El jefe de la estación de ferrocarril, Hugo Martínez (62), se levantó temprano el jueves 7, como cada día de sus 33 años en el cargo. Hizo cambios en las vías con grandes manivelas para que pasara un carguero y luego se sentó en su añeja oficina. Horas después hallaron a Martínez muerto por infarto y lo enterraron en el cementerio de Piedra Sola, un camposanto despejado y minucioso con una larguísima fachada muy blanca. La suerte de Hugo Martínez es, hasta cierto punto, una alegoría del envejecido ferrocarril uruguayo.
El pueblo Piedra Sola se gestó en torno a la estación de ferrocarril de la línea Montevideo-Rivera, de la que surge un ramal de la línea Midland que conduce al litoral. El servicio ferroviario Piedra Sola-Tacuarembó se inauguró en 1891. Entonces transportaba personas, mercaderías y ganado vacuno para consumo y saladeros. El declive del pueblo, que en el último medio siglo perdió la tercera parte de su población, acompañó la decadencia del ferrocarril, que luce tan vetusto como un museo de la Revolución Industrial. No hay pasajeros desde el 31 de diciembre de 1987, la agricultura y la forestación industrial son escasas en un suelo tan duro y casi nadie debe pasar ya por Piedra Sola para ir a parte alguna.
Cuestión de cabeza – Pero la comparación no es del todo justa. En los últimos años se ha renovado parte de las vías de la zona: rieles nuevos y durmientes de hormigón en lugar del quebracho de 120 años de antigüedad. Las locomotoras son viejas, los vagones viejísimos y rotosos, pero así y todo los esporádicos cargueros llevan arroz de Saman y paneles contrachapados (plywood) y placas diversas de Weyerhaeuser desde Tacuarembó hacia el puerto de Montevideo. En Piedra Sola no hay rancheríos sino casas prolijas, servicios eficientes y convivencia amable.
«Es cuestión de cabeza, es una cultura», dice Miguel González (29), el policía del pueblo. González, un exsoldado del Ejército, llegó a Piedra Sola desde Constitución, Salto, a mediados de este año. «Ningún policía quería venir», narra, «entonces me largué con mi esposa y mi hija». Claro que antes de llegar volcó y destruyó su vehículo particular. Los caminos de balasto entre serranías son traicioneros. «Mal principio, buen fin», dice el policía. Su comisaría es nueva y completa: dormitorios, baños, oficina y dos celdas enrejadas. González se mueve en moto o a caballo según la tarea. Los casos policiales en Piedra Sola son pocos y giran en torno al abigeato, algún duelo criollo con muertos o heridos o porte de armas sin autorización. No es lo mismo tener un Máuser en el campo para cazar jabalíes que llevarlo en el pueblo. Miguel González también oficia de Policía Comunitario, que sirve a la población de menores recursos.
Gente laboriosa – Piedra Sola, que fue declarado pueblo por la ley 13.167 del 15 de octubre de 1993, es un punto elevado: 247 metros sobre el nivel del puerto de Montevideo, y una divisoria de aguas. Allí surge el arroyo Zapatero, una de las nacientes del río Queguay Grande, que corre hacia el oeste. También se gesta el arroyo Salsipuedes Grande, que va hacia el sur, hacia el río Negro.
El pueblo está en el límite entre dos departamentos: el de Tacuarembó, donde hay 26 viviendas ocupadas, 23 desocupadas y 88 pobladores; y el de Paysandú, con 50 viviendas ocupadas, otras 37 desocupadas y 122 habitantes. Son 210 pobladores permanentes en dos jurisdicciones departamentales, lo que a veces es una ventaja y otras un lío.
La piedra solitaria, una enorme roca basáltica que da nombre al paraje, desde tiempos inmemoriales fue seña de identidad en el cruce de las cuchillas de Haedo y de Santo Domingo, una zona de tránsito, pues por el lomo de las cuchillas los viajeros evitaban cursos de agua y bañados. De la gran piedra original apenas queda un trozo. Entre 1889 y 1895 fue calada escrupulosamente para construir la estación del ferrocarril y algunas viviendas. La estación, que parece hecha para durar mil años, perduró más que la eficiencia del ferrocarril.
