La instalación de una segunda planta de UPM y la expectativa que genera en Tacuarembó y Durazno (*)

No podemos comprar el baño del papa”, se dicen, cuando hablan de la inminente instalación de una segunda planta de UPM sobre el río Negro. Pero la ilusión dispara la imaginación, y la película de César Charlone y Enrique Fernández es invocada como el instrumento predilecto de contención psicológica. El Poder Ejecutivo oficializará la inversión en los próximos días, seguramente el martes. ¿Cómo se viene procesando este emprendimiento entre los pobladores del centro del país?

Habrá más población, más rutas, más y mejores restoranes, muchos más camiones, más hoteles con mayor capacidad que las 300 camas que hoy existen en Paso de los Toros (en Pueblo Centenario y Carlos Reyles, la zona inmediata de influencia, no hay ninguno). Habrá familias que ya terminaron la casita del fondo para mudarse allí y alquilar al frente, más concesionarias de maquinaria y suministro de productos y actividades que hoy ni se piensan. Habrá más motos, más del doble. Habrá más accidentes y, en fin, menos fauna atropellada si se instala “el misterio de adiós que siembra el tren”, dijera el tango de Manzi. Y el adiós bien puede ser al presente, cuyo ocaso asoma en la expresión de deseos.

Habrá sin duda menos gases de efecto invernadero por el tren y los árboles, pues plantarán eucaliptos hasta en las macetas; la capacidad de producción, que logró duplicar su rendimiento por hectárea en 2013, se propone que sea extendida al máximo de las tierras forestales definidas en un área que incluye departamentos vecinos. Es cierto, habrá más contaminación térmica y química en las aguas del Río Negro, pero le espera una Dirección Nacional de Medio Ambiente (DINAMA) muy fortalecida, con una década de experiencia en Fray Bentos. En Paso de los Toros los vecinos consultados se alegrarán de que haya contralor de las aguas que hoy, según dicen, no existe, pues quien se baña “sale verde”, por una contaminación no especificada y aparentemente no examinada.

Habrá, en fin, más caras extrañas que las que ya hoy se ven en lugares donde todos se conocen, haciendo preguntas, pidiendo precios de cosas que nunca se vendieron sino que sólo fueron hechas, tomando medidas, anotando en libretitas; habrá nuevos barrios de casitas iguales, si es posible dentro del casco de la ciudad de Paso de los Toros y con un enfoque diversificado en tres calidades habitacionales en la zona del hoy todavía Pueblo Centenario. Habrá más de todo, pero menos pobres en ese Uruguay profundo que integra Tacuarembó (junto a Rivera, Cerro Largo y Artigas, más no Durazno), pues circularán más dinero, oportunidades de trabajo y propuestas de especialización. Eso dicen.

En Paso de los Toros hace años que no hay inversión en infraestructura ni en construcción de viviendas, pero los precios subieron con la expectativa, señala Virginia Ramírez, agente inmobiliaria en Asespro. Por una casa de dos dormitorios que se vendía a 50.000 o 60.000 dólares, hoy piden entre 100.000 y 120.000, y necesita arreglos. Por el alquiler de una casa de esas dimensiones piden 20.000 pesos, y antes por 13.000 o 14.000 se alquilaba. En cuanto a los campos, se valorizaron particularmente los linderos a ruta 5, en 100%. Una chacra de cinco hectáreas sobre la ruta está a 26.000 dólares; la antigua unidad productiva espera otro destino. “Se da por sentado que serán los más requeridos por empresas que vienen y ya están contactando la zona”, apuntó Ramírez. Señaló en particular un arrendamiento a un año, prorrogable a criterio del locatario si se formaliza la instalación de UPM.

Los más perjudicados son aparentemente los comercios que alquilan locales, cuyos precios se dispararon peligrosamente cerca o sobre el techo que permite el giro comercial. “La actividad comercial no cambió, pero entró el negocio financiero”, dice. La contracara es la molicie que domina el acontecer del lugar, como si el statu quo fuera una vocación. Ramírez comenta con desazón que la expectativa de los 30 alumnos de un curso de electrónica de UTU es ser empleados de UTE, y que no hay interés en aprender inglés.

