Una emisora de radio local, con motivo de cumplirse el 1º de agosto diez años de la d
Una emisora de radio local, con motivo de cumplirse el 1º de agosto diez años de la desaparición de Julio Castro, me pidió, ese día, que le dijera cuando y cómo había conocido a este inolvidable amigo. Voy a repetir lo que dije entonces:
Naturalmente que a través de la actividad periodística de Quijano – “El Nacional”, “Época”, “Marcha” – y de la Agrupación Demócrata Social ya sabíamos bastante de Julio Castro y él de nosotros, de mis hermanos y de mí, pero no nos conocíamos personalmente.
Fue en marzo de 1934. Estábamos en los preparativos de la lucha armada que el Directorio del Nacionalismo Independiente había dispuesto contra la dictadura de Gabriel Terra. Había yo ido a Livramento a entrevistarme con el General Basilio Muñoz y traía de allá un camioncito guiado por mi amigo y compañero Octavio Cuadro, 50 máusers y 5.000 tiros para ir depositando en el refugio que habíamos improvisado en las Sierras de Gauna. Transitábamos por la que es hoy Ruta 5 y a la altura de Batoví nos cruzamos con un autito Ford con cuatro ocupantes. Viajábamos muy alertas y desconfiados de todos. Le dije a Octavio: “Estos deben ser gente de Terra”. Me contestó: “Seguros, espías ¡hijos de… mala madre!”. Cuando regresamos a Tacuarembó me dijo mi hermano Barsabás que era Julio y tres de sus hermanos, que iban a Livramento y que habían llegado a saludarnos y conocernos. A la semana siguiente, otra vez en Brasil, el General Muñoz me presentó a Julio, y ahí arrancó nuestra amistad (…)
– ¿Y cómo fue eso de que era Julio Castro y tres hermanos?, me preguntó el reporter de la radio.
– Resulta que al enterarse que la cosa se aproximaba Julio visitó a un hermano y le dijo: “Me voy a la revolución, encárgate de atender a mi mujer y mis dos hijos en lo que sea necesario”. Bueno, fue la respuesta; pero este hermano visitó a un tercero, le dijo que se iba con Julio y que él quedaba a cargo de la gente de los dos. Y el tercero acudió a un cuarto, con el mismo cuento. También este dijo que sí, pero vio a un quinto, al “Burro”, maestro como Julio y que tuvo que conformase con ser el depositario y custodio de tan ricos tesoros. Así era los Castro. La cosa fracasó, no por culpa de ellos ni nuestra, de lo contrario talvez hubieran emulado el episodio de los hermanos Valiente. ¿Quienes eras éstos? Quizás se pregunte algún lector de los nuevos. En su beneficio lo diré: Era cuatro hermanos, como en aquel tango que cantaba Gardel, “Silencio en la noche”. Al iniciarse una batalla en 1904, cerca de Porongos, uno de ellos se encontró rodeado por un destacamento enemigo, dispuesto a ultimarlo. Advirtió la escena un hermano y acudió en auxilio del sitiado: “Andá salvate, que me arreglo solo”, pero el recién llegado desmontaba y se colocó a su lado, como Cruz al de Fierro. Otro hermano se percató de lo que ocurría y acudió también. Murieron los tres, pero la batalla fue ganada por los blancos, que quedaron dueños del campo. Al otro día, recogidos los cadáveres, se les dio sepultura en tierra a los tres hermanos. Gabino Valiente echó la primera palada de tierra, diciendo: “Los entierran a los tres porque no estábamos los cuatro”. Gabino murió en Masoller, al lado de Aparicio Saravia, de un tiro en el pecho. Así era los Valiente y así eran los Castro, como todos los blancos de antes, que se vivieran ahora serían los primeros en firmar el referéndum, porque jamás podrían aceptar la inicua y oprobiosa ley de caducidad a los crímenes de los milicos.
(*) Publicado en Semanario Batoví en 1987.
– Julio Castro y Solano Ríos, además de su amistad, mantuvieron un intenso intercambio de correspondencia hasta la desaparición del Maestro el 1º de agosto de 1977.
– Julio Castro y Solano Ríos, además de su amistad, mantuvieron un intenso intercambio de correspondencia hasta la desaparición del Maestro el 1º de agosto de 1977.
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