La pobreza infantil cayó de forma abrupta en Uruguay en los últimos 15 años pero aún continúa en el rango de los dos dígitos, ya que entre 2003 y 2018 la cifra de uruguayos pobres menores de 12 años, es decir, en edad escolar, bajó del 60% al 15%, según consigna un estudio elaborado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) con datos de Unicef y del Ministerio de Desarrollo Social.
El documento, firmado por los especialistas Verónica Amarante y Juan Pablo Labat, presenta un análisis detallado de las políticas públicas destinadas a la primera infancia en Uruguay y la repercusión que tuvieron sobre la pobreza infantil.
El informe hace un recorte de la década 2006 y 2016 donde la pobreza tuvo un descenso del 34% al 9%, con especial destaque a la incidencia de la pobreza monetaria en las diferentes edades, con niveles superiores para los menores de 18 años.
«En términos relativos, el descenso de la pobreza en los últimos
años ha sido más marcado entre los adultos que entre los niños, aunque la pobreza monetaria se redujo en todos los grupos etarios. Esto implica que el cociente entre la pobreza infantil y la pobreza de los adultos se ha incrementado, lo que recuerda la pertinencia de las políticas públicas dirigidas a este grupo etario», sostiene el documento.
La pobreza monetaria es comparada a través de un índice multidimensional en un período más extenso, con la salvedad que, desde el punto de vista metodológico las mediciones de pobreza por ingreso en Uruguay cambiaron su formato en 1997, 2002 y 2006, atendiendo distintas variables como dimensiones de la vivienda, educación, acceso a la información, al saneamiento, al agua potable, al confort y la salud.
Si se toma en cuenta el período 1999-2003, se registra un importante aumento de la pobreza ya que, durante ese lapso, se registraron el atraso cambiario, la corrida bancaria, el colapso financiero en Argentina y su consecuencia más dura para Uruguay: la crisis económica de 2002.
En 2003 la pobreza infantil se situaba en el 60% y ya para 2007 la cifra estaba por debajo del 40%, de todas formas bastante lejos del 15% en la que se sitúa en 2018.
«La pobreza monetaria comenzó una fuerte y abrupta caída en 2005, que no fue acompañada por el indicador de pobreza multidimensional hasta el 2008. La recuperación de ingresos, con la consecuente caída sostenida de la pobreza monetaria, no fue acompañada de la misma forma por la caída de la pobreza multidimensional. Se evidencia la presencia de hogares que aún mantienen altos niveles de privación. La pobreza multidimensional es un indicador estructural que no responde de forma inmediata a los ingresos, sino a la modificación de activos, que obedece a decisiones y efectos de políticas de más largo plazo», sostiene el documento.
El informe, que tiene más de 200 páginas con gráficas, estadísticas y bibliografía de consulta, sostiene que el impacto del gasto público social en la redistribución de la riqueza en Uruguay fue clave y llevó a que el índice de Gini, indicador por excelencia de la desigualdad socioeconómica en escala de menor a mayor de 0 a 1, bajara de 0,46 a 0,36 entre 2009 y 2014.
“El gasto en Uruguay está orientado a ayudar a las clases bajas, a las clases medias bajas y medias altas, incluso, en algunos casos, con políticas específicas que distribuyen hacia esos extractos recursos para el desempeño de distintas funciones”, explicó Labat.
Según el documento Uruguay destina el 6% del producto interno bruto (PIB) a la atención a la infancia, lo que permitió una mejora sustancial en los guarismos y que representa un incremento del 25% entre 2005 y 2015.
Además el PIB aumentó en términos reales entre un 30% y 40% y en relación el gasto público social creció un 25%, lo que impulsó el presupuesto destinado a la infancia más vulnerable.
Si se toma como referencia el gasto público entre la población menor a 20 años, la cifra se expande en un 205%, lo que constituye «una buena noticia, porque esto es difícil de cambiar, pues en él están todos los compromisos de la sociedad para su funcionamiento, lo que se gasta en educación, seguridad social y salud”, según expresó Labat.
Las cifras del estudio de la Cepal confirman los datos entregados por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo sobre Uruguay, denominado “Progreso multidimensional en Uruguay: dinámica del bienestar de las clases sociales en los últimos años”, que sostiene que entre 2004 y 2017 la pobreza pasó del 60% a 21%.
Según ambos estudios la migración de las personas pobres repercutió en un incremento de los uruguayos en situación de vulnerabilidad, es decir, por encima de la pobreza pero por debajo de la clase media consolidada y la clase alta, por lo que una interrupción brusca de las políticas públicas o una nueva crisis económica volvería a engrosar las cifras de personas por debajo de la línea de pobreza.
De Ecos Uruguay
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