Para Luis Inthamoussu (70), jubilado del Banco de Seguros, la roca basáltica es símbolo y motivo de nostalgia. Vive en Pocitos, Montevideo, pero no olvida. Escribió un libro sobre Piedra Sola, Casi crónicas, y de tanto en tanto se da una vuelta por los pagos de su niñez.
Para Martha Martínez (56), quien desde hace 27 años vive en Bahía, Brasil, Piedra Sola es el sitio en el que su padre detenía el Austin para que vomitara en los interminables viajes familiares entre Paso de los Toros y Tambores a principios de la década de 1960. «El viaje hasta Tambores era una aventura y demoraba mucho», recuerda. «La carretera y la polvareda eran horribles; teníamos que parar varias veces». Durante todo este año la fotógrafa Magdalena Gutiérrez (45) ha tratado de rescatar la memoria y la base cultural de Piedra Sola mediante largas entrevistas filmadas. Prepara la tesis para su carrera de antropóloga en la Facultad de Humanidades de la Udelar. «Hay una fuerte identidad cultural y es gente laboriosa y prolija», opina. En esos pagos tuvo estancia su familia, la del político nacionalista Héctor Gutiérrez Ruiz, secuestrado y asesinado en mayo de 1976 en Buenos Aires junto a Zelmar Michelini y otras personas.
Charo y Charito – Charo Fernández (78) fue el fotógrafo del pueblo y tambero durante 54 años, de los que ordeñaron a mano hasta que sus manos no dieron más. Guarda con celo la memoria de su pueblo. Posee libros de actas de más de un siglo de antigüedad y un montón de agendas añejas en las que anotó todo lo que le pareció relevante. Charo Fernández lee: «Las primeras 25 viviendas de Mevir fueron construidas en dos años e inauguradas el 24 de julio de 1992. Al día siguiente, 25 de julio, nevó entre las 8 y las 11 de la mañana».
El segundo grupo del Mevir, nueve viviendas más el destacamento policial, se inauguró en diciembre de 2012. En el interior de Uruguay las más de 26.000 viviendas del Mevir cambiaron hábitos y calidad de vida. La tasa oficial de población rural del país (5,34%), muy baja, es algo engañosa. Cada vez más trabajadores y técnicos residen en centros poblados pequeños o medianos, junto a sus familias y más servicios. Se desplazan a sus trabajos en el campo en transportes colectivos, motocicletas y automóviles. A los efectos del censo son población urbana, pero sus fuentes directas de trabajo están en la campaña oriental.
El servicio de agua potable de Piedra Sola fue inaugurado en 1943, los primeros teléfonos se instalaron en 1945, la energía eléctrica en 1979 e Internet por fibra óptica en 2012-2013. De todos modos es una de las poblaciones más aisladas del país debido a los caminos recios y al transporte escaso. Un servicio de ómnibus une Paysandú con Tambores y Tacuarembó, pero sólo los lunes y viernes.
Charito Bonjour (72), la esposa de Charo Fernández, proviene de Tarariras, Colonia. La casa de Charito y Charo, en una esquina principal, es amplia y bien equipada. Sus moradores son amables y con frecuencia reciben forasteros. Los rostros de Charito y Charo sólo se ensombrecen cuando hablan de una de sus nietas, que perdió el uso de ambos brazos pero se las ingenia para pintar hermosos paisajes naif sosteniendo pinceles y lápices en su boca. Charo no perdona al Mevir que le haya quitado la vivienda a uno de sus hijos y a su nieta discapacitada.
