CEO de Grupo Marfrig, la multinacional brasileña de alimentos y bebidas que factura 6.000 millones de dólares al año y tiene 45.000 empleados en Asia, Sudamérica y Estados Unidos. – Un par de años antes de que Martín Secco (54) naciera, su padre siguió el consejo de un amigo veterinario: cerró la carnicería que tenía en el Puente Carrasco y abrió el Frigorífico Tacuarembó. Su objetivo era realizar la producción de carne del norte del país. Mientras los proyectos de Fernando se hacían realidad, su hijo se criaba como cualquier otro tacuaremboense. A los 10 años emigró a Montevideo y cursó en el Elbio Fernández y en el Juan XXIII. Estudió Administración de Empresas y al terminar volvió al pago, ahora casado. Allí comenzó a trabajar en el frigorífico de su padre. En el 2000 asumió la Dirección Comercial y en el 2006 la familia Secco vendió la empresa familiar al Grupo Marfrig.
Gracias a la relación de trabajo, amistad y confianza con el mayor accionista de la multinacional, a Martín Secco le ofrecieron en 2015 el cargo de CEO de Marfrig. Hoy dirige una empresa de 45.000 personas en todo el mundo, 18.000 en la región, en una firma que factura 6.000 millones de dólares al año.
Secco está radicado desde hace 3 años en San Pablo. Recibió a galería en el comedor de su casa en Montevideo, la que solo visita algunos fines de semana. Aunque viaja por el mundo y se codea con grandes empresarios, asegura que no lleva una vida de magnate y que añora disfrutar su hogar con sus hijos. Aún no pierde el acento ni la humildad de un tacuaremboense, una buena estratagema para evitar preguntas incómodas.
¿Qué imagen tiene de su padre?
Mi padre siempre fue para mí un ejemplo, un mentor. Tuve suerte de poder trabajar con él 15 o 16 años. Falleció en 2001. Comenzó con una carnicería en el Puente Carrasco. Recuerdo que tenía un veterinario que lo ayudaba con los temas técnicos, Camilo Pasturino. Ese señor le dijo un día: “Fernando, encontré un estudio de una empresa inglesa que dice que el mejor lugar para tener un frigorífico es Tacuarembó”. Mi padre empezó una gran campaña con productores de la zona para que lo apoyaran económicamente. Aseguraba que iban a realizar la producción del norte en Tacuarembó y trasportarla a Montevideo procesada. Comenzaron con una charqueada en 1961, una fábrica de tasajo, para no trasladar los animales vivos hasta La Tablada y que le sacasen mayor provecho los frigoríficos de allí. Así se fue desarrollando y pasando por diferentes etapas hasta el 2006, en que la vendimos.
Por su importancia, por el Frigorífico Tacuarembó pasaban las principales figuras del ámbito empresarial y político. ¿Tenía él orientación política?
Siempre fue muy blanco y wilsonista, pero por la generación era amigote de Jorge Batlle. Igual, mi familia siempre fue muy colorada.
¿Usted se siente de Tacuarembó?
Sí, claro. Viví ahí hasta los 10 años. Mis padres siempre vivieron ahí. Nuestras vacaciones, los veranos, siempre fueron en Tacuarembó. Luego de que me casé, nos fuimos a vivir a Tacuarembó por ocho años. Siempre trabajé en una empresa de allá y también tenemos un campo cerca de San Gregorio de Polanco.
¿Pasaba el verano en San Gregorio de Polanco?
No. En la ciudad. Aunque tenga pocos atractivos, mis padres no hacían muchas vacaciones. Cuando llegaron los nietos construyeron una piscina y nos quedábamos ahí. En mi época pasábamos los veranos en el balneario Iporá, que tenía una piscina municipal. El Carnaval pasado les pregunté a mis hijos: “Vo, ¿a dónde quieren ir a pasar estos días?”. Y dijeron a Tacuarembó. Ellos tienen sus amigos y nosotros también.
¿Cómo fue el proceso de selección para ocupar el cargo CEO de Marfrig?
Son esos procesos que se dan naturalmente. Trabajé toda la vida con mi padre y hermanos en el Frigorífico Tacuarembó. En 2006, cuando vendimos la compañía a Marfrig, el día de la venta, el accionista principal, Marcos (Antonio Molina dos Santos), me dijo si me quedaba a trabajar con él. Nunca lo habíamos hablado y no estaba en el contrato. “Si vos no te quedás no puedo seguir comprando. Estamos en un proceso de expansión y necesito que te quedes por un año”, dijo. Acepté. Volví a casa y hablé con mi esposa e hijos sobre la indefinición de qué iba a hacer con mi vida luego de la venta del frigorífico. “Por ahora la cosa seguirá igual”, les dije. Comencé a trabajar en el proceso de expansión en Uruguay. Al cabo de dos años era un grupo de cuatro empresas frigoríficas. Fuimos creando una relación de trabajo, amistad y confianza y Marcos me pidió que lo ayudara en un radio más grande, en la región Cono Sur (sur de Brasil, Argentina, Chile y Uruguay).
