POLÍTICA Y PARTIDO / Por Cr. Danilo Astori

“El cuidado de la calidad política es tan importante que nunca será bastante…”

Respetar la participación e influencia de los partidos, también supone afirmar que la búsqueda de equilibrios debe ser un fundamento esencial para evitar la confusión entre unidad y unanimidad por un lado, y entre diversidad e indisciplina por otro

Excesiva fragmentación, escisiones no sólo en los partidos sino también en sectores que los integran, fundamentos que confirman el deterioro que provocan en la política, extendida ignorancia acerca del conocimiento imprescindible que es preciso acumular para diseñar conductas a poner en práctica, partidos que se niegan a participar en conmemoraciones de otros por razones puramente ideológicas, ignorancia de la incompatibilidad entre tal actitud y la solidez de la calidad democrática y republicana que – a pesar de los pesares – sigue siendo un importante activo del sistema político uruguayo.

El precedente es un apretado resumen de comportamientos que estamos observando hoy en el Uruguay. Ya he comentado las características más importantes de algunos de ellos. Pero el cuidado de la calidad política es tan importante que nunca será bastante o suficiente el esfuerzo que hagamos en esta dirección. Especialmente en fases difíciles e inciertas de la historia como la actual.

Pero también por el hecho de que tomar decisiones políticas, salvo en casos extremos, siempre significa optar y no exclusivamente en relación al contenido sustantivo de tales acciones, sino también por la acción de instituciones que todavía no hemos incluido en el análisis: los partidos.

Es que si la elaboración de propuestas que se acerquen a las aspiraciones de la ciudadanía sigue siendo el gran desafío, la definición de conductas supondrá frecuentemente la búsqueda de equilibrios con criterios y resultados cambiantes. La imagen del médico en su actividad clínica, observando y modificando las dosis de aplicación de los instrumentos que está utilizando para alcanzar su objetivo, ilustra adecuadamente el proceso al que me refiero.

Una primera reflexión nos conduce a pensar que el universo de aspectos a tener en cuenta en el nacimiento de una definición política, refiere a los contenidos sustantivos de los caminos a recorrer. Y es natural que sea así. Pero también protagoniza esta búsqueda el partido político en cuyo seno se desarrolla este proceso. En otras palabras, el partido también es parte de la búsqueda de la opción a poner en práctica, porque su realidad propia es capaz de incidir en los equilibrios seleccionados.

Por lo general, nos hemos ocupado poco de este tema. Más bien nos concentramos en discusiones sobre la definición de los contenidos y muchas veces lo hemos hecho con fundamentos de mala calidad, sobre todo cuando se ha tornado evidente su vinculación con las posibilidades de acceso a cargos o a condiciones que ayudan a ascender en la escala de aspirantes a ubicarse en lugares de alta responsabilidad gubernamental.

Para apreciar debidamente la importancia de llenar este vacío no está demás repasar los atributos más importantes de un partido, con la tranquilidad de saber que en el Uruguay contamos con una experiencia muy sólida, incluyendo trayectorias que superan los 150 años, una democracia con fuerte raigambre en las instituciones y un talante republicano con el que se identifica una clara mayoría de la sociedad uruguaya. Es también ésta la ocasión para señalar que en esta materia no hay normas únicas ni inalterables.

Como máximo, podemos hablar de grandes lineamientos de los cuales hemos aprendido mucho los uruguayos, aunque a veces no apliquemos dichas enseñanzas. Hay en esta nota, hasta ahora y en lo que seguirá, muy pocas alusiones al gobierno y a la oposición. Es que estoy convencido de que, más allá de las diferencias vinculadas a las visiones sobre el país, desde ambos orígenes se ha contribuido a subestimar o directamente ignorar la relevancia de los partidos en esta materia.

