REPORTAJE AL MAESTRO DARDO RAMOS

Reportaje realizado en Tacuarembó, el 8 de diciembre de 1994 por el olimareño Lucio Muniz.

-¿Cuándo nació Usted?

-El 17 de junio de 1914.

Vino en el año de la guerra, aunque es un hombre pacífico.

-Lo soy.

Yo también soy pacífico y nací en el 39, vine con la 2da. Guerra.

-Soy de la primera sección de Tacuarembó.

Su segundo apellido ¿es?

-Merlo, mi madre era Josefa Merlo.

-¿Qué profesión tenía su padre?

-Era sastre. Tenía sastrería en la calle 25 de Mayo, por ahí por donde está la Escuela Industrial.

¿Su familia era numerosa?

-Tengo una hermana que tiene 74 años y está viviendo conmigo. Tengo otra que es casada. De padre y madre, son esas hermanas, porque mi madre murió de 29 años, y mi padre que era joven se casó con una señora de apellido Reggi, y con ella tuvo otros hijos, pero no recuerdo cuántos son.

-¿Qué le entusiasmaba hacer cuando niño?

-Nadaba. A la vuelta de la sastrería de mi padre, estaba la imprenta de Solano Ríos. Los Ríos iban todos los días al arroyo y me enseñaron a nadar.

-¿Sus años escolares, fueron en Tacuarembó?

-Hice acá la escuela y también el liceo.

-¿Por qué eligió magisterio?

Por vocación por la enseñanza y muy temprana; tenía alrededor de 20 años cuando concursé para ayudantías. Saqué el primer puesto y elegí la escuela de práctica. Daba 4° año.

-¿Qué maestros importantes había?

-El mejor recuerdo que tengo de un maestro, es el de Lorenzo Ceresetto, porque era un extraordinario pedagogo y sabía conquistarse el afecto de sus alumnos. Estaba en la escuela del centro. Ahí yo también di clases por haber ganado el concurso. Recuerdo que en toda mi vida de maestro -que fue larga- sólo una vez le di una cachetada a un alumno.

Había una especie de pileta en el patio, y el director de la escuela, con una piola separaba a los niños de los tres primeros años, de los más grandes, o sea los de cuarto, quinto y sexto, y con esa separación, jugaban. Yo era maestro de sexto, y una vez en que estaba cuidando el patio, cuando quise acordar vi que los chiquilines se amontonaron e imaginé alguna pelea. Corrí y cuando llegué vi que un muchacho le estaba pegando a uno más chico, y lo levanté. El muchacho me enfrentó y me dijo: «te vas a la puta madre que te parió»; (acá se pone a llorar) y mi madre se había muerto.

Maestro, cálmese; eso ya pasó.

-Le di una cachetada y el chiquilín disparó. Luego vino el padre y me increpó, pero el director saliendo en mi defensa le contó lo sucedido, y el hombre se calmó, diciendo que en la casa iba a tomar medidas con el hijo.

-Pero para usted sigue siendo un hecho válido, porque pese al disgusto le dio posibilidad de defender al más débil.

-Sí, pero me descontrolé.

Tal vez le duele más porque tenía buena relación con los muchachos.

-Yo era consejero y trataba de ganarme la amistad de ellos. Me querían con locura (vuelve a emocionarse) porque los trataba como a hijos.

-¿Usted también fue director?

-De escuela rural; dos años y pico. No le puedo decir en qué lugares porque por la edad estoy desmemoriado, pero sé que eso estaba a unas dos leguas de Tacuarembó, cerca del Hogar de Varones. Yo iba a caballo, a la escuela.  Hice amistad con el que estaba al frente del Hogar, y él, viendo que yo a mediodía me tenía que hacer de comer, me propuso que yo almorzara con él y su esposa, a cambio de que les diera clase a sus muchachos.

Yo acepté con gusto por compartir ese momento y la amistad de ellos, además del placer de enseñar.

Cuénteme del Instituto de Magisterio; usted fue el iniciador, mucho antes de que se lo oficializara.

-Sí, fui yo. ¿Conoce el lugar?

Claro que sí, está frente al bar del «Toto» Latorre, guitarrero y amigo, en la esquina que forman las calles Ivo Ferreira y Dr. Catalina.

-Ese local lo hice yo trabajando como peón, y pagándole a los presos de la cárcel, que salían con guardia. Cobraban 10 pesos por día.

