Horacio Guaraní dejó estos pagos, pero su canto seguirá en nosotros para que no calle la vida. Y algún día tenía que ser, que “el Horacio” por las leyes inexorables de la vida emprendiera el camino que lo transformará en leyenda. Anduvo con nosotros desde la adolescencia, allá por los 60, llegando de su “Alto Verde querido pueblito humilde del litoral”. Y nos acompañó cuando alguna despedida definitiva nos puso las primeras ausencias en el alma con su “Te digo adiós y acaso, te quiero todavía, no se si he de olvidarte pero te digo adiós…”
Y en las horas oscuras de las dictaduras, de las que debió escapar para seguir cantando por nosotros en otras comarcas, también abrevábamos en su “estamos prisioneros carceleros” y “no sé, no recuerdo bien que quería el carcelero, talvez una copla mía para aguantarse el silencio” o “le regalé una paloma al hijo del carcelero; cuentan que la dejó ir tan solo por verle el vuelo, que hermoso va a ser el mundo del hijo del carcelero”.
Y cuando la libertad se abrió paso, él siguió cantando para que “los humildes gorriones de los diarios y los obreros del puerto tuvieran quien los ayudara a pelear por su salario”. Hoy, con la aguardentosa voz de “si el vino vuelve, vuelve la vida”, desde alguna estrella, la mas cercana, nos deja su eterno canto de amor, justicia y esperanza.
“Y cuando lloren las viñas para que rían los hombres he de volver en las copas y habré de mojar las bocas de mis viejos compañeros, o talvez de la que quiero y no me pudo querer y en una noche de farra, cuando lleven las guitarras, si ven al vino llorar déjenlo llorar su pena que en su lágrima morena como nunca he de cantar”
¡SALÚ COMPAÑERO!
Luis Ángel Inthamoussu
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