones que puedan bruñir el metal precioso de la cultura. Parecería necesario dejar de lado el disimulo o autocomplacencia y asumirnos con madurez como nación con dificultades, para dejar de retrasarnos y comenzar a transitar por el camino del progreso nacional, porque –parafraseo mediante- ya llevamos varios años de nuestra marcha y todavía no aparecen las seguridades de la ilustración…
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