Todo mortal que viste y calza, -especialmente cuando calza bien-, conoce desde hace varias generaciones la importancia de esta gran zapatería de lujo, por la que durante medio siglo ha desfilado y desfila cuanto de más selecto tiene la sociedad argentina, y no decimos porteña porque el nombre Casa Rosette no está localizado: se pronuncia con idéntica familiaridad que en Buenos Aires hasta en los últimos confines del país. En cualquier región, en cualquier capital de provincia, en cualquier pueblo de mediana importancia encontramos siempre con familias enteras que se calzan en lo de Rosette y que se refieren a esa casa tan naturalmente como si se tratase de un establecimiento situado a la vuelta de la esquina.
Esto se debe a que desde sus comienzos ha procurado mantenerse siempre a la cabeza de su ramo. Cuando se fundó, en 1865, atrajo al público bonaerense por el buen gusto de sus modelos, por la atención con que se servía a los compradores, por la perfección y calidad del calzado que vendía. Esta reputación, adquirida cuando nuestra metrópoli de hoy sólo era un poblado rodeado por estancias, ha perdurado a través de los años. La casa fue creciendo, fue mejorando, en la misma proporción que Buenos Aires fue creciendo y mejorando hasta llegar a lo que es hoy: una verdadera institución nacional íntimamente ligada a la historia social y elegante de la primera ciudad Sudamericana.
Retirado el fundador Rosette, hace ya muchos años, traspasó la casa que hasta hoy lleva su nombre a los señores Rivarés y Escayola, quienes dieron nuevo impulso a los negocios, aportando su laboriosa juventud llena de espíritu de empresa y de iniciativas modernas. Como gerente de la casa, como alma directriz de ese gran mecanismo, figuró casi desde el primer día don Lorenzo Escayola, cuyo retrato aparece en esta página. Su figura es bien conocida de toda la clientela, su trato afable, su cultura y el acierto y criterio con que supo llevar adelante los intereses sociales que le estaban confiados pronto le captaron las simpatías de todo el mundo. Escayola llegó a ser algo así como la casa misma, hasta el punto de que sería tan difícil imaginarse el establecimiento sin don Lorenzo, como imaginarse la esquina de Corrientes y Maipú sin su casa Rosette.
Decimos su casa Rosette porque Don Lorenzo Escayola ahora se ha quedado solo. De la sociedad comercial se ha retirado el socio Sr. Rivarés, quien ya de hecho estaba retirado desde hace algún tiempo, pues, como antes decimos, la dirección general, especialmente en lo que a las relaciones con el público se refiere, recaía sobre don Lorenzo, el simpático amigo de cuantos de antiguo frecuentan la casa. Así pues, aún cuando la firma comercial ha cambiado, no ha cambiado la dirección del establecimiento, ni el público echará de menos nada. Escayola sigue siempre en su puesto, hoy más propietario que ayer, -quizás más rico y más próspero-, pero siempre el mismo.
La casa Rosette, al retirarse el señor Rivarés, no ha dado por tanto vuelta a una nueva página de su historia. Sigue su historia, sin interrupciones, sin variaciones de miras, ni de criterio, ni de propósitos.
Nota aparecida en la revista bonaerense «Caras y Caretas» el 5 de septiembre de 1914.
– Extraído de http://laseserarantifusarecargada.blogspot.com.uy/ (Negocios antiguos: Casa «ROSETTE» (1865) (1)
– Enviado a TACUAREMBO 2030 por Manuel Álvarez Prietto
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Casa «ROSETTE» – De Rivarés y Escayola, Sucesores de Julio Rosette & Cía.
Don Juan Lorenzo Escayola, uruguayo, primo del Coronel Carlos Escayola (*), tuvo esta importante zapatería en la esquina de Corrientes y Maipú, a una cuadra del café Guaraní en el que todas las noches tenía reservada una mesa Gardel y Razzano, cuando el dúo actuaba en el teatro Esmeralda, hoy Maipú.
Desconozco en qué año cerró este comercio, sé que por lo menos hasta 1918 permaneció abierto.
En esta zapatería trabajó Pascual Contursi. Pascual había nacido en Chivilcoy el 18 de noviembre de 1888. Se había mudado luego con sus padres a San Cristóbal. Ofrecía en el patio del inquilinato funciones de títeres, al que destinaba las horas libres de su trabajo en la zapatería. En sociedad con Pascual Carcavallo (su compañero de trabajo), Contursi instaló otro comercio del mismo rubro que se llamó “La Esquina Rosada”, pero se fundieron rápidamente.
“La Sesera Rantifusa”
(*) El coronel Carlos Escayola es padre de Carlos Gardel, según la teoría que sostiene la natalidad tacuaremboense del cantor.
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