La llegada del Covid 19 y los diferentes cambios que nos imponen tanto individuales como colectivos nos permiten comenzar a prever los comportamientos sociales en los próximos años.
Indudablemente que muchas de las nuevas imposiciones como las mascarillas poco a poco cada uno de nosotros nos vamos acostumbrando a usarlas. Aislamiento social, imposibilidad de viajar, etc. comienzan a ser ya parte importante de un cierto adomesticamiento social perverso.
El miedo como actor fundamental ha sido impuesto desde lo alto, con la excusa de preservar la salud de la población. El miedo manejado con astucia por parte de diferentes gobiernos en el mundo, ha paralizado la tibia protesta que recién comienza a asomarse en algunos países.
Poner en duda los test del PCR o la cifra de muertos por Covid 19, significa ser casi un subversivo global. No usar en ciertos ámbitos mascarilla o no someterse al aislamiento social, es casi un signo de absoluta rebelión.
Como contrapartida la normalidad ha sido la campaña del marketing del miedo. Los gobiernos se han apoyado en comités de «expertos», digitados y amparados por los propios gobiernos y en ciertos casos por organismos internacionales. Una vez más, han sido pocas las voces disidentes desde la academia.
Quizás recién ahora, casi un año después de la aparición del Covid 19 algunas voces desde la academia comienzan tibiamente a dar una información diferente sobre la pandemia y las mentiras y falsedades a las que nos hemos visto sometidos diariamente.
Los gobiernos locales han impuesto con la violencia institucionalizada el cambio en el comportamiento social. Todo bajo el signo del «cuidate y cuidá».
Si recordáramos una por una las restricciones impuestas comprobaremos cómo desde el poder han sido avasalladas las libertades individuales.
La información que los medios (prensa escrita, tv, radio, web, etc.) han trasmitido es sin duda la mayor «campaña del miedo» que el poder global ha decidido imponernos en este comienzo de siglo XXI.
Millones de personas han quedado sin trabajos o recibiendo miserables ayudas estatales.
Las deudas públicas y los déficits fiscales se han disparado a nivel mundial. Todo indica que el presente y el futuro se presentan de forma incierta para la masa de asalariados en los diferentes países y continentes. Miles de empresas quebrarán, y nuevas empresas abrirán sus puertas, contratando personal con menores garantías laborales y salarios más bajos.
Una parte cualitativamente importante de estos desocupados temporales son aquellos que producen cultura. La actual situación ha posibilitado el cierre de los teatros y cines, suspendidos los conciertos, etc. Consecuencia directa de ello, los productores de cultura (unipersonales, pequeñas compañías, etc.) se encuentran en los hechos desempleados y desamparados.
Como contrapartida han crecido de manera importante todas las actividades comerciales que impulsan el desarrollo del control social. Me refiero al aumento de la seguridad (cámaras, vigilancias, zoom, compras por internet, tarjetas de crédito, etc.). Es decir que decrece la importancia de todo lo que tiene que ver con la cultura: menos horas de escuela, liceos, universidades, menos teatros, cines y deportes, aumentando todo aquello que va en dirección del control social de la población.
El turismo cultural es otra actividad que presenta índices ocupacionales a la baja. Museos, monumentos, palacios, ciudades, han cerrado en espera de tiempos mejores. Una gran parte de la humanidad a la espera de las vacunas salvadoras. Todo un emblema que baja desde las alturas de la ciencia y de la política institucional.
Pero, la gran novedad de este periodo de globalización capitalista y de su imperio virtual es la imposición del aislamiento social de cada individuo en relación a su entorno, tanto sea familiar, laboral o de cualquier otro tipo.
Toda comunicación tiende a pasar a través de las diferentes tecnologías en sus más variadas formas. Generando así el control absoluto de la propia individualidad a través de los nuevos medios digitales.
La esencia del aislamiento social es el sometimiento social de cada sujeto y ello trae como consecuencia el intento por parte de las clases opresoras de domesticar la rebelión. Convencidas las masas de la necesidad del aislamiento social, solo les queda someterlas y para ello nada mejor que describir las bondades de la ciencia y la tecnología, nuevos dioses de los colonizadores globales del siglo XXI.
Agudicemos por un instante los sentidos, pero sobre todo preguntémonos: ¿El Covid 19 y la ofensiva ideológica, económica, militar y mediática sobre la población mundial y el reacomodo de la crisis del capitalismo, no posee extrañas similitudes a las antiguas políticas coloniales ejercidas por las metrópolis europeas sobre los países del tercer mundo en los años 60 del siglo pasado?
Veamos algunas posibles similitudes:
Es notorio que hoy son las grandes multinacionales globales las que se expanden económicamente y culturalmente por todo el planeta. Constatamos que aquellas corporaciones que desarrollan o están ligadas al mundo de internet (aunque no son las únicas) crecen en facturación, se alían entre ellas, monopolizan los mercados, ofrecen ocupación a los nuevos trabajadores, etc.
Una nueva oligarquía se asoma en el mundo digital y virtual. Ya no son solo los países imperialistas los detentores únicos del imperialismo. Ahora se perfila un gran imperio «virtual» que tiene una gobernanza a partir de los Organismos Internacionales y de los acuerdos monopólicos entre las corporaciones o clubes exclusivos.
La oligarquía global nos impone leyes, digita el comportamiento social. Las masas por el momento preocupadas y cansadas de la pandemia aceptan las soluciones que la clase dominante indica.
Los gobiernos locales ofician de sucursales o agentes de la gobernanza imperial. No presentan contradicciones o disidencias ante la oligarquía global.
Parecería que a partir de ahora, millones de nuevos trabajadores estarán confinados en sus casas, consumiendo en muchos casos comida chatarra, aceptando el aislamiento social y el confinamiento, que impone el toque de queda o las zonas rojas, dependiendo de la situación particular en cada país.
Las libertades han sido avasalladas en nombre de la defensa de la salud.
De esa manera viene necesariamente impuesto el pensamiento único. Por un lado se utilizan sistemas de violencia institucionalizada para recortar libertades individuales y al mismo tiempo una gran campaña mediática a nivel mundial fundamenta la necesidad de las acciones que se implementan globalmente.
Todo parece indicar que aumentarán las desigualdades, crecerá la exclusión social y con ello seguramente la represión en sus variadas y diferentes formas. Asistimos casi sin darnos cuenta a una nueva forma de colonización cultural.
Salir de la condición de hombres colonizados conlleva a declarar un estado de rebelión permanente que nos permita adquirir y recuperar un grado de colectividad y solidaridad acorde a un modelo de nueva sociedad inclusiva y socializante.
- UyPress – Agencia Uruguaya de Noticias
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