Aquellos tiempos…

Ómnibus y bicicletas – La compañía de ómnibus de trasporte colectivo “Ciudad de Tacuarembó”, empezó en octubre de 1937 con tres ómnibus en dos rutas urbanas. Una ruta iba desde el Cementerio Municipal hasta el Parque Rodó, y la otra corría transversalmente, desde la Avenida Oliver hasta la herrería de Laborde y la pista de carreras hípicas (adonde hoy es el Centro de Barrio Nº1). La primera salía del Cementerio, tomaba 25 de Mayo hasta el Parque, bordeaba el Parque y regresaba hasta el Cementerio por 18 de Julio; la otra recorría la calle Dr. Catalina en ambas direcciones. Poca aceptación tuvo el transporte colectivo como tal, quizá por la falta de regularidad en el servicio, quizá por la inveterada costumbre de los tacuaremboenses de caminar.

El Sr. Vizconti, guardia-inspector de aquellos ómnibus, recuerda que durante el verano de 1937-38, el paseo en ómnibus fue un entretenimiento. El boleto costaba 5 centésimos, lo mismo que el transporte colectivo en Montevideo y muchas personas subían, entregaban un peso y le decían al guarda que viajarían hasta que ese importe se agotara en sucesivos viajes, lo que significaban 10 viajes completos de ida y vuelta. El negocio floreció en el verano, pero al llegar el invierno las cosas habían cambiado y el andar en ómnibus dejó de ser una novedad y nadie viajaba. Al llegar la primavera de 1938 se dejaron los recorridos urbanos.

La ciudad seguía extendiéndose y después de aquel fallido intento de dotar a la ciudad de transporte colectivo, Tacuarembó volvió a quedar de a pie, por lo que los vecinos de los barrios suburbanos debieron buscar un medio de transporte que los acercara a sus lugares de trabajo. Así surgieron las bicicletas, que hoy día marcan el ritmo de la ciudad y le dan una característica especial. Su aceptación fue favorecida por el hecho de ser Tacuarembó una ciudad plana, sin más relieve importante que el del Barrio López y también por el hecho de que las mujeres la adoptaron a la par de los hombres.

Recuerdos y anécdotas – Uno de los primeros usuarios del teléfono era un caballero muy circunspecto, muy cortés y como el sombrero era una prenda habitual en el atuendo de los caballeros, a menudo se le veía de sombrero en su escritorio. Allí estaba el teléfono que él solía contestar sosteniendo el tubo con una mano para preguntar. “¿Quien habla?”, mientras con la otra mano se sacaba el sombrero y hacía una leve inclinación de cabeza completando el saludo, mientras decía: “¿Cómo esta usted? ¿Y la familia?”.

Cuando las radios no eran muy comunes, todavía, un día pasaba un carrero con su carro y caballo cuando oyó al pasar cerca de un receptor las notas de una melodía y una pregunta: “¿Adónde vas carrerito del este?”. Muy decidido tiró las riendas, miró hacia el lado de donde venía la pregunta y contestó: “Voy hasta la Casa Testa y vuelvo”. La melodía seguía.

Cuando el patrón reunió a todos los empleados para hacerles notar que llegaban tarde, faltaba uno. Lo esperaron algunos minutos, pero no llegaba, de modo que el patrón reconvino con los presentes de sus llegadas tarde. Al terminar de hablar, llega el retrasado, sofocado por la última corrida. El patrón lo mira fijamente y le espeta: “Usted llega tarde”. Inmediatamente el aludido responde aún agitado: “No importa, a la hora de la salida me voy antes y quedamos a manos”. Se dio vuelta y se fue a su puesto de trabajo. La sorpresa fue del patrón, la risa de los demás. (La anécdota de Américo Ferreira).

De “TACUAREMBÓ, ciudad de oportunidades” de Celia Testa –

Libro publicado en 1992.

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Liceo Departamental – 2º año E (1969) – Primera fila: Norberto Fonseca, Techera, Gabino Suanes, Carlos Sánchez, Elías Abdo, Sum, Vasconcellos, Miguel Seoane, Ferreira (Jejo), Farías, Álvarez.
Segunda fila (las chiquilinas de la clase): Esganga, Pintos, Silva, Lensina, Suárez, Japo Santander, Viera, Paciel, Trinidad, Sum.
Tercera fila: Serpa, Acuña, Sotto, Villar, Acuña, Da Cunha, Corvo, Severo. Profesor: Gustavo Alamón

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