Querido Petiso:
Te escribo desde el dolor. Concuerdo en que le debemos a Pablo un saludo en la revista. Es difícil no caer en la chantada, pero acepto el riesgo porque importa más que el ridículo compartir la pena con la familia y los amigos y amplificar el grito para los de más allá de la cuadra. Esto no es semblanza, es un texto imperfecto, incompleto, incomprensible para algunos y para otros no tanto. Tiene tanto código bajo que asusta, pero tengo el alma entreverada: se acaba de morir el amigo. Todo lo sólido flota en el aire, decía el alemán de la barba sobre el bárbaro capital.
Ya nos acostumbramos a la fluidez y a la inmortalidad del momento en la fugacidad de los nuevos capitalismos. La solidez de la materia de Pablo sumiu… como le gustaba decir al Luz. Sumiu el tiempo de las largas noches en la Plaza Colón con barra larga prosiando sobre Bakunin, los campos de algodón del Credence, el beat argentino, el Preámbulo del Polvo del Darno, la Canción del Veterano versión Los Eduardos; los ensayos del Preacher’s con el bajo de Tonio. Sumiu… el paseo de fin de año a San Gregorio; los entrenamientos en la pista del estadio con el Levin para preparar la competencia interliceal del 68’, año bello si los hay; las rabonas al liceo en una travesía por el Sandú remontado desde Catalina hasta el Puente Colorado; la guitarrita de Pablo haciendo noche de ronda cantando “donde cayó Camilo, nació una cruz…”; la novias en el garage de la casa de mis viejos en la calle Rivera; los escritos mal copiados; las historias del abuelo Falcón en la cantina del Club Tacuarembó y el Oriental; los viajes a la ciudad de Rivera con la barra a casa de mi hermana y la visita a la casa de Olinto Ma. Simoens y el mito de Nenena; las novias en la Plaza Internacional, “tao bacanas…”, la Velho Barreiro; las pintadas de los muros de la ciudad de Tacuarembó con consignas revulsivas, revueltas y revoltosas; la luna sobre los eucaliptos desde las hamacas del parque; el sol de Las Tosquitas; el grupo beat que quisimos hacer con el Bichi, Oscar y Luis, bajo el padrinazgo de Tonio primero y de Los Faraones después. La preparación del viaje al África que inventó El Chancho, como un beatniks en el camino, en busca de “música y dólares”!; el exilio en Argentina con el Luz, el Yiyo, Wilmar, el Bichi, Walter; los toques con Basilio en el grupo Afrika…
Después nos perdimos por un tiempo, cuando lo taparon las hojas de la tabacalera. Luego su casamiento por Tambores. Ahí nació Valentina. Como por el 84 nos reencontramos, por aquello de los hermanos que “nos perdemos por el mundo / nos volvemos a encontrar”. Yo vivía en la calle Misiones y Reconquista y Pablo en Reconquista y Misiones, así que cuando íbamos al boliche a buscar el medio litro de aceite, un chorizo, el pitzer y el medio de arroz para el guiso, nos pechamos como si fuera Catalina y Gral. Flores. Ahí, con Helena, hicimos de Cenicienta y presentamos con gancho directo al corazón de La Negra y Pablo. Desde entonces el gancho se hizo eslabón y no se soltaron más. En 1985 se fueron a San Gregorio donde Pablo fue fotógrafo. Ahí nació Camilo Falcón. Como a los cuatro o cinco años se conchabó en Teyma para el resto de sus días, fue jefe de logística en Paso de la Arena y después trasladado al centro en Compras. En la última década se mudaron a Solymar y volvimos a la vecindad reforzando la amistad. Ahí nació Ana Belén.
Pablo es de esos amigos de toda la vida, como lo fue Daniel Bausada para mí. Son parte de mi identidad, de mi integridad, de mi manera de ser y sé que esto que digo en primera persona lo están sintiendo otros amigos de las barras compartidas. Pero no puedo hablar de “nosotros” porque sería despersonalizar un sentimiento muy propio, déjenme solo…y perdonen la tristeza, como decía Vallejo.
Somos tan, pero tan perecederos!. Algunos tienen un sentimiento religioso que los guía en estos trances. Otros otras formas de entender el mundo. Otros no.
Otros nos sorprendemos con cada muerte de un ser querido y lo tomamos como algo inédito, un agujero negro de dolor y ahí nos quedamos por un rato, porque no hay otra. Otras veces hablamos de los muertos porque seguimos con vida, para consolarnos nosotros, no por ellos… Pero por otro rato, no (h)ay consuelo. Es como dice Circe en Destrucciones: “Acaba de hundirse un universo entero, que ninguno de nosotros poseía, que no era nuestro… Una ola gigantesca de amor querría volcarse sobre él y consolarlo, como cuando se lastimaba una rodilla o se cortaba una mano, pero ahora lo han cortado tan profundamente que no nos dejan llegar, porque no hay un lugar adonde llegar, porque no lo han puesto en ningún lado”.
Sé que aquello de la trascendencia a través de las cosas que uno hace en este mundo es muy relativo. Pablo legó más que un lego, lo sabemos su familia, sus amigos y compañeros.
El estribillo de aquella canción de Los Olima que tantas veces cantamos en nuestras guitarreadas
Hay pequeña gente
que anda sin fe, sin pena y sin gloria
pobres de espíritu pasan
y no dejan ni la sombra
habilita por la contraria a saludar a Pablo enaltecidos por su grandeza de gente, su fe en la raza humana, su respeto por la pena (y la alegría) del otro, su gloria de manya, tipo de izquierda, trabajador, padre y amigo y por su riqueza de espíritu que seguirá echando luz sobre nuestras almas con la certeza que dejó una sombra larga y tupida donde iremos protegernos abrazaos a sus recuerdos.
Salú
Agamenón
– Pablo Falcón Larbanois “Pepe”, falleció en Montevideo el 15 de febrero de 2012.
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