¿Cómo es su día de trabajo?
Acostumbrado a esta industria de la carne, mi rutina es bastante parecida. En esto se arranca muy temprano. A las 6 am comienza la faena, el desposte. Siempre llego temprano a la oficina, sobre las siete. Ahora no tomo mate todos los días. Planifico alguna cosa que me quedó del día anterior, que es difícil porque no me gusta irme con pendientes. Hasta las nueve son las mejores dos horas, antes de que llegue la gente, que empiecen a sonar los teléfonos y a caer los mails. Ahí la agenda o la rutina queda en manos de otros y no tanto de la tuya.
También viaja y tiene que formarse en tratar con culturas diferentes y que hablan otro idioma.
Nuestra organización tiene empresas en Sudamérica, Estados Unidos y Asia. Obviamente, en Malasia no tengo la misma relación con el personal de fábrica que puedo tener en Uruguay. Tengo un grupo de directores que reportan a mí y ellos se ocupan. Los divido en dos, un reporte financiero y un reporte jurídico. Son siete u ocho personas que me informan sobre lo que sucede en toda la empresa a escala mundial.
¿Eso le permite no tener que viajar a todos los sitios?
Exacto. Y además a no estar en contacto con tanta gente. Pero obviamente, por una deformación profesional, la parte del frigorífico, que es el origen de lo que hice toda mi vida, está acá en Sudamérica. Eso me gusta y me quita mucho tiempo, pero es una cosa que hago con mucho, mucho gusto. Viajo al interior de Brasil a visitar plantas y enterarme de los procesos productivos. También hay una parte financiera de la compañía, que es una empresa pública, que se mantiene con inversores extranjeros. Eso también es otra rutina de viaje: visitar fondos, realizar una emisión de deuda. Son circuitos financieros bancarios por todas partes del mundo.
Uno de los mercados más importantes para Marfrig es el asiático, que ocupa el 25%. ¿Qué consumen esas culturas?
Ellos son grandes consumidores de cerdo y de pollo. La empresa Keystone Foods, que es la mitad de la facturación de la compañía, está basada en Estados Unidos y en Asia. Setenta por ciento de la facturación de esa empresa es pollo; 20% carne y después un poco de pescado. Desde el punto de vista cárnico, que en Uruguay y Brasil exportamos bastante a China, por ejemplo, ellos están recién descubriendo el tema de la proteína roja. Comen cantidades muy inferiores a la nuestra y la preparan de forma muy diferente. Les gustan cosas que a nosotros no nos gustan. Seguramente, tenga una relación en cuanto a lo que pueden pagar.
¿Tienen un corte de preferencia en particular?
Por ejemplo, lo que llamamos el garrón, ellos le llaman el yin-yang. Es un corte extremadamente popular en China. En el mundo es un corte barato, pero para ellos es como si tú comieras un ojo de bife. También comen muchas veces carne cruda. Consumen las menudencias más insólitas que te puedas imaginar: la vena aorta o el pene. Cosas que despreciamos desde el punto de vista de la dieta.
Para muchos, la carne sintética es el futuro. ¿Marfrig está avanzando en esa línea?
Estamos haciendo contactos con empresas investigadoras. Nos cuesta pensar cómo va a ser eso. Es sin duda algo que se viene. Creemos que la producción de carne natural, como se hace en esta región, es parte del ecosistema que va a seguir funcionando. Quizá lo que se logre con ese tipo de avances es que a la gente que no puede acceder por costos a la carne le sea más fácil por el precio.
¿Cómo es el relacionamiento con los ecologistas preocupados por la forma de criar el ganado, la emanación de gas metano o el gran gasto de agua que se genera?
Es un tema a prestar atención. Es sumamente importante ver también el lado positivo de la cría de ganado que hace al ciclo de la naturaleza. Son conversaciones que no están referidas a cómo nosotros criamos en Uruguay, están referidas a lugares donde se hacen más intensivos. En Brasil, por ejemplo, recibimos visitas y auditorías de empresas internacionales para ver si los productores brasileños no tienen trabajo esclavo o si el ganado viene de lugares donde se talaron árboles naturales.
¿Cómo diría que está el Uruguay ganadero respecto al mundo?
