El decrecimiento económico en algunos países se ha visto empeorado por la crisis económica y financiera, que ha afectado especialmente a los más vulnerables, entre ellos a la juventud. La crisis ha venido a exacerbar las dificultades a las que las y los jóvenes deben hacer frente para encontrar un trabajo decente, alcanzar su autonomía y ser capaces de ejercitar sus derechos de ciudadanía.
El problema más importante de hoy no es el nivel de desempleo juvenil, sino sus repercusiones futuras. Los jóvenes que acceden al mundo laboral en un momento de recesión económica tienen, a lo largo de su carrera laboral, menores salarios, más períodos de desempleo y mayor sobrecualificación que los que acceden en un momento de expansión.
Los jóvenes son el mayor activo mundial para el presente y para el futuro, pero representan también un grupo con graves vulnerabilidades. En los años recientes, el creciente desempleo mundial ha afectado especialmente a los jóvenes y la juventud actual afronta grandes incertidumbres de índole económica y social. Comparados con los adultos, los jóvenes de hoy tienen tres veces y media más de probabilidades de encontrarse desempleados. Esto genera que frecuentemente, su potencial no se utiliza porque no tienen acceso a un trabajo decente y productivo.
Existe un lazo comprobado entre desempleo juvenil y exclusión social, dado que la incapacidad de encontrar empleo genera una sensación de exclusión entre los jóvenes. Para muchos jóvenes estar sin trabajo significa no tener la oportunidad de salir de la pobreza. Por otra parte, se ha comprobado que la experiencia anterior de desempleo influye en las oportunidades futuras de empleo.
De todas formas, las tasas de desempleo oficiales sólo son parte del problema; ya que incluso cuando los jóvenes tengan empleo, las condiciones de trabajo pueden ser inadecuadas. Tanto en los países desarrollados como en los países emergentes, los jóvenes tienen más probabilidades de encontrar trabajo intermitente e inseguro, muchas veces en la economía informal y con limitada protección laboral. Es necesario brindar a los jóvenes mayores posibilidades de conseguir empleo decente a una edad más temprana, evitando el círculo vicioso del desempleo, malas condiciones de trabajo, pobreza y frustración que, a su vez, perjudica las perspectivas futuras de toda la economía.
En períodos de recesión, los jóvenes son más vulnerables que los adultos, por dos razones principales. En primer lugar, en las fases iniciales de la recesión, las empresas dejan de contratar, lo que significa que quienes recién están ingresando al mercado laboral tienen pocas oportunidades de empleo y, por lo tanto, comenzarán su experiencia como desempleados. En segundo lugar, si la recesión económica se prolonga, las empresas recurren a medidas de reducción de personal, optando en muchos casos por despedir primero a los últimos en incorporarse a la empresa. Dado que los trabajadores jóvenes tienen mayor probabilidad de haber sido contratados recientemente, podrían ser los primeros en ser despedidos, con lo que las tasas de desempleo de los jóvenes aumentarían aún más en comparación con las de los adultos.
Otra explicación de la diferencia entre las tasas de desempleo de los jóvenes y los adultos tiene que ver con el hecho de que los jóvenes registran tasas más altas de culminación de la relación de trabajo. El hecho de que en la fuerza laboral se registre un gran número de personas que pase del empleo al desempleo y viceversa es señal de un mercado de trabajo dinámico, donde abundan los despidos y las contrataciones. Muchos pierden su puesto de trabajo, pero encuentran otro nuevo con relativa facilidad, lo que significa que su período de desempleo suele ser corto. ¿Hasta qué punto los jóvenes se ven afectados por las estas prácticas empresariales de despedir primero a los últimos empleados en contratar?
Por el contrario, cuando no hay mucha fluidez entre empleo y desempleo se puede suponer que el mercado de trabajo está estancado, lo que significa que son pocos los que pierden el empleo, pero los que lo pierden tienen pocas oportunidades de encontrar otro nuevo. En tal caso, el nivel de desempleo se mantiene constante. Los trabajadores suelen estar sin empleo durante mucho tiempo y sus oportunidades de encontrar trabajo disminuyen gradualmente, muchas veces hasta el punto de que dejen de formar parte del mercado de trabajo.
Los jóvenes a veces carecen de experiencia, pero, por otro lado, pueden estar más motivados y ofrecer nuevas ideas o puntos de vista. Ignorar este potencial constituye un gran despilfarro económico. Si la tasa mundial de desempleo de los jóvenes se reduce a la mitad y se aproxima a la tasa de desempleo de los adultos, aun respetando algunas diferencias naturales, se añadirían entre 2,2 y 3,5 billones de dólares a la economía mundial. Ello representa entre el 4,4 y el 7,0 por ciento del valor del PBI mundial. Si se ofrece a los jóvenes trabajo productivo, los mayores beneficios relativos corresponderían al África subsahariana, con un aumento estimado de su PIB del 12 al 19 por ciento.
La ventaja todavía más evidente de una mejor utilización del potencial productivo de la juventud es el beneficio personal para los mismos jóvenes. Se ha comprobado que la experiencia anterior de desempleo de una persona repercute en su comportamiento futuro ante el mercado de trabajo.