Desde afuera – En los seis meses que siguieron al anuncio en conferencia de prensa de Tabaré Vázquez el 23 de agosto de 2016 sobre la intención de instalar una segunda pastera en un radio de 25 kilómetros de la cabecera del puente de ruta 5, los precios treparon 50%, 70%, 100% y más; luego se atemperaron. Las cifras de vivienda hoy están en consonancia con las expectativas salariales: esperan pasar de 15.000 y 20.000 mensuales al doble con la llegada del maná del cielo.

En la inmobiliaria Inti, su dueña, Noelia de los Santos, cuenta que un propietario abandonó su cartera de ventas porque el precio que ella estimaba posible no alcanzaba las pretensiones del vendedor. También que luego de la locura inicial, esos seis meses de precios multiplicados, hubo algunos que rebajaron pretensiones, pero también quienes se mantuvieron en ellas. Y más importante que los casos de quienes quieren hacerse millonarios en un día, está su apreciación de que la ciudad simplemente no está preparada para dar el salto cualitativo. “Hay mucho que arreglar y que sumar, como los servicios básicos de salud, el estudio, la capacitación, la gastronomía. Estamos con lo elemental, y a eso hay que agregarles las demandas insatisfechas de la gente que venga”. Suspira. “En materia de estructura, estilo de trabajo, nivel social y oferta de comodidades, estamos simplemente lejos”. Su aspiración es que Paso de los Toros trabaje en conjunto con Durazno, “que está mucho mejor organizado. En verdad, estamos en el medio [entre las ciudades de Tacuarembó y Durazno], y lo que sobra y lo que pinte viene para aquí. Eso siempre fue así. Pero si trabajamos en conjunto, podemos tener la capacidad necesaria”.

El desarrollo siempre vino de afuera en Paso de los Toros, desde que llegó y se instaló en 1820 el primer pulpero, Eugenio Martínez, y en 1857 puso el servicio de balsas que le hizo perder relevancia al paso que permitía al ganado vadear el Río Negro. En 1885 se trazó el ferrocarril y la localidad fue el nudo ferroviario que conectaba con el norte del país, dando empleo a 500 personas que formaron Pueblo Nuevo, hoy ya integrado a la ciudad que se extendió; llegaron más trabajadores para hacer el puente ferroviario, con pilares de granito y estructura de hierro, que se inauguró en enero de 1887 y que en 1959 vio superada su cota de 62,43 metros por la inundación, llegando el agua el 25 de abril de 1959 a 65,93 metros; ese dato es clave en la intención de UPM de instalarse en las tierras más altas de Durazno.

En todo caso, hoy quedan, si llegan a tantas, 30 personas trabajando en la estación del ferrocarril para el único tren que opera por día. El saladero instalado en 1886 convocó a “un gran número de obreros especializados”, dice el historiador Aníbal Barrios Pintos, y fue la principal fuente de recursos del pueblo de los isabelinos, según el bautizo en su fundación como pueblo en 1903, terco en seguir llamándose Paso de los Toros. Aunque el saladero cerró en 1904, esa gente quedó viviendo allí.

En 1926 vendría otra oleada de trabajo, cuando se empezó a levantar el puente carretero de ruta 5, que debutó para una emergencia antes del centenario de la Jura de la Constitución y nunca se inauguró oficialmente. La firma alemana Wayss & Freitas también hizo la usina hidroeléctrica de Rincón del Bonete en sólo 30 meses, lo cual mereció un telegrama: “Berlín, 17 de mayo de 1937. Excelentísimo señor presidente de la República Oriental del Uruguay, doctor don Gabriel Terra. Al buen éxito de la obra monumental del Río Negro, comenzada por iniciativa de su gobierno, expreso a su Excelencia mis más sinceras felicitaciones. Adolfo Hitler, Canciller del Tercer Reich”.

La 10ª sección judicial tuvo su más reciente empuje laboral con la instalación de molinos de viento en tres plantas con base de hormigón en la altura de Peralta (que con su cota de 85 metros supo ser en 1959 refugio de los evacuados de una ciudad inundada), contratando a 140 personas de los alrededores y trayendo a 500 trabajadores. Luego volvió a su desocupación de 10% esta ciudad de empleados públicos, y también hijos y nietos de empleados públicos.