Creo que la primera aproximación a la definición de estos colectivos es la de percibir sus dos grandes componentes: uno, nacido de la pasión, la emoción y el orgullo de la pertenencia; el otro, ligado a factores institucionales como la organización para hacer política. Desde el primero de los factores de origen señalados, en el que dominan valores y principios como la ética, la lealtad, la solidaridad y el altruismo, puede – y debe – existir la posibilidad de fundamentar cambios en los equilibrios elegidos en la clínica.

En cuanto al corte de naturaleza institucional y – en particular – la organización para hacer política, creo que es preciso considerar las condiciones de acceso al partido, el trabajo programático y la asignación de tareas que diversas áreas habrán de asumir para intentar la puesta en práctica del programa aludido.

Si lo que se busca es una política de calidad, no puede haber normas de acceso que no resulten amplias y equitativas. Sin embargo, esta afirmación que parece obvia es hoy más relevante que nunca, dada la imaginación que han tenido y puesto en práctica algunos actores para inventar fábricas de votos que – no sólo no promueven calidad política – sino que parecen estar destinadas a destruir esta actividad humana fundamental.

El contenido y los resultados de la actividad programática, son los que van a sostener los desafíos de aproximación a las aspiraciones de la ciudadanía. Y apenas pensamos en esta característica institucional, surgen dos inquietudes insoslayables. La primera la advertimos cuando encontramos aquí un claro ejemplo acerca de la imposibilidad de establecer trayectorias únicas e inalterables sobre este tema. Un partido puede albergar diversas y cambiantes posturas sobre diferentes aspectos de la realidad.

No obstante, además de asumir que esta será una situación frecuente, sepamos que ello genera la necesidad de normas de disciplina y sus tres grandes componentes, o sea, discusión democrática, acatamiento disciplinado y eventuales sanciones en caso de que no se cumplan los dos primeros.

Un programa tiene objetivos, estrategia e instrumentos. Los objetivos indican las metas que se desea alcanzar. La estrategia se usa en términos del manejo de los tiempos, la referencia a los territorios y el grado de aproximación y coincidencia con organizaciones sociales que han nacido y actúan respecto a las aspiraciones mencionadas antes. Y los instrumentos no son otros que los que derivan del poder, su ubicación y el grado de coherencia que habría que asegurar con los demás componentes del programa.

Considerando estos factores en su integralidad, importa saber que respetar la influencia de los partidos exige tener, al menos, lineamientos fundamentales acerca de los papeles a cumplir por el partido y el gobierno en la aplicación del programa.

En mi opinión, el papel del partido se vincula con el seguimiento y la evaluación acerca de lo que podríamos llamar el rumbo elegido, incluyendo en el mismo algunos rasgos estratégicos, como los que refieren a la identificación y la acción de fuerzas sociales. Por su parte, el gobierno asumiría la responsabilidad de aspectos estratégicos, como la elección de tiempos y territorios, así como la puesta en práctica de los instrumentos.

Y respetar la participación e influencia de los partidos, también supone afirmar que la búsqueda de equilibrios, no sólo no tiene un único sendero a recorrer, sino que debe ser un fundamento esencial para evitar la confusión entre unidad y unanimidad por un lado, y entre diversidad e indisciplina por otro.

Es que si realmente se aprecia la importancia del partido es preciso encontrar acuerdos para poner en práctica en determinadas circunstancias que se evaluarán en cada caso. La base de los mismos sería la de admitir, a la manera de una reformulación contractual – incluso de carácter fundacional si es necesario – que cuando hay diferencias internas referidas al contenido de las opciones políticas, no siempre tiene que haber una definición basada en los votos que tuvieron quienes alcanzaron el atributo de decidir en la materia.

Hay que aprender que, especialmente cuando están en juego los factores emocionales e institucionales de origen, puede ocurrir que se asegure mejor la unidad aceptando y respetando las diferencias, así como que se logre una mayor disciplina tolerando la diversidad.

Hay muchos aportes que pueden ser muy relevantes a la hora de mejorar la calidad de la política que se practica hoy en nuestro país. Espero que el que hemos analizado en esta nota sea uno de ellos.

  • De Montevideo Portal

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