Para el tipo de ganadería que podemos hacer nosotros está muy bien. Creo que estamos padeciendo un problema de productividad. Tenemos un techo en las condiciones de nuestro clima y suelo, pero que todavía podemos mejorar. No por colgarme de una muletilla, tenemos algunos temas de escala y de costo que nos pesa mucho en el tipo de producción. En Nueva Zelanda, por ejemplo, el agro tiene para el gobierno y la sociedad una importancia destacada que Uruguay todavía discute y polemiza. La vieja disyuntiva entre el agro y la ciudad y el rol de la economía. Esa discusión ya no debería existir.
¿Qué beneficios, por ejemplo?
Tenemos un grave problema con la educación. Nuestros productores y las familias que viven en nuestros campos tienen una desventaja tremenda al educar a sus hijos en comparación con el medio urbano. Si no lográs arraigar a la gente en un lugar es muy difícil desarrollarte, trabajar o tener sentido de pertenencia. Se ha evolucionado, nosotros tenemos micros que pasan por las estancias para llevar a los chicos a la escuela o al liceo, pero si agarrás un cuaderno de esos niños y te lo ponés a analizar te das cuenta de que están corriendo con una desventaja en el mundo de hoy que va a ser difícil para su desarrollo.
¿Si fuera productor, invertiría en Uruguay?
Para los uruguayos es más una tranquilidad que una rentabilidad. Nos gusta el campo como lugar de refugio patrimonial, un lugar para estar. Hoy hay pocos uruguayos que invierten en el campo pensando sacar una rentabilidad.
Como CEO de Marfrig, a la hora de decidir dónde invertir, ¿considera a Uruguay en el tablero?
A la hora de decidir dónde invertir nosotros buscamos lugares de alto consumo, de tasas de interés bajas para poder realizar las inversiones de capital. Por lo general, esos lugares son de disponibilidad de mano de obra porque son de alto consumo…
¿Qué futuro tiene la producción en Uruguay?
Algunos rubros los veo con preocupación. Veo pérdidas de trabajo por negocios que se retiran de Uruguay que eran muy intensivos en mano de obra. Me pregunto cómo la sociedad piensa reponer esos puestos de trabajo. No creo que toda la población esté preparada para un trabajo en tecnología, en investigación, más allá que son campos que han ayudado mucho. Hay un sector importante de mano de obra calificada que lo veo desaparecer lentamente.
¿Los costos laborales perjudican la producción?
Es una cosa que se da en muchas economías en el mundo, la reivindicación sindical. Muchas veces me pregunto: cuando hacemos un paro hoy ¿qué esperamos para mañana? Qué es lo que pensamos que cambiará el día de mañana, o cómo vamos a compensar ese día de trabajo perdido, si realmente lo que buscamos al parar es saber cómo vamos a ser recompensados. Son formas obsoletas en materia de reivindicación cuando tenés reglas básicas, un diálogo abierto, constructivo y honesto. Al ser una sociedad tan chica, en donde los actores se conocen tanto, estoy seguro que se podría avanzar más conversando. Muchas veces no se llega a buen puerto, pero habrá que pasar por eso.
Hubo olas de corrientes ideológicas en Sudamérica. Una progresista, con Kirchner, Mujica, Lula y Dilma. Ahora una más de derecha, con Macri o Temer. Aún no se sabe qué sucederá en las próximas elecciones en Uruguay, pero ¿qué ve como más positivo para la producción?
Algunos temas no deberíamos seguirlos discutiendo en Uruguay, como la educación, no puedo entender cómo cuatro o cinco dirigentes políticos, sabiendo que pueden ser los próximos gobernantes, no pueden tener un plan de educación para los próximos 15 años, independientemente de quién sea el partido de gobierno. Ni siquiera los gobiernos de izquierda que hemos tenido con mayoría parlamentaria han podido avanzar en esa materia. Como país no podemos perder tanto.
Respecto a la expectativa del próximo gobierno…
Acá todavía discutimos mucho más sobre ideología que sobre lo que le sirve al país como negocio. Un ejemplo de algo bueno que se hizo hace muchos años y que fue realmente una política pensada y apoyada por todos los actores, y que hoy da frutos, fue la famosa Ley Forestal del año 85. En su momento nadie pensó en su estricto sentido. Quién hubiera dicho que íbamos a tener tres plantas papeleras. Fue un acuerdo político extremadamente importante. Se invirtió dinero de todos para subsidiar la plantación de árboles. Qué otras cosas de esas podríamos hacer en el área productiva y qué otras cosas podríamos hacer básicas para la sociedad, es lo que habría que preguntarse.
Marfrig faena un 23% de la producción uruguaya. ¿Hay lugar para los frigoríficos chicos?
