Emprendió su viaje a la estrellas, a ser uno con la huella del Abuelo Ñandú, el 19 de agosto. Recordé lo que hace poco un chamán nos dijo en asamblea: ”el charrúa sabe cuando se va” y sin duda así es. Por eso, la noche anterior hizo poner en su mesita dos puntas de flecha, esperando la visita de su amigo Roberto para dejarle esa herencia. Cumplió, a la mañana siguiente partió.
Lo tenemos presente con su buen humor, su particular calma, con la sabiduría que solo se podía descubrir después de frecuentarlo un tiempo y ser de su confianza. En esas ocasiones, con pocas palabras, pero justas, revelaba verdades muy profundas. Había visto el primer amanecer en Rincón de Tranqueras, hijo de don Lino García, en una numerosa familia de un linaje charrúa indiscutible. Bisnieto del Cacique Sepé, se enteró de su estirpe cuando falleció su padre.
Hasta entonces, su familia, como la nuestra, vivió los tiempos de silencio obligado al que estuvimos sujetos por el miedo al horror vivido tras la constante persecución y las luchas por despojar de la amada “onkaiujmar” (madre tierra) a sus legítimos hijos. Pero es tiempo de retornos. Así, Bernardino buscó, como otros, su documentación, apoyado por investigaciones de historiadores interesados en el tema. Y estuvo así, cara a cara con la verdad, esa que bullía en su ser y por fin encontraba la vía para fluir. Como la mayoría de los originarios de esta tierra, no tuvo oportunidades para el conocimiento académico, apenas para aprender a leer y escribir. Niño de campo, de pies en el suelo, con alpargatas solo para ocasiones especiales, le dio la oportunidad de los horizontes largos, la vida próxima al monte y al río, la familia y el trabajo (era obrero de la IMT). Esa fue su universidad. Nos contó de algunos tesoros que lo hacían feliz: la copia de la foto de su bisabuelo Sepé, el carné de miembro de honor de la Asociación de Descendientes de la Nación Charrúa (ADENCH) las flechas y lanzas que tenía, Caramburú, el caballo que le había regalado una escritora francesa, el atuendo que le permitía mostrar, a su manera, con rebeldía que “no desaparecimos”, nos quisieron decir que no existimos pero aquí estamos juntos, unidos frente a este fuego”…
Su concepto de libertad fluía permanentemente “somos como los pájaros, no podemos estar encerrados“, y, en sus sueños estaba presente: Vivir en su pirí al lado del monte en una chacrita, disfrutando los amaneceres de pájaros libres, las noches de Guidaí protectora. Que los restos de Vaimaca, al que acompañó en su regreso, fueran llevados a la tierra porque también para él pedía que lo dejaran en “tierra como debe ser”. Que pudiéramos avanzar en nuestra paciente lucha por ser “visibles” como en otros estados de América. Nos había dicho. ”Levántese y únanse pues llegó la hora de que reconozcan nuestros derechos”
Te saludamos querido inchalá en las cuatro direcciones, con los sagrados sonidos de nuestra lengua. Cumpliremos los “debes“ que nos quedaron contigo. Y, ahora que estás con el suaj Sepé, con los inchalás que nos precedieron, te pedimos nos ayudes a avanzar con firmeza, sabiduría, con amor hacia la aurora del retorno, sin sentimientos mezquinos, ni venganzas pero con las verdades que “debemos” trasmitir a nuestros retoños. La Nación Charrúa, en torno al fuego sagrado fortalece tu memoria “oyendau” y recibe el mensaje para correr el velo de la verdad histórica, la oportunidad de encontrar en nuestra Cosmovisión el rumbo que necesitamos.
Mutí ti isdá, ti na nehés, inchalá Bernardino (a ti yo querer, venir siempre hermano…)
Gipuaí ancat
BLANCA RODRÍGUEZ (De Comunidad Guyunusa e integrante de CO.NA.CHA)
-El “Charrúa” Bernardino García Lemos, falleció en Tacuarembó el 19 de agosto de 2012.
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