La cuarta revolución industrial no será en las cuchillas… / Por diputado Edgardo Rodríguez

En los últimos meses aumentan las referencias a la llamada cuarta revolución productiva, que se caracteriza por la introducción de robots, automatismos, impresoras en tres dimensiones, el software e internet, entre otras innovaciones. Aquí en nuestro Tacuarembó ya lo vemos, con la presencia de un aserradero que produce mucho con poca gente, y también muchos otros que producen menos ocupando más gente. Pasa en todos los sectores: desaparecen puestos de trabajo, como aquellos funcionarios que detrás del mostrador del banco contaban dinero, mostrando gran agilidad en sus dedos, mientras que hoy ese dinero lo cuenta y paga una máquina.

El personal de la salud ya no escribe en papel la historia clínica ni los medicamentos a suministrar: se hace todo en formato electrónico, y hasta es posible consultar especialistas de forma “on line”, compartiendo incluso imágenes de muy buena definición. Podemos seguir enumerando trabajos y oficios que se transforman o directamente desaparecen, incluso en nuestro propio medio. Ahora mismo, se impone como un denominador común, el uso de internet y el desarrollo del software.

La OPP realizó un estudio sobre “Automatización y empleo en Uruguay”. Dentro de ese marco, opina Álvaro García, su Director, que “no necesariamente implica la pérdida neta de puestos de trabajo…”. Puede ser, sin embargo ese mismo estudio, y lo resaltó el Ministro Murro, plantea que en el futuro, quizá dentro de 10, 15 o 20 años, un alto porcentaje de tareas van a ser sustituidas por automatismos. Se manejan porcentajes del entorno del 60 a 70 % de puestos de trabajo en riesgo. Es decir, no se va a trabajar de la misma manera, y es una cuestión que rompe los ojos, demasiado evidente. Pasa hoy, y todo indica que la tecnología y el avance científico técnico no se detienen. En la ganadería, el agro, el comercio, la industria, la forestación, asistimos a cambio irreversibles.

Otra conclusión que surge en este análisis, refiere a que los trabajadores con menor formación se verán desplazados, mientras quienes que los más capacitados, con formación terciaria, podrán “apropiarse” de las nuevas condiciones, y reciclarse sin mayores problemas.

El Instituto de Computación de la Facultad de Ingeniería cumplió 50 años; el PEDECIBA, Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas (sigla rara por estos pagos), cumplió 30. Son centros públicos de alta formación, cuya tarea está dedicada a formar profesionales y a investigar en variadas disciplinas relacionadas con el futuro del mundo del trabajo y el desarrollo.

PARECE OTRO URUGUAY – Somos un país pequeño, pero las diferencias entre regiones son enormes. Debemos tener en cuenta que las instituciones que mencionamos son públicas, por tanto financiadas con el dinero de todos los uruguayos, pero la presencia más notoria está en el sur del país, particularmente en Montevideo. La visión de estas políticas de Estado que vienen de lejos, llevan 50 años formando decenas y decenas de ingenieros de Sistemas, además de maestrías y doctorados. Esa formación ha generado un grupo de personas muy preparadas, que constituyen verdaderos pilares de la industria del software.

Hay alrededor de 650 empresas que producen software para la exportación. El volumen de ventas de las mismas, ubican a esta industria sin tierra y sin chimeneas, entre los principales rubros de exportación del Uruguay. ¿Qué significa exportar software? Es exportar conocimiento, inteligencia.

La Universidad de la República se fundó en 1849. Tuvieron que pasar aproximadamente 160 años para que la UDELAR se hiciera notar en todo el territorio, y en especial en la región norte. Ha sido un salto enorme, y apunta a la construcción del desarrollo sostenible que buscamos, apunta a incorporar capacidades y recursos humanos capacitados para la zona, y también a la construcción de masa crítica de conocimiento que eleve nuestras posibilidades.

