Fidel Sclavo presenta en la Galería del Paseo en Manantiales obras recientes. Es un artista que tiene muchas series y que se ha expresado de diversas maneras en dibujo, pintura sobre papel, libros de artista, fotografía, obras sobre la urbe, diseño gráfico. La discreción, el intimismo y la sutileza son medulares en las propuestas pictóricas de Fidel Sclavo. El mínimo grafismo y el color a veces desvaído casi evanescente de imágenes muy sucintas , otras veces más intenso y los signos esquemáticos han estados presentes en la estética de Sclavo durante sus años montevideanos.
El artista se regodea con lo voluntariamente insípido y con el desafío de lo anodino y lo refleja en sus exposiciones, diseños y ambientaciones. Un fino humor, una delicada ironía y una apuesta a la inteligencia son sus armas más eficaces. Sus gustos musicales “cool” que hacen culto de la música menos invasora y hasta casi inaudible rodeaban su ambiente creativo de joven cuando lo conocí hace ya unos años y comencé a seguir su trayectoria de cerca (del tipo “Discreet Music” de Brian Eno y de Gavin Bryars).
Una obra discreta y sutil – Su visión es sutilmente crítica, siempre dicha en voz baja, con la discreción que caracteriza su discurso estético. La propuesta de Sclavo es hacer una obra tan discreta que no invada al espectador, que no lo sacuda, que no lo conmueva excesivamente que no le comunique nada significativo de entrada sino que lo invite a descubrir lo revelador en forma paulatina. Por ello propone un modelo creativo que usa la monotonía, la simplicidad, lo obvio e inclusive en algún caso el aparente aburrimiento. El artista quiere pasar desapercibido para darle entrada al espectador. A partir de lo escueto invita a pensar. La carga desmitificadora de su arte no está basada en posturas radicales y agresivas aún en los casos de intervención urbana sino en actitudes que identifican a su autor: sutileza, fino humor e ironía casi imperceptible. Su obra es una apuesta a la inteligencia. Una de las obras que envió a un Salón Nacional se llamaba significativamente “Lugares donde no hay nada y entonces aparece todo”.
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Susurrando al oído – Cristalino, conciso y ligero se sitúa contra eso que muchos, parafraseando a Ítalo Calvino, consideran la vitalidad de los tiempos, esa realidad ruidosa, agresiva, y atronadora. Sclavo se aparta de la proliferación del arte – espectáculo, de las grandes instalaciones, de las expresiones fuertes, de las seducciones videomáticas, del arte paroxístico, en los que se nos invita a viajes multisensoriales, de streap – tease emocionales a través del arte o de fuertes discursos políticos conceptuales. Sclavo ofrece un arte de pocos voltios como la música sutil que ama, una expresión que requiere intimidad, silencio, tranquilidad y sutileza. Nada de vibraciones desestabilizadoras ni discursos “políticamente correctos”, cuadros – manifiestos: todo debe ser descubierto en el acercamiento más personal, más delicado, todo está dicho pero en voz baja. Se aparta de lo que ensordece, rechaza la necesidad de vibraciones de alto voltaje, recusa la intensidad y el desenfreno, contradice las estéticas espasmódicas y provocativas. La suya es una pintura que susurra al oído, que busca un tiempo psicológico lento, el de las emociones delicadas que cree casi en el silencio, en la que toda exuberancia ha sido descartada, donde el estrépito de sensaciones hoy tan buscado, es dejado de lado, en pos de la economía sintáctica.
Pequeños dibujos sueltos en el espacio, sumergidos en un fondo casi uniforme, en los que flotan o se posan suavemente dentro de un contexto aperspectivo en el que interior y exterior se relacionan.
El pensamiento de Ítalo Calvino parece sobrevolar la obra. Conviene recordar que la primera de las seis propuestas para el próximo milenio del célebre italiano es precisamente la levedad: sustraer el peso, apostar a la delicadeza, escapar de toda condena con la vivacidad y la movilidad de la inteligencia, la agilidad, como reacción al peso del vivir.
El recuerdo de tres envíos ejemplares – Propuestas muy interesantes fue las que presentó al 49 Salón Nacional de Artes Plásticas del Uruguay. En ese envío, Sclavo utiliza fotografías y textos aunque no se considera empero ni un fotógrafo ni un escritor. Se sirve de ambos lenguajes para expresarse como artista, tal vez en un sentido conceptual. Para él son algunas de las herramientas que le sirven para expresarse, así como otras veces acude a la computadora, a la acuarela, a la pintura o al dibujo. En “Aquí no se dejan las llaves de su auto”, un díptico formado por dos piezas de 190 por 55 cms, Sclavo registra con la cámara fotográfica una serie de garages vacíos, con paredes descascaradas, donde predomina la ausencia. Fidel Sclavo acentua su interés en los lugares abandonados y solitarios en los que él paradójicamente siempre encuentra una gran dosis de conocimiento.