Escuela e iglesias – Mariana Rivero (40) y Mariana Dutra (23) son las maestras de la Escuela Urbana Nº 49, creada en 1912. Imparten enseñanza a 28 alumnos, inclusive cuatro que provienen de zonas rurales, desde el curso Inicial (niños de 4 o 5 años) hasta sexto. En el recreo de la tarde algunos juegan fútbol, otros hurgan en sus computadoras XO y un puñado le pregunta a un periodista para qué sirven los periodistas. Las dos maestras residen con sus familias en Tambores, una villa de 1.200 habitantes que dista 28 kilómetros de camino pedregoso. Los adolescentes de Piedra Sola también concurren al liceo de Tambores en un ómnibus moderno.
La Casa de Retiros Espirituales, una construcción amplia de 1952, fue cedida en comodato (préstamo de uso gratuito) por la Iglesia Católica a la Intendencia de Paysandú. Ahora está a cargo de Sandra Delgado (45), funcionaria municipal. Se utiliza como sala velatoria, recinto para reuniones juveniles, catequesis y cursos de UTU, como talleres de guasquería (útiles en guascas -tiras- de cuero). «Es una comunidad muy creyente», dice Charito Bonjour, quien es evangélica valdense. Imposible no serlo con ese apellido.
«La Iglesia Evangélica ha ganado mucho terreno», afirma. El modesto templo evangélico ha quedado chico, mientras los fieles que concurren a la parroquia católica, hecha entre 1939 y 1941, son cada vez menos. El pastor evangélico, Ariel Mora (46), quien reside en Tacuarembó y es mecánico, pidió dos lechones grandes para el cumpleaños de 15 de su hija. Los carnean con eficacia cuatro personas en el fondo de la casa de Charo Fernández, un católico, pues allí tienen todas las herramientas necesarias.
En Piedra Sola parece campear una solidaridad sencilla y vigorosa que no se proclama: se practica. Es una cultura.
Sobre las tierras que pertenecieron a un señor feudal – Las tierras en las que se asentó el pueblo Piedra Sola pertenecieron desde 1846 al militar y político riograndense Antonio de Souza Netto. Este brigadeiro fue uno de los líderes de la revolución farroupilha (1835-1845) que declaró la independencia de Rio Grande do Sul del resto del imperio de Brasil. Los gaúchos en harapos (farrapos) fueron el alma de esa rebelión que, en parte, se mezcló con la Guerra Grande en Uruguay. Tras la derrota, de Souza Netto se radicó en la región de Piedra Sola, con dispensa de los blancos de Manuel Oribe, donde erigió una estancia-fortaleza llamada La Gloria. Allí fue un señor feudal con ejército propio.
De Souza Netto se reivindicó con el imperio al participar en 1864-1865 del sitio y toma de Paysandú. Los defensores de la ciudad, bajo las órdenes de los coroneles Leandro Gómez y Lucas Píriz, sumaban 1.080 hombres. Enfrentaron a 4.000 de Venancio Flores y a 1.500 de De Souza Netto, a los que por último se sumaron casi 10.000 de otro contingente brasileño al mando de Joao Menna Barreto. El final es sabido. Luego Souza Netto se incorporó a la guerra de la Triple Alianza contra Paraguay.
La estación de ferrocarril, inaugurada formalmente en 1891, se llamó en sus inicios General Netto. A pocos centenares de metros se creó otra, luego abandonada, que se denominó Gloria. La estancia La Gloria, cuyo casco subsiste, fue heredada por María Antonia de Souza Netto, quien se casó con el sanducero Domingo Mendilaharzu, ministro de Relaciones Exteriores de Uruguay en 1886-1887 y de nuevo en 1898. El matrimonio Mendilaharsu-De Souza Netto erigió una gran finca en el Paso de las Duranas, Montevideo, actual sede del Museo Nacional de Antropología.
Entre fines del siglo XIX e inicios del siglo XX las familias Tafernaberry y Salaberry, propietarias de tierras en la región, donaron lotes para crear el pueblo a condición de que las construcciones fueran de cierta calidad. El paisaje actual lo muestra: no hay viviendas precarias sino sólidas casas de materiales convencionales.
Extraído de www.elpais.com.uy (17 noviembre 2013)
(*) Miguel Arregui, periodista isabelino con destacada labor en diferentes medios de comunicación montevideanos.
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