-¿La idea fue de usted?

-Sí, y el Jefe de Policía, aceptó.

También realizó los trámites para la oficialización del Instituto.

-Los realicé, y luego tuve que concursar para ocupar la dirección. Yo soy íntimo amigo de Reyna Reyes, y un amigo me dijo que preparara con ella la clase que debía dar en el concurso. Pero yo hice mi esquema y cuando fui a hablar con Reyna, me pidió que diera esa clase como si estuviera concursando, cosa que hice. Ella me manifestó: –Dardo, yo no le voy a cambiar ni una coma, porque usted ya está mentalizado, y si lo hago, en vez de favorecerlo, lo perjudico.

-¿Y qué sucedió con su clase?

-Sucedió que saqué el segundo puesto de ese concurso en el intervinieron directores de todo el país. Me dieron la dirección del Instituto.

-¿Estuvo al frente, muchos años?

-Sí, hasta que llegó la dictadura y adujeron que yo adoctrinaba para hacer comunistas a los muchachos. Me echaron, y cuando cambiaron los tiempos me restituyeron al cargo, pero estuve muy poco, porque pensaba que ya había cumplido mi misión, y me jubilé.

-¿Qué materia es la que más le gusta?

-Historia. Incluso yo había comenzado a estudiar abogacía, pero se trataba de códigos y más códigos, y no de esa materia, por lo tanto dejé esa carrera y luego estudié magisterio. Yo además escribí algunos libros como este, (me lo muestra) que publicó editorial Banda Oriental, y que se llama: «Tacuarembó, Geografía y Toponimia». Se agotó la edición y a mí me mandaron sólo un ejemplar.

-¿Qué experimentó al publicar ese estudio?

-Me sentí feliz porque yo quiero mucho mi departamento y el libro tuvo buena acogida.

He visto un diploma que le otorgaron.

-Sí, también tengo una medalla de oro que me dio la Junta Departamental.

-¿Usted siempre ha sido blanco?

-Carnellista, como fue mi padre.

-¿Y en las últimas elecciones, qué voto?

El Frente Amplio. Mi hija es frenteamplista y eso influyó.

-¿Tuvo amistad con el escribano Maia?

-Con don Julio, cómo no; yo lo apreciaba mucho. Tenía una buena biblioteca. El padre de Circe.

-¿Se acuerda de mi coterráneo Raúl Goyenola?

-Cómo no. Raúl Saturnino Goyenola, fue uno de los mejores intendentes que hemos tenido; hizo mucha obra social.

-¿Y Rodríguez Correa?

-Muy bueno, también.

-Me dijo que tenía otros libros publicados.

-Uno, usted ya lo vio; hay otro sobre la historia de las escuelas, y otro sobre la historia de la ciudad.

-Allí veo un retrato de usted. ¿Quién lo pintó?

-Gustavo Alamón.

-¿Conoció a Concepción Padilla, la de la canción?

-Ah, «La Padilla», famosa. La conocí pero no sé de la vida de ella. Vivía en Tacuarembó y era muy popular. Había otros personajes, también, como en todos los pueblos.

-¿Fue maestro del «Bocha» Benavides, de Circe Maia, de Tomás De Mattos?

-Con todos tengo buena relación. De Benavides, no me acuerdo; Tomasito… en prosa, creo que es lo mejor de acá; y Circe en poesía, para mí es lo mayor.

-¿Conoció a Gravina, a Sara de Ibáñez, Pereda Valdéz, Jesualdo, que son de Tacuarembó?

-A Alfredo Dante Gravina, lo quiero mucho. Conocí a Jesualdo que era maestro, aunque no somos contemporáneos. A los otros, no.

-¿Qué le sucede a la gente con muchos años?

-Se vuelve más sentimental y sensible. Ya ve que me emocioné varias veces en esta conversación.

-¿Esta usted conforme con Dardo Ramos?

-No tengo cosas que reprocharme ni de qué arrepentirme, porque siempre hice lo que dije y viví como pensé.

-¿Cómo se siente con sus 80?

-Con toda mi energía, sólo que como usted habrá visto, con problemas de memoria. Pese a ello estoy lúcido. ¿Sabe que hace unos días pasé por el Instituto del que hablábamos, y en una de las paredes leí una frase mía? Se ve que los muchachos la recibieron bien.

-¿Y qué dice esa frase?

-«Sólo una vida dedicada a los demás, merece ser vivida».

 

 

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