De Petra me quedo
con su entrada encantada,
sus castillos sin fin ni explicación,
sus 600 años perdidos,
sus cavernas de fantasmas,
su destino de maravilla del mundo
y la magia de sus atardeceres.
De Petra me quedo
con la luz de tu sonrisa,
tus dudas atávicas,
tu camisa negra,
tus caderas precisas
y tus labios-preámbulos.
Pero si debo elegir,
definitivamente,
de Petra me quedaría
con el eco de mi nombre,
-que repetiste por única vez y para siempre-
retumbando en el desierto rojo
y en mi corazón confuso…
Wadi Rum, Jordania, junio del 2014
Juan Manuel Luque
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