GUSTAVO ALAMÓN: El ascenso de los androides

Por Alejandra Waltes (*)

En estos tiempos de deshumanización y culto a lo cibernético de los que somos protagonistas, pocas obras más actuales que la de Gustavo Alamón, artista uruguayo fallecido hace casi un año. 

Producto de sus vivencias cernidas a través de su sensibilidad y poder de observación, la proximidad de los jóvenes en secundaria y en el taller, el diálogo con otros artistas, poetas y músicos cofundadores del “Grupo Tacuarembó” proyectó su hallazgo de los robots  cómo referencia plástica de sus inquietudes.

En el año 1977 declaraba en una entrevista “Son formas de un universo que pronto ha de ser sí, si esa concepción de que la virtud más importante de la vida en sociedad es la que proviene de la ejecutividad y practicidad, si ello se cumple muy pronto veremos en el mundo hombres convertidos en extrañas máquinas programadas para cumplir  funciones específicas, sin poder aportar nada, el hombre cifra, el supernumerario de la vida”.

Sus cuadros, en los que el pintor fusiona al ser humano con los robots, no son de ciencia ficción, son la representación de la realidad cotidiana reinterpretada por la mirada del artista.   

Según palabras de Alamón, la presencia del androide surge como consecuencia de su educación en el Liceo Militar, ya que ahí uno se transforma, en cierta medida, en un hombre robotizado que se limita a obedecer órdenes, sin titubear ni cuestionarlas.

Alamón definía su obra como un gran signo de interrogación, según expresaba, cada cuadro era una pregunta dolorosa surgida de lo más profundo.

Cuando ingresó a la Escuela de Bellas Artes, ya tenía como objetivo pintar al hombre robot, pero le llevó un tiempo encontrar la forma para no terminar haciendo algo realista. Él necesitaba obligar al receptor a que rechazara esa imagen del hombre robotizado.

Más adelante diría “Cuando pinto estas cosas no es para gustar ni para agradar. Todo el mundo me podría decir ‘eso yo no lo pondría en mi casa’, porque eso ya me lo han dicho varios; y para mí  eso es uno de los más grandes alicientes para seguir trabajando.  A esos personajes los pongo como un mensaje, un sentimiento de rechazo, porque es el hombre mediocre, el hombre cifra, el súper numerario de la vida, que vive indiferente del mundo. Es decir, el hombre que está totalmente deshumanizado, que muchas veces lo han deshumanizado. Vemos, en la historia del Siglo XX, tropeles de gente que cometieron atroces crímenes de  lesa humanidad y que fueron trasformados en robots para poder ejecutar todo ese tipo de cosas. (…)

Nosotros sabemos que el arte no trasforma la sociedad, no cambia las situaciones políticas ni humanas de la gente. Si el arte tiene una virtud es que es algo hecho con el corazón y la mente, y al hacerse de esa forma estamos trasmitiendo cosas que sentimos muy profundamente. Al sentirlas, así, conmovemos. Lo que  podemos ayudar es a pensar. El acto de pensar genera además la necesidad de pensar en el resto, porque  las obras no son otra cosa que un gran interrogante. Cada  cuadro es una pregunta que yo hago, una pregunta dolorosa.

Pregunta que sale de lo más profundo de nuestro ser. Pregunto y  pido al espectador que me responda. No a mí, que  se responda a  sí mismo.” Los robots de Alamón no han sido concebidos para servir al hombre ni mejorar la Humanidad, ni representan una evolución tecnológica.  Desde la primera serie de autómatas “Construcciones” que comenzó a pintar en 1970, pasando por “Los Notables” y “Los Humanoides”, su obra es angustiante.

Hacia 1980, su pintura alude a todos aquellos que detentan el poder en forma absoluta y aterradora. Las figuras se destacan sobre fondos oscuros. “Los Humanoides” aparecen en medio de grandes ventanas, negras y vacías. Es en esta parte de la extensa obra de Alamón que vemos su necesidad y búsqueda de informar y denunciar sobre la crisis del S XX, crisis que podemos extender hasta los primeros años del S XXI.

El artista se vale de objetos inanimados para motivar una profunda reflexión sobre nuestra propia humanidad y las deshumanizadoras relaciones de poder que tenemos con el otro. En sus pinturas, Gustavo Alamón se vale del mundo robotizado para generar un nuevo universo de pensamiento.

  • (*) Extraído de Semanario Voces

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