A José Nino Gavazzo se lo menciona como el prototipo de la represión, la tortura y la violación de los derechos humanos. No fue el único, pero es el símbolo. En este nuevo trabajo, Leonardo Haberkorn consigue su testimonio, la voz de quien, para muchos, encarna el mal, lo peor de la dictadura. Hoy en prisión domiciliaria, el militar reconoce métodos de tortura utilizados durante los interrogatorios. «No le niego que se haya colgado a alguno, no. Pero dentro de la escala de tortura, colgar a una persona de los brazos, es nada», dice. Habla de procedimientos concretos, desapariciones, internas militares, lealtades y traiciones. Trata y destrata a camaradas y a enemigos. ¿Cómo fue su relación con los presos? ¿Y con las presas? ¿En qué consistían esos interrogatorios? Admite por primera vez su participación en hechos violentos de trágico desenlace. Sus respuestas están contrastadas con documentos y decenas de otros testimonios, incluyendo los de muchas víctimas. Es imposible no estremecerse ante ciertos pasajes de un libro que echa luz sobre asuntos oscuros. Fueron tiempos crueles, de violencia, intolerancia y muerte. En esta ambiciosa investigación, más allá de creencias y convicciones, el autor toma rigurosa distancia para armar la vida de Gavazzo y la de dos militantes políticos que murieron muy jóvenes, en horrendas circunstancias, y a los que ya casi nadie menciona: Roberto Gomensoro Josman y Eduardo Pérez Silveira, el Gordo Marcos. Seguí de cerca la gestación de “Gavazzo. Sin piedad”. El oficio periodístico de Haberkorn, como en sus libros anteriores, procura llegar a la verdad y no hacerla la primera víctima. Jaime Clara
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