Cómo no. Te diría que se han reincorporado al negocio varios frigoríficos que podemos considerar pequeños, 3% o 4% del market share de la faena del país. Son empresas extremadamente saludables, algunas abocadas al mercado interno y otras comenzando a exportar. Nosotros entendemos que hay espacio para ese tipo de proyectos. Muchas veces en costo, cuando tenemos problemas de escala, las empresas grandes sufren más que las pequeñas. Tienen costos estructurales que les cuesta más diluirlos en función del volumen de producción.
Si lo comparás con una empresa más chica o familiar, obviamente tienen costos menores, un management de menos cuerpo. Nosotros, por ejemplo, tenemos una estructura importante, tenemos requerimientos oficiales a escala mundial que otras empresas no tienen. Además Marfrig cotiza en bolsa. Por supuesto que tiene ventajas, como a la hora de financiamiento, al que las chicas pueden no acceder; pero en un país como este, la escala no significa directamente proporcional a una mejora de costos.
Este año hubo dos grandes crisis en Brasil, Carne Fraca y Lava Jato. ¿Cómo afectaron a Marfrig?
Desde que llegué en el 2015 vengo de evento en evento. Ese año comenzó el famoso Lava Jato con cambio de presidente. Sin duda, cuando tenés toda esa inestabilidad a nivel país, que no sabés quién es el presidente hoy y quién va a ser mañana, es complicado. Yendo específicamente a lo que pasó este año con Carne Fraca, durante marzo-abril, Marfrig no estuvo envuelta en ese episodio, pero obviamente sufrimos montones. Muchos mercados cerraron temporalmente a la carne brasileña y el consumidor tenía una desconfianza muy importante. Luego tuvimos el evento de la famosa delación de parte de la familia Batista, que obviamente son los líderes del mercado cárnico a escala mundial y en Brasil. Como sector lo vivimos muy de cerca.
Pero genera oportunidades…
Genera, sí. En nuestro caso, nos dejó un espacio importante. Este año crecimos más de 60% en nuestra producción. Más allá de que hay mayor oferta de ganado, el competidor principal dejó algunos espacios que intentamos cubrir.
¿Marfrig espera citaciones?
Nosotros hacemos nuestro día a día de forma absolutamente tranquila. Son los riesgos, beneficios e inconformidades que tienen este tipo de cargo. Muchas veces hemos sido requeridos por la Policía y la Justicia. Siempre nos brindamos de punta a punta para ayudar en cualquier proceso de investigación, como el de Carne Fraca.
Lleva tres años en el cargo. ¿Tiene fecha para retirarse?
No tengo un contrato o plazo para cumplir. Mi señora siempre dice que llega un día que te cae la ficha. Por ahora, estamos muy bien como familia, pero pagamos un sacrificio importante. A veces, cuando venís el fin de semana y estás cansado, luego de una semana de andar trotando por ahí, y tomar otro avión para venir y el domingo de tarde volver a irte… Tengo dos pasiones: el trabajo, que es una cosa que me encanta —a veces hasta es un poco adictivo— y estar en casa con mi familia. Son cosas que hoy no son compatibles. Hay momentos que quisiera estar acá, como en la muerte de un familiar o alguien cercano. Es difícil poder acompañar, por más que tengas la voluntad, los compromisos o las distancias no lo permiten.
Viaja a Europa en avión privado por la empresa. ¿Su vida tiene algo en común con la de un magnate?
Es más la responsabilidad que tengo que la vida que llevo. Si me preguntás cómo me gustaría estar, te diría que en casa con mi familia y no lo puedo hacer. Pero pienso que los chicos van creciendo y yo de acá a algunos años voy a estar solo; ellos van a tener su vida propia.
¿Los uruguayos no acceden a las mejores carnes debido a la exportación?
No, eso es falso. Acá encontrás la misma carne que se exporta. El uruguayo está cada día más exigente en el consumo. Sabe cada vez más. Aunque estemos en un país que es campeón mundial en el consumo de carne, la gente no tiene mucho conocimiento. Van a la carnicería o al supermercado y le dicen al carnicero: “Quiero carne para”. Ese contacto, esa persona de confianza, todavía tiene un rol importante. Creo que es un mito de otra época que no existe más.
¿Es la carne argentina mejor que la uruguaya o viceversa?
Carne buena hay en todos lados, pero la argentina es más pareja. Vos vas a cualquier boliche a comer y siempre comés bien. Acá te podés llegar a llevar una desilusión. Eso sucede porque tienen un negocio: el ciclo ganadero está predispuesto para tener una faena de animales muy jóvenes para el mercado interno. Acá es difícil que suceda porque gran parte se exporta y la industria paga mejor un animal más pesado.
De http://www.busqueda.com.uy/ (Entrevista de Bernardo Wolloch)
Sé el primero en comentar