África; metáfora del misterio, continente enorme y contradictorio, tan famoso como desconocido. Con tanto de matinée de cine de pueblo como de realidades ignotas. Hay algo que se despierta en el viajero, y no pasa por los lugares comunes de safaris y animales. Sino por esos caminos rojos polvorientos donde se marcan huellas en el corazón del que está abierto a la experiencia. El África no es para todos, no se da fácil, no se viaja fácil, no se conoce fácil. Es acaso una mujer morena que abre sus senos para cobijar al que se deja visitar por ella, el que se deja abrazar por ella. El que se abre a su ser.
A diferencia de otras geografías, compuesta por países, el África se presenta como un todo. Es acaso un deseo confuso, una lámpara a frotar, llena de secretos, que queda guardado en lo profundo del que la visita, y sólo esa persona la siente en su profundidad. Acaso como un amor pasado. No acepta hendijas indiscretas, sino que exije un compromiso abierto. Como pocos lugares, es un proceso interno en el viajero. Y es un viaje que no termina nunca.
Desiertos, sabanas, pueblos perdidos, manadas de gnus, cebras, cráteres de volcanes, playas semidesiertas, montañas de postales, esperas, trenes, polvo, sonrisas gigantes, situaciones surrealistas, inexplicables, conciertos de grillos nocturnos, y un abanico indescriptible de avatares por los que pasar, que nos llenan de imágenes que recordamos para siempre. Que atesoramos para siempre, – también, acaso, como un amor pasado –
La propuesta, entonces, está arriba de la mesa, entrarle al misterio interno, el nuestro y el del África, empezar a jugar con las emociones, las suyas y las nuestras. Con las herramientas conocidas, transportes locales, mucho caminar, mucho contacto con la gente local, una mochila liviana, un rumbo más o menos delineado y a respetar en lo posible, con gusto por las sorpresas y lo inesperado. Un viaje de Toque y Toque. Entonces, no te arregles el pelo, y vamos a por esa metáfora del misterio que todos creen conocer y tantos imaginan, pero que casi nadie ha visto realmente. Como el amor verdadero….
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‘De brisas inconclusas’
Ese aire con el que, de puntillas, entraste en nuestras vidas.
Ese espacio que creaste sin desplazar a nada ni a nadie.
Esa varita mágica que acaso te toco en el pliegue de un sueño de un agosto inconcluso.
¿Do andabas con tus bragas rojas, tus manzanas oportunas, tu serena conciencia y tu aire a Amelie? ¿Por qué te tomó tanto tiempo llegar a nuestros caminos? ¿Qué vías te guiaron perdida en los trenes de la vida?
Esos trenes de andenes erráticos que no supieron entender que te estábamos esperando sin prisas pero con ansias.
Queríamos ser parte del caos multicolor de tu pelo, tu calma tormentosa, tu leve control de la realidad, del desenfreno de tus sueños.
Queríamos fueras parte de los nuestros.
De todos los colores del arco iris conjurados en tu ropa me quedo con el naranja de tu pelo cuando el sol de las seis se enreda en sus hebras.
Ojalá hayas venido para quedarte, pero acaso, si así no fuere, y otras urgencias se apoderaren de tus caderas, por favor llévanos en tus recuerdos.
Pero, si acaso también de memorias tus baúles estuvieren llenos, llévanos, al menos en tus olvidos…
Hazyview, África del Sur, agosto 21 del MMXIII
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«Si no estas en África, en África no hay nadie…»
Antes eras la ansiedad de ese limbo de lo que pudiera pasar. De lo que pudiéremos ver. Eras lo previo del instante preciso donde acontecería. Eras esa hora cuando se encienden las luces del parque.
Durante fuiste ese aire que completaba la sensación de estar en ese centro complejo donde se encuentran las emociones que nos reducen a nuestro estado mas primitivo. El más sencillo, simple y a la vez fermental. Eras todo el aire de agosto en la sabana infinita, eras la cadencia majestuosa del paso de los elefantes, eras el trote solitario de la hiena, la gracilidad de las gacelas, el olor a marcela y romero del aire ríspido de la madrugada.
Luego te hiciste mochila para viajar en mi memoria, donde encontraste ese hueco impreciso que siempre supe que era tuyo aun antes de conocerte. Hueco que guardé religiosamente convencido que más temprano que tarde vendrías a poseer. Poseyéndome a la vez que te poseía.
A que he de andar
si el llevarte en mis pensamientos no me alcanza para no sentirme vacío y lleno de ausencias. De tu ausencia.
Si eras ese todo…
Si no estas en África, en África no hay nadie…
(y los sapos se quedaron en Bangkok)
(y mi bitácora sigue perdida )
Mopani, África del Sur, agosto 21 del MMXIII
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«De islas encantadas»
‘quisiera haber sido un poeta para escribirte el primer verso…’ P.I.
Apareciste con el aire de un naufrago, sobreviviente de un navío sin puerto, asaz de conclusiones perdidas.
¿Que barco encalló en qué arenas y playas dejándote a esas derivas inciertas de las que, finalmente lograste salir?
-¿o acaso estas saliendo?-
no se do ibas, pero todos sabemos que de entre esas otras vidas, en una fuiste de África.
A regañadientes al principio, nos dejaste, por una hendija de la tarde de ese sábado de agosto, entrar en tu isla poblada de secretos. Enrulaste tu pelo desenredando sonrisas a la vez que abrías espacios más amplios. En los que te abrías abriéndonos, con tus curitas porfiadas.
Dueña de una ternura sobria pero sincera que pareciera estar esperando la llave correcta. Acaso ya sabedora que la vida se reserva el derecho de confundir llaves y cerraduras en ese juego siniestro y sinsentido, razón del caminar.
Saliste a flote luego de que los tiempos de resúmenes y sueños cesaran de parir pesadillas.
Al sol del Índico en el jardín de tu espalda florecen pecas como algodones de un sembradío de quien sabe que musa inspirada en pinacotecas astrales.
Gracias por el apoyo implícito y las palabras justas.
Gracias por el baile – y sus roces-, tu cintura exacta y sensual, antesala de paramos reservados.
Tus sonrisas espartanas pero reveladoras que acortaron distancias.
Por ser de esos compañeros de viaje que dejan ausencias anteriores si no hubieren venido a completarnos.
Y de los que dejan ausencias posteriores, y una sensación de serena nostalgia cuando se bajan en su parada. Y ese frío de la partida. ..
Conserva tu conciencia de naufrago, esa que te hace mas grande que la mar -pues el uno sabe que se muere, pero el otro no sabe que lo mata-.
Conserva esa conciencia de naufraga, pero no vuelvas a tu isla sin faro. No te vayas en ferrys sin destinos; que la noche pasa, necesitamos cómplices y estas estrellas nos son confusas
y somos mas en África
si estas con nosotros,
escribana.
Isla de Zanzibar, agosto 30 del MMXIII
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