Los vínculos entre las generaciones en el contexto de la pobreza son un hecho comprobado: la gente que vive en la pobreza crónica continúa siendo pobre durante una buena parte de su vida y es probable que sus hijos lo sean también. Es necesario acabar con este ciclo, y la mejor manera de hacerlo es ofrecer a los jóvenes la oportunidad de trabajar para salir de la pobreza.
Los jóvenes pobres cuyos ingresos no les permiten financiar sus gastos de manutención son un grave desafío, no sólo en los países en desarrollo, sino también en las economías desarrolladas. La mayor parte de las economías con una gran proporción de jóvenes desempleados reconocen un aumento de la pobreza entre los jóvenes y consideran que es el resultado de un desempleo cada vez mayor y del número creciente de jóvenes que ocupan empleos ocasionales y a tiempo parciales.
Las etapas principales de formación que van desde la infancia hasta la juventud, durante las cuales se definen los aspectos fundamentales del desarrollo personal, son determinantes para el “éxito” o el «fracaso» de una persona en la vida. Pero la formación será un antídoto para el desempleo en la medida en que esté orientada en habilidades y conocimientos, y basada en las necesidades del mercado laboral.
En momentos de recesión como los que vivimos, se observa que el grado de sobrecualificación aumenta. El motivo es doble: por una parte los trabajadores y trabajadoras, ante las dificultades de encontrar un trabajo adecuado a su cualificación, aceptan empleos claramente por debajo de su nivel de calificación. Por otra parte, las empresas, que en una situación normal tendrían algunas reticencias a contratar un trabajador excesivamente cualificado para el puesto por la posibilidad de perderlo en poco tiempo, no tienen tantas reticencias cuando el desempleo es muy elevado. Aunque los universitarios tengan un desempleo inferior al resto de los niveles educativos, ¿tendría sentido generar un ejército de trabajadores sobrecalificados donde su formación no tuviera reflejo en su productividad? Y esto sin contar el gran malestar psicológico que produce la sobrecualificación.
Por ello, resulta aún más imperante que se aborden los desafíos del empleo de los jóvenes y se busquen soluciones para aumentar y hacer realidad el potencial de las y los jóvenes, y garantizarles oportunidades de trabajo decente.
Proporcionar trabajo decente y productivo a las y los jóvenes es el mayor desafío para los gobiernos. Las personas con trabajo decente, sean jóvenes o no, son la base de la estabilidad de las comunidades y, por lo tanto, un pilar sólido para el futuro de un mundo globalizado.
Las y los socialistas deberemos ser constantes y creativos a la hora de adoptar las medidas necesarias para afrontar los desafíos de la economía mundial, y en particular del desempleo juvenil. En ese sentido:
– Apoyamos la implementación de un impuesto global sobre las transacciones financieras y que los acuerdos internacionales financieros partan de un principio de autodeterminación de los países y de respecto a los derechos humanos.
– Eliminar obstáculos burocráticos e impulsar el emprendedurismo juvenil.
– Implementar programas de educación y formación para desarrollar conocimientos, capacidades y aptitudes para fomentar el emprendedurismo juvenil como un camino hacia la creación de empleo y hacia un incremento de estabilidad financiera.
– El apoyo institucional y el acuerdo de los agentes sociales deben ser facilitadores de la entrada al mercado laboral, apoyados en la educación como factor primordial para el cambio y la consecución de este objetivo.
– Es necesario el desarrollo de un mercado laboral justo, social y sostenible, con protección de derechos laborales que garanticen el derecho a la educación, a la salud y a la jubilación. Un mercado laboral en estas condiciones permitirá una mejor lucha contra la corrupción y contra la economía sumergida. Al mismo tiempo esto reduce los índices de pobreza como se acordó en los objetivos de desarrollo del milenio, y esto afecta directamente a la población joven.
– Es necesario generar diagnósticos económicos participativos con perspectiva de género sobre los temas de juventud en cuanto a la situación económica existente. Estos diagnósticos deben arrojar ejes estratégicos obligatorios para la generación de políticas públicas, programas de cooperación pública y privada e implementación de programas en materia de políticas públicas juventud.
– Debemos exigir a las empresas nacionales y multinacionales que generen condiciones dignas de empleo para las y los jóvenes y hacer cumplir la responsabilidad social de las empresas en el marco de los acuerdos internacionales.
– Formular, diseñar y promover políticas económicas y sociales inclusivas con vistas al crecimiento económico sustentable para la reducción de la pobreza y para la inserción y manutención de las personas jóvenes en la vida productiva tanto por medio del empleo formal, como por medio de transferencias de renta condicionada cuando sea necesario.
– Invertir en la formación de capital humano juvenil por medio de programas y proyectos que promuevan el potencial de las personas jóvenes para transformar las condiciones de vida materiales de la juventud.
– Promover la igualdad de oportunidades de trabajo decente para las y los jóvenes garantizando la protección contra todo tipo de discriminación en los espacios de trabajo.
Insistimos en la necesidad de conceder un alto nivel de prioridad al desarrollo de los y las jóvenes, considerando las especificidades de la importancia demográfica y estratégica de las personas jóvenes en todo el mundo. Los jóvenes no pueden seguir siendo el futuro, los jóvenes son el presente.
VIVIANA PIÑEIRO
Presidenta de la Unión Internacional de Juventudes Socialistas (IUSY) / Marzo / 2012
– La autora es tacuaremboense
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