Directo, vehemente, anarco, el riverense Chito de Mello acaba de editar Misturado, su séptimo disco y el primero lanzado en Montevideo. Una obra tan sólida como movilizadora, que compone un denso tramo de la identidad fronteriza. Quinientos kilómetros al norte de Montevideo, por la ruta nacional número cinco, está el departamento de Rivera y el país se termina. O no. El país, se sabe, termina mucho antes. ¿En el río Santa Lucía? Sí. Para los capitalinos, el país se nos termina ahí. Y lo que ocurre “allá arriba”, después de los confines montevideanos, cae en una “dimensión desconocida”. Otro mundo, otro dialecto, y (casi) otra música. De ahí, de esa zona desconocida, hace tiempo ya vino y sorprendió a no poca gente la obra de un guitarrero, cantor, compositor, anarquista, de vozarrón áspero, rostro firme: Chito de Mello. Sin embargo, recién este año sus canciones llegaron a Montevideo, la capital de este país macrocefálico, en un disco, Misturado, editado por el sello Ayuí.
¿Un descubrimiento? Sí, para muchos. Y aquí vale la precisión: Misturado no es el disco debut (y eso se escucha) en su carrera. De 69 años y con un oficio curtido en escenarios y en encuentros con músicos como Alberto Mastra y Carlos Molina, este artista riverense tiene seis títulos en su haber, autoeditados, que han circulado sobre todo en la zona fronteriza.
Pero lo que dispara estas líneas es lo que ocurre cuando suena Misturado. Suena el viejo portuñol incorrecto, desafiante, político. Suena el desplazamiento, la invención popular. Suena la soltura de un intérprete sólido, vehemente, en la guitarra y en la voz. Suenan giros folclóricos (milongas, valses, tangos, choros, candombe). Suenan composiciones originales y también sólidas. Suena un temperamento que sacude y conmueve (y que podría darle envidia al rockero más urbano y transgresor). Suena el humor, la ironía. Suena la frontera.
El folclore puede operar como punto de partida o punto de llegada para la creación. Y aquí se marca la diferencia, el territorio de ese otro tiempo.
Antes que un fósil a preservar por musicólogos de archivos, los géneros tradicionales operan en la obra de Chito de Mello como punto de partida. Un planteo que subraya la vitalidad y vigencia de lo musical, sea por milonga o sea por chamarrita o por choro, o en portuñol (él se define como rompidioma) o todo misturado. No son expresiones “rescatadas”, como tampoco es “rescatado” el dialecto fronterizo.
Uno y otro componente de la canción son tomados de la experiencia directa y personal, lo que se asume como un compromiso, un manifiesto: “Cantar por cantar no canto, / qu’el canto es cosa muy seria, / rebeldía en la miseria / y bálsamo en el quebranto. / Por eso que pa’cantar / no hago poses ni floreos / ni ensayo lindos gorjeos” (versos de ‘Mi canto’, pista 2); otra muestra: “Y como no soy noyento / les canto en cualquier lugar, / en los clus, en los buteco, / los liceu, los festival, / los tablado y los quilombo” (‘Soy d’el Bagazo nomás’).
Ni obra genial ni descubrimiento para el gusto esnob, Misturado es la síntesis de un trabajo musical intenso y, sí, político. Un ventarrón de musicalidad con piezas que merecen una escucha detenida, atenta, como ‘Mi canto’, la citada ‘La riverense’, la misturada y swingueada ‘Milonga shoro (la única composición instrumental), la candombeada ‘Uno más’, la tanguez de ‘Y no es por me gavá’.
Extraído de www.carasycaretas.com.uy/
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