A riesgo de decir algo incómodo, o “políticamente incorrecto”, tenemos la convicción que la región Tacuarembó-Rivera debe plantearse el desafío de formar gente en el área de la informática, del software, de la robótica, de los automatismos. ¿Acaso existe una ley natural, existe un designio que esta formación y su desarrollo sólo es posible en el área metropolitana? Pensamos que no, que está bien y es necesario tropear vacas y trasladar troncos, pero no es lo único que debemos y podemos hacer.

Mirando el listado de carreras que ofrece la UDELAR, observamos que la mayoría, de una u otra manera, se vincula con “lo social”. También ofrecen otras que forman a nuestros jóvenes para el trabajo industrial. Situación similar tenemos en el Polo Tecnológico de UTU. Sin dudas, son todas muy necesarias, tienen inserción laboral para quienes la cursan, y contribuyen en dirección del desarrollo que buscamos.

También es cierto que por acá le “disparamos” a las matemáticas y a los algoritmos, a las ciencias duras; por otra parte, la industria del software está afincada en las zonas francas del sur, y Lo mismo ocurre con Facultades, el PEDECIBA, el LATU, y otras tantas instituciones que generan conocimiento e investigación. La pregunta es: ¿no será tiempo de estudiar como acercar a nuestra región una parte de esas capacidades? ¿No deberíamos plantearnos como un gran objetivo regional, con aportes de muchas instituciones, la posibilidad de becar a nuestros mejores estudiantes en estas disciplinas, con el compromiso de volver luego de formados, a multiplicar la formación en esas áreas? O , al revés: ¿no deberíamos hacer el esfuerzo de que vengan los mejores profesores del Uruguay, a brindar apoyo y seguimiento a esos niños que ya en la escuela muestran determinadas capacidades en relación a la robótica, por poner un ejemplo?

Para crear software o un automatismo no se requiere de mayores inversiones, o infraestructura de difícil acceso. Internet es una de las principales herramientas, y la tenemos acá, disponible en fibra óptica. Lo que sí se requiere, y ese es un bien escaso, es el conocimiento, es gente con talento, capaz de generar nuevos productos y desarrollos.

Creemos que en diez años se hará más visible la sustitución de puestos de trabajo manuales por la incorporación de nuevas tecnologías. La tendencia tiende a reducir el trabajo manual, sobre todo en tareas de repetición mecánica. No obstante, podemos compensar esa pérdida de trabajos manuales repetitivos, por empleos en el área de las tecnologías intensivas en conocimiento, y que representa empleo de calidad con salarios superiores.

Todavía falta, y resulta difícil que una máquina o un software sustituya al peón de campo en la atención de parición a una vaca, o cuando se debe cuidar al cordero chico, pero la realidad indica que hay trabajos que la tecnología desplaza. En un aserradero ya no es necesario empujar los troncos “a pulmón”, porque esto lo hace la máquina aplicando inteligencia artificial; ya se impone en los supermercados las cajas sin cajeros, donde el cliente pasa la mercadería por el lector generando una factura que debe pagar con tarjeta. Sin embargo, necesitamos siempre la intervención del conocimiento humano para inventar, diseñar, construir, poner a funcionar y mantener la máquina. La cajera que puede perder su puesto, tiene el desafío de capacitarse profesionalmente para trabajar en tareas de mayor complejidad. La globalización y los mercados nos rigen e imponen este nuevo orden.

De todas formas, seguiremos necesitando médicos, asistentes sociales, maestros, profesores, gastrónomos, carpinteros, sanitarios, albañiles y un largo etcétera, pero hay ciertas tecnologías que atraviesan todas las disciplinas, la vida cotidiana y todo lo productivo. El colectivo no debe resignarse a que las tareas más calificadas, de mejor paga, que incorpora mayor valor agregado, estén asignadas a determinadas zonas geográficas; necesitamos “pelear” esta cuarta revolución, que ahora es con materia gris, con talento. Esas condiciones están presentes en nuestros jóvenes, pero requiere al igual que las plantas, ser protegidas y cultivadas. El ciclo de este cultivo, lleva algunos años, mucho esfuerzo y perseverancia, pero tenemos la obligación de proponerlo para empezar de una buena vez.

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