Si al referir a una persona, casi ineludiblemente se percibe el resplandor de sus antecesores, resulta evidente la supervivencia de su pasado. Difícilmente se podía nombrar a Jorge, sin avizorar – al menos fugazmente – el resplandor de su estirpe, o dicho de otra manera, la vibración de nuestra propia historia como nación. Seleccionados y privilegiados por el deber, ninguno de ellos gobernó desde un lecho de rosas, al contrario, debieron pilotear en medio de las peores tempestades.
Jorge encarnaba buenamente la idiosincrasia uruguaya – tan republicana y democrática – también a los miles de ciudadanos que en distintas circunstancias lo eligieron como conductor, mientras él asumía plenamente la responsabilidad de orientar hacia el porvenir, que soñaba de progreso, libertad y paz, para un país que imaginaba insertado en la vanguardia del mundo.
Como uruguayo y como líder, compartió y sufrió nuestras penalidades. Conoció tempranamente el destierro, la prisión, proscripción y censura, pero nada pudo impedir que se erigiera en el vigía que alertó y denunció los peligros ciertos de derrumbe institucional. Acaecido, luchó siempre en primera línea por la reconquista de la democracia. Como buen colorado – Partido fundamental en la forja del país, constructor del Estado, creador de un modelo que lo ubicó entre los mejores del orbe – hurgaba en la historia, porque le desvelaba el porvenir. Lejos de sucumbir ante la adversidad, aplicaba todo su talento y energía para superarla.
Como Presidente, cuando al país le cayeron todas las pestes encima (consecuencias de la devaluación brasileña, sequía, aftosa y la peor crisis financiera que después del efecto “Vodka” y “Tequila” terminó golpeando directamente con el efecto “Tango”), no se puso a llorar sobre la leche derramada, buscó soluciones nuevas e ingeniosas que resultaron extraordinariamente exitosas y permitieron superar la coyuntura para poner al país en la senda del crecimiento.
Al perder a Jorge Batlle, el país pierde a uno de sus líderes de mejor formación, más inteligencia, profunda vocación política, certera visión, coraje, energía y lucidez. Desde joven se destacó en constelaciones de dirigentes brillantes de un país que fue referente por el prestigio de su clase media, sistema educativo, alto desarrollo humano, elevada cultura, libertad y estabilidad democrática. En estos días, distinguidos conciudadanos han expresado perplejidad ante su desaparición física, quizás porque su jovialidad lo hacía impresionar como eterno. Su pensamiento removedor, su transcurso gravitante por la vida nacional, provocan ese sentimiento de persistencia tantas veces reiterado a lo largo de la historia. Seguramente seguirá alumbrando, para posibilitar el encuentro de rumbos que permitan un futuro nacional promisorio.
Nos deja además, el orgullo nacional de haber tenido un líder que representó con excelencia y sencillez republicana a su querido pueblo de hombres, que vale recordar con Ortega y Gasset, implica “poder hoy seguir en su ayer, sin dejar por eso de vivir para el futuro, poder existir en el verdadero presente, ya que el presente es solo la presencia del pasado y del porvenir, el lugar donde pretérito y futuro efectivamente existen”.
Cada vez que nombremos un Batlle, seguramente también percibiremos el resplandor de Jorge.
Dr. JOSE GOMEZ LAGOS
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