Desafíos del Mercosur para enfrentar un cambio de época (*)

Opinión del Cr. Enrique Iglesias.

¿Tiene sentido continuar en el Mercosur?, se preguntó el Cr. Enrique Iglesias. “Mi respuesta es positiva. Lo fue en el momento de su creación, y lo sigo manteniendo a pesar de los desencantos, las frustraciones y las expectativas malogradas”.

El 26 de marzo se cumplen treinta años de la firma del Tratado de Asunción que dio origen al Mercado Común del Sur (Mercosur), motivo por el cual la Universidad Católica del Uruguay y la Fundación Konrad Adenauer convocaron a destacados intelectuales a analizar el presente y los desafíos de este grupo económico.

El siguiente es el artículo del El Cr. Enrique Iglesias al respecto. El trabajo completo y original fue editado por la Fundación Konrad Adenauer y la Universidad Católica del Uruguay, e incorpora también artículos de Félix Peña por Argentina, Sandra Polónia Rios por Brasil y Fernando Masi por Paraguay. La coordinación estuvo a cargo de Ignacio Bartesaghi de la UCU.

Los desafíos del MERCOSUR para enfrentar un cambio de época

Enrique Iglesias – Las discusiones sobre el presente y el futuro del Mercosur se han multiplicado en los últimos años y muy especialmente con la conmemoración de los treinta años de su fundación.

Los importantes análisis del presidente Lacalle Herrera, actor activo del proceso negociador, y los enjundiosos estudios de Ignacio Bartesaghi y su Instituto, son un buen ejemplo del debate creado por la historia del Mercosur y por los desafíos de los nuevos tiempos que vive el mundo.

Es muy poco lo que puedo aportar a esos análisis. Mi único objetivo en este artículo es dar cuenta de alguno de los elementos que me hicieron apoyar en su momento la iniciativa, y porque creo que su misión hoy es más relevante aún, en estos tiempos de cambio y transformación que vive el mundo con los desafíos que provocan a los países del Acuerdo.

El entusiasmo que se generó en los primeros años en la región y en el mundo fue seguido por un creciente desencanto en la subregión y en nuestro país, y por el surgimiento de una convicción generalizada de que el Mercosur está creando chalecos de fuerza a la potencial expansión comercial de sus países hacia el resto del mundo.

Para responder a la pertinencia de esos juicios cabría recordar el camino que llevó a la creación del Mercosur y las experiencias que se han vivido en los últimos años en el mundo y la región.

El Mercosur nació en un momento particularmente positivo de las relaciones políticas y económicas de la subregión. Se compartían comunes objetivos, políticas económicas y una gran expectativa sobre el crecimiento potencial de sus países. Pero sobre todo se superaron confrontaciones políticas y económicas históricas con un espíritu de entendimiento y cooperación alimentado por el retorno a la democracia.

El impacto que ganó el Mercosur en la región y en el mundo fue alimentado por representar más del cincuenta por ciento del producto de la región y por haber adoptado la misma senda de la integración europea, con fuerte incidencia en la elaboración del Acuerdo. En la alternativa de entrar por una asociación comercial o por un mercado común, los países colectivamente dieron preferencia esa última opción.

Uruguay optó por sustituir sus acuerdos bilaterales con sus vecinos por una opción ambiciosa e integradora en el clima político en la subregión de diálogo y cooperación. En sus treinta años se sucedieron regularmente encuentros presidenciales, se crearon burocracias especializadas y se negociaron acuerdos con países y con la Unión Europea.

Lamentablemente, la historia del Mercosur acompañó las experiencias integradoras de América Latina iniciadas en la década de los sesenta del pasado siglo. Comenzaron generando grandes expectativas en sus primeros años, se estancaron por largos períodos y luego abrieron espacio a las frustraciones y a la irrelevancia.

La creación de la desconfianza se alimentó en las grandes crisis económicas, y especialmente en sus políticas cambiarias, que minaron la capacidad de sostener equilibrios fundamentales en las relaciones económicas entre los países, dañados por la volatilidad de los tipos de cambio.

Cabe preguntarse entonces: ¿tiene sentido continuar con el impulso al desarrollo de este mercado común?

Mi respuesta es positiva. Lo fue en el momento de su creación, y lo sigo manteniendo a pesar de los desencantos, las frustraciones y las expectativas malogradas. Trataré de comentar brevemente lo que me lleva a esta visión positiva del Mercosur en el actual momento que viven el mundo y la región.

Los cambios en la economía mundial

El mundo está cambiando. Estamos entrando, como se ha repetido, en un cambio de época al que se agregan los efectos de una pandemia que está creando nuevos y difíciles desafíos a las políticas económicas y sociales de los países. Las relaciones comerciales internacionales están seriamente desafiadas. Algunos frentes ya han sido abiertos.