Algo viene cambiando en la zona por impulso del gobierno central. La pobreza cayó en Tacuarembó de 40,4% en 2006 a 12,6% en 2013, y si hay que ponerle color al futuro, que sea rosa. Es de los raros lugares de la república en que la cuarta parte de la población se atiende en ASSE y sólo 11,4% en mutualistas; hay un hospital con una urgencia reputada por muy buena, y una comisaría, y tal vez haga falta ensanchar ambas. Tal vez se necesite aumentar la capacidad que hoy satisfacen 12 escuelas, tres liceos y una UTU con planes de estudio que no contemplan el cambio posible. La ciudad de Paso de los Toros tiene 13.000 habitantes y está preparada para 15.000, pero no para 22.000, señaló su alcalde, Juan José Charo López Santos, muy atento a los nuevos desafíos. Por algo la Intendencia de Tacuarembó está por instalar allí una oficina de ordenamiento territorial, que estará a cargo de Walter Mederos. La prevención del alcalde se focaliza “en la pos obra, a eso le tengo miedo”; es “el problemón” del que habla Omar Lafluf (ver recuadro).

Otro encare – Antes de cruzar el Río Negro, a ambos lados de ruta 5, está Pueblo Centenario, formado originalmente por la gente que hizo el puente hace 90 años. Hoy viven 1.500 personas empleadas fundamentalmente por el Estado, y no hay siquiera una pensión, pero un cartel anuncia un próximo hotel de 70 camas “de cuatro estrellas” y otro emprendimiento propone una posada, un barrio residencial y conexión turística con el establecimiento rural del pueblo, 12 kilómetros hacia el sur.

Entre sus habitantes hay –circunstancias de la vida– dos experimentados chefs dispuestos a instalar gastronomía de cierto vuelo si finalmente se decide la instalación de UPM. También hay dos personas que saben inglés, pero habrá más, porque las clases están por comenzar en el renovado edificio de la Junta Departamental, junto con gastronomía, corte y confección y apoyo a las huertas familiares. Hay mucha cosa en marcha. Además del cartel de ruta que indica el nombre del pueblo, las letras de Centenario se despliegan en un cantero de 15 metros alzado sobre la ruta y con iluminación inaugurada esta semana. El pueblo ya tiene una alegre canción, hecha por Enrique Gómez, y hasta una bandera seleccionada en un concurso que ganó una ex alumna de la escuela del lugar, Cristina Capra. Por supuesto, su color dominante es el naranja, que es el del pueblo y el del cuadro de fútbol local, que tiene a varios jugadores en la selección de Paso de los Toros y que esta vuelta casi sube a Primera División.

El secretario de la junta local, Eduardo Bovio, explica que estos cambios y muchos más son parte del plan quinquenal de desarrollo del gobierno departamental de Carmelo Vidalín, y es independiente de la instalación de UPM en la zona. Si la situación se da, “se agilizan los tiempos y la inversión se recupera mucho antes. Y si no, hay un desarrollo turístico y la gente se prepara para trabajar en cualquier lado”. Por ejemplo, las aguas termales saladas a 30 grados que es posible hacer brotar de 380 metros de profundidad en la vecindad permiten pensar en un complejo turístico allí, pero no se hará hasta que haya una ecuación comercial que lo permita.

Todas las consultas van a él. Al ensueño de la riqueza inmediata contesta con números y plazos que recuerdan la fábula de la lechera, el cántaro y la fuente, de Samaniego. Bovio demuestra cómo el cántaro se rompe en mitad del ensueño de riqueza. “Si sale UPM, la zafra son 24 o 30 meses, y que sea algo que les sirva a ustedes, que no sea volátil. Utilícenlo bien, no se lo gasten”, aconseja. “Y si están bien preparados, tendrán trabajo permanente dentro de la planta”.