Hay algo de teatral en esa toma desértica, y el espectador puede pensar que algo sucedió y que por alguna razón todos se han ido. Lo fantasmático predomina y en la soledad el artista y el espectador pueden descubrir cosas. Sostiene Sclavo ” Un estacionamiento sin gente ni autos (más allá de todas las implicancias metafóricas y paradojales, que también me interesan) parece un escenario riquísimo demostrado por el absurdo, como algunos teoremas matemáticos, colmado de “líneas de fuerza” expresivas. A menudo he corroborado que la verdadera información se encuentra en el hueco y no en la materia, en lo que dejamos de decir y no en lo que decimos, en el resto móvil y ausente que desconocemos del genoma y no en la abundancia de datos medibles que no explican mayor cosa y terminan siendo virus y hojarasca.” Sclavo opta por silencios que resultan elocuentes, los preámbulos o los fines preñados de significado, la nada lo lleva al acto de desciframiento.
El estacionamiento resulta atractivo dado que en el acto de relevamiento fotográfico tiene elementos expresivos importantes, una geometría definida por parcelas y franjas amarillas, un elemento seriado y manchas de humedad y descuido tan típicamente uruguayas de gran valor expresivo que por sí mismas se vinculan a la pintura gestual o el arte matérico. En el nivel connotativo la obra es ideal para hablar del Uruguay gris, desesperanzado, del que la gente emigra, en el que los recursos financieros se agotan, en el que las esperanzas se desvanecen. Es toda una metáfora sobre el Uruguay de hoy y habla de desgaste, precariedad, desamparo, negligencia, orfandad, deserción y huida. Y aprovecha un objet trouvé visual: el texto del propio garaje que dice: aquí no se dejan las llaves de su auto. Luego como artista que tiene sus conexiones con el arte conceptual Sclavo le adjunta un texto de su autoría que refuerza la imagen: “Aquí no hay nadie, Se han ido, todos, a otro lugar, Lejos, casi siempre, Buscando algo, tal vez encuentren una vida que no es la suya, El cartel, arriba, advierte lo de las llaves. Bruma, humo, humedad, In absentia, Uruguay”.
“La flor del deseo” es un díptico formado por dos piezas de 66 por 75 cm. Como otros artistas antes que él (los estadounidenses Robert Mapplethorpe y Georgia O’Keefe, para nombrar dos ejemplos célebres) Sclavo descubre en una flor una serie de elementos sexuales luego de estudiarla durante días. Ve en ella formas evocadoras del sexo masculino y de lo femenino ideales para reflejar posibles conflictos; también en este caso los textos escritos en cada toma subrayan lo visual Lo masculino que había en él era fugaz.Iba y venía.Lo dividía. Lo femenino que estaba en ella no era eficaz. Le hablaba en lenguas. La distraía.
“Cuatro flores” es un políptico formado por cuatro elementos de 75 por 68 cm. En este caso Sclavo registra a una Santa Rita , pero le interesa desde el punto de vista visual la flor y el blanco circundante, los matices entre foto , papel y soporte, la rugosidad de uno y la lisura de otro, la caligrafía de grafito débil sobre el papel, que se divide rítmicamente en cuatro unidades de tres elementos cada una. Ahora pone el acento en la levedad que para él es una manera de aproximarse a la belleza.
Las nuevas pinturas: Galería del Paseo – Este conjunto de obras que expone ahora en la Galería del Paseo se presentan así: “telas y papeles, la superficie está saturada de información. Líneas que se cruzan, se tocan y se evitan. Así, escondidos y encriptados se encuentran paisajes y situaciones que ya habían estado antes, pero detrás de aparentes garabatos hechos como por azar, descuido imprevisto u obsesivo desgano.
Lo retratado o evocado, refiere de alguna manera, a series más amables expuestas anteriormente que aparecen ahora menos visibles al ojo del espectador, o debería decir lector de esta obra, ya que en muchos casos son escrituras, de una grafía no siempre clara. Si este llamado lector, hace foco y elimina la hojarasca, el paisaje aparece. Y la imagen final conserva siempre, o por momentos, pequeñas situaciones de armonía. Árboles, bosques, barcos, personas que caminan. Todos están allí. Pero esta yuxtaposición de elementos e información, agota la mirada de una lectora que interpreta este paisaje como un todo, como una abstracción, vacía de toda figuración”.
En este tipo de pinturas Fidel Sclavo ha cambiado los lenguajes más figurativos de sus pinturas sobre papel de Montevideo. La abstracción predomina más aunque quedan resabios figurativos. Acude a signos, a esgrafiados, a la tela, esmaltes y acrílicos y se expresa en tamaños mayores. Hay en su obra juegos con la reiteración, uso de la casualidad, y son producto a su vez de la meditación reflejando sensibilidad a flor de piel. La figuración y la abstracción dialogan, hay ecos de Cy Twombly y lejanos ecos de Lucio Fontana en los recortes, calados, cortes. En estas series Sclavo juega con la tridimensional sutil, con espesores pequeños, pero espesores al fin. El artista ha desarrollado un alfabeto. Son signos esgrafiados, una especie de mundo caligráfico propio.
Escrito por la Prof. Alicia Haber (Publicado en http://www.elpais.com.uy)
Fidel Sclavo Fernández nació en Tacuarembó en 1960 y es hijo de Lidia Fernández e Iris Sclavo Armán.
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