Los cambios potenciados por la anterior administración americana en la Organización Mundial del Comercio han generado un estancamiento de un pilar fundamental de las relaciones comerciales mundiales como es el mecanismo de solución de controversias, lo que fue una de las grandes conquistas en la historia de las relaciones comerciales internacionales. Mientras tanto, aumentan en el mundo los acuerdos comerciales y se crean nuevas zonas preferenciales entre países o grupos de países como en Asia y África.

Se han generado serias confrontaciones comerciales de dos de las grandes potencias comerciales del mundo, China y los Estados Unidos. El potencial conflicto entre estas es particularmente relevante para la comunidad Internacional, y en forma especial para los países del Mercosur, con fuerte relacionamiento comercial con ambos países.

El señalamiento de estas fuentes de conflicto me confirma que, en un marco de creciente complejidad internacional, sostener acuerdos fundamentales como la OMC y participar activamente en la discusión y aprobación de nuevas políticas económicas internacionales constituyen un gran desafío a la América Latina y en forma muy especial al Mercosur. América Latina ha sido siempre un actor presente y activo en toda la construcción de las relaciones comerciales internacionales, especialmente las que dieron lugar a la creación de la OMC.

Los nuevos tiempos demandan que el Mercosur, con dos de sus miembros integrando al Grupo de los 20, tenga una posición activa en el debate abierto para defender y actualizar los grandes logros del mundo en la apertura del comercio internacional.

El potencial económico del MERCOSUR

Un segundo argumento que potencia el papel del Mercosur para sus miembros, pero en forma especial para nuestro país, es su potencial de comercio y de inversión. Ya se ha potenciado una importante corriente comercial y de servicios entre los países del Mercosur. Nuestra particular ubicación geográfica, con las áreas más dinámicas de los dos grandes vecinos, abrió puertas importantes al comercio y a la inversión que ya son una realidad.

El sector privado ha sido un dinámico actor en ese proceso de potenciar las relaciones económicas con nuestros vecinos, en especial, en el área de los servicios, particularmente relevante para nuestra economía.

El campo de los servicios es una oportunidad creciente, como lo pone de manifiesto la notable expansión del turismo, los servicios financieros, la logística de las comunicaciones, y potencialmente una mayor integración de las pymes de la región, de tanto peso en el empleo.

Un Mercosur activo debe ser, además de un potenciador de las relaciones económicas internacionales, un gran movilizador del mercado regional en la expansión del comercio, las inversiones, la investigación o las relaciones personales. Así lo pone de relieve la activa experiencia de la Unión Europea.

En los difíciles problemas que se están generando en el mundo como consecuencia de la gran pandemia actual, un Mercosur activo, internacional y regionalmente, debe constituirse en un objetivo prioritario para las políticas de sus países miembros.

La revisión de los desafíos del acuerdo

Los últimos treinta años han dejado logros y frustraciones. Es importante revisar el origen de esas frustraciones y lograr acuerdos que permitan superarlas, transformando el objetivo central que dio lugar al Acuerdo de Asunción en 1991.

Las frustraciones tienen un variado origen. En primer lugar, exceso de ambiciones en cuanto a lo que era posible alcanzar. Estoy pensando en el compromiso de lograr en cuatro años una tarifa externa común, o el mismo objetivo de la negociación conjunta de todos los acuerdos con terceros países.

Las crisis económicas promovieron políticas que, forzadas por las circunstancias, llevaron a incumplimientos de las normas acordadas, con sus correspondientes frustraciones.

Nuevos desafíos derivados de la pandemia y sus consecuencias pueden demandar la revisión de los compromisos pactados para encontrar acuerdos de flexibilización que permitan sostener los objetivos centrales, reconociendo la complejidad de los momentos que estamos viviendo.

Creo que en estas circunstancias sería conveniente lograr acuerdos políticos que apoyen algunas flexibilidades que se hagan cargo de las realidades que viven los países miembros.

Este es el momento de una diplomacia activa y flexible para mantener lo fundamental del Mercosur, pero reconociendo las realidades políticas y económicas de sus países. Como bien señala Félix Peña, es el momento del liderazgo político de sus miembros para buscar acuerdos flexibles que permitan hacerse cargo de las particulares situaciones que viven sus países y los desafíos de un mundo cada vez más complejo. Esa sería la mejor forma de asegurar la vigencia de un acuerdo histórico para todos sus países miembros.

 

(*) Publicado por Portal TodoElCampo (24/3/2021)

Sé el primero en comentar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo no será publicada.


*