Si la taba cae en “suerte”, se harán tres barrios, uno de ellos residencial, que aspira a ser vivienda del personal jerárquico de la planta. Tanto Centenario como Paso de los Toros y el prolijo caserío de Carlos Reyles, en el kilómetro 222 de la ruta 5 y hoy con 900 habitantes, serán dormitorio de los nuevos trabajadores. De la experiencia de la construcción de la papelera en Conchillas, recoge la posibilidad de transporte de y hacia el trabajo, para que los trabajadores de la zona no abandonen sus casas.

La expectativa de la gente está, y la intención política es que quede en la gatera hasta llegado el momento de la verdad. Es difícil, pero el Estado da el ejemplo cuando hace saber que, si se produce, el peaje será corrido al sur, para que la zona de dormitorio quede sin barreras en el medio. Bovio se ha preocupado de disuadir repetidos intentos de formar asentamientos a la espera de la gran noticia, prometida para la semana pasada.

Pero en Durazno (departamento destinado a ser la verdadera área de influencia, con su ciudad capital 75 kilómetros al sur) parecen tener un buen plan de trabajo. Potencializar Centenario y darle identidad es parte de la voluntad en marcha, compatible con multiplicar esfuerzos para satisfacer las necesidades que plantee el desembarco de UPM. El orgullo local, visto como instrumento de cambio, se fortalece con que el desfile de 18 de Julio correspondiente a Durazno se haya hecho allí. La enumeración de los participantes da idea de la dimensión buscada: las dos unidades militares de Paso de los Toros, Fuerza Aérea de Santa Bernardina, Escuela de Policía, caballería gaucha, escuelas, liceos, UTU y hasta autos clásicos. Y miles de personas desde la banquina de la ruta, aplaudiendo.

(*) ANDRES ALSINA (Extraído de ladiaria.com.uy)

Los adelantados

Ya antes del anuncio presidencial de julio de 2016, UPM dio señales de interés por la zona. En 2014 y 2016 pagó el reacondicionamiento de dos escuelas del departamento de Tacuarembó y en 2015 de una en Sarandí del Yi, Durazno, que hoy están claramente en el área de influencia de la eventual segunda planta. También antes de ese anuncio de Vázquez, UPM invitó al presidente de la Asociación Comercial e Industrial de Tacuarembó, Marcelo Crespi, a un dirigente del Rotary Club y a un militar (hay dos cuarteles en Tacuarembó, que suman más de 600 efectivos) a visitar la planta de Fray Bentos. Lo tomaron como una gentileza y quedaron fuertemente impresionados, “azorados”, por la alta tecnología del proceso fabril. Luego del anuncio, UPM organizó al menos otras tres visitas a su planta de figuras representativas de la sociedad en la que quiere desembarcar.

El lugar

UPM compró hace unos meses 100 hectáreas de pastoreo a dos propietarios, a 5.000 dólares la hectárea. Están ubicadas “en las inmediaciones” del Arroyo Tala, y allí se llega por un camino, hoy en pésimo estado, que arranca hacia el oeste de ruta 5, un kilómetro antes de llegar a Pueblo Centenario. El arroyo está antes, a unos diez kilómetros, y su desembocadura en el Río Negro, inmediatamente después de ser atravesado por el camino, se ensancha de manera abrupta para tener unos 80 o 100 metros. De ambos lados tiene colinas que defienden de las inundaciones y pueden permitir un vertido al río resguardado de vientos. Uno de esos campos tiene alambrado, notoriamente nuevo, pero ningún cartel. Hacia ruta 5 está la estancia El Gallo, y una línea de alta tensión atraviesa el paisaje del noreste al suroeste; la asociación de ideas ata a ellas la producción de energía que la nueva planta tendría para venderle a UTE. A poco de ruta 5 hay una bifurcación hacia el norte que lleva a lo que era Parada Sud del tren, en la vía que sigue hacia Paso de los Toros. Ese camino lateral termina en la entrada a una cantera, con un cartel de “No pasar”, explosivos, y otro de la Corporación Ferroviaria, a la que pertenece. Luego hay un caserío que aloja a 15 personas, en lo que ya casi es Pueblo Centenario. En esa bifurcación es posible imaginar una playa de maniobras en la que UPM enganche vagones cargados de celulosa al tren que los lleve